Osama Bin Laden, en nombre de Alá… o más bien del petróleo

Habla el presidente del Pontificio Instituto de Estudios Arabes e Islámicos

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ROMA, 23 octubre 2001 (ZENIT.orgAvvenire).- El Islam no tiene nada que ver con los terroristas de las Torres Gemelas o del Pentágono: es una excusa, afirma el padre Justo Lacunza, presidente del Pontificio Instituto de Estudios Arabes e Islámicos (PISAI).

«Osama Bin Laden quierría convertirse en el nuevo Saladino (expulsó a los cruzados de Jerusalén, 1137-1193) y en el nuevo gestor de los recursos naturales del mundo árabe», añade este religioso conocido como uno de los mayores expertos mundiales en Islam.

El PISAI, confiado por la Santa Sede a los Misioneros de África, con sede en Roma, tiene por objetivo formar a los cristianos en el conocimiento del Islam.

–Osama Bin Laden había proclamado hace ya cinco años la «yihad», un declaración
de guerra contra los «cruzados» y los judíos.

–Justo Lacunza: Sí, con un texto publicado el 23 de agosto de 1996, una declaración de guerra contra Estados Unidos, contra los «cruzados» y contra los judíos.

–¿Es decir?

–Justo Lacunza: Decía que los estadounidenses debían dejar Arabia Saudita, que según él han «ocupado» desde la guerra del Golfo. La palabra «cristiano» no se usa nunca en este texto. Habla de «cruzados», entendiendo «aquellos que han hecho las cruzadas», por tanto que han combatido contra los musulmanes. Por último, ataca a los judíos por con la cuestión palestina y de Oriente Medio en general. Hay sin embargo también una cita al petróleo y Bin Laden propone el control de los recursos en su declaración de guerra.

–Ni siquiera un año después llegó también su investidura religiosa.

–Justo Lacunza: Los talibán en la visión de su Islam, han buscado y obtenido el apoyo de este señor ya legendario, que es un gran gestor de finanzas y hábil explotador de su posición de combatiente, primero contra Rusia a favor de Estados Unidos y ahora contra Estados Unidos por cuenta de los talibán. En este sentido, uno de los momentos cruciales fue marzo de 1997, cuando de guerrero se convirtió en jefe musulmán. Se le confiere una especie de «autoridad» religiosa por el supremo jefe talibán, el mulá Omar, que lo invita a dirigir un rito público de oración, la «Salad». –¿Qué sucedió entonces?

–Justo Lacunza: El mulá Omar permanece como jefe espiritual de los talibán pero Bin Laden se convierte en el que lleva adelante la dimensión politico-religiosa, cultural y económica.

–¿Usted cree en las motivaciones religiosas de Ben Laden?

–Justo Lacunza: Todavía tiene que darlas.

–Pero, ¿usted cree que son su motivación?

–Justo Lacunza: Creo que no. Hace referencia a las motivaciones religiosas, pues le permiten tener un amplio campo de acción entre los musulmanes. Si sus argumentos fueran sólo el control de los recursos petrolíferos o la expulsión de los estadounidenses, no le servirían.

–¿Los talibán necesitan a Bin Laden o Bin Laden necesita a los talibán?

–Justo Lacunza: Son dos partes inseparables.

–Las relaciones entre el mundo islámico y occidental, ¿están empeorando?

–Justo Lacunza: El terror, la destrucción, la muerte sembrados tras los ataques terroristas del 11 de septiembre son un hecho. Son la realidad con la que tenemos que confrontarnos. Aclaremos otro hecho: usted, yo, cualquier judío, cristiano, musulmán, estamos menos seguros que antes. Esta es la realidad que debemos afrontar.

–Y, sin embargo, sabemos bien lo que sucede en Afganistán, en Irán, en Sudán, en Argelia, en otros lugares…

–Justo Lacunza: Todas las religiones deben ajustar cuentas con su propia historia. Pero es verdad que determinados grupos musulmanes usan la violencia para sus propios fines.

–¿Cómo es posible que el Corán sea interpretado en modos tan diametralmente opuestos?

–Justo Lacunza: ¿Cómo es posible que en Irlanda del Norte la policía tenga que llegar a proteger a los niños de siete, ocho años que van a la escuela? ¿Cómo es posible interpretar en ese modo la fe católica, la fe protestante? Hay que analizar la situación. Los talibán se sirven del Corán y del Islam, usando a Dios como fortaleza para sus planes.

–En los países árabes no se puede llevar un crucifijo al cuello…

–Justo Lacunza: La libertad religiosa ha sido sancionada por la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. La defensa compete a las Naciones Unidas, a la Unión Europea, a las asambleas parlamentarias y gobiernos de los países, no a la Iglesia o a los ciudadanos. ¿Usted recuerda alguna vez en que el Parlamento Europeo haya debatido seriamente sobre libertad religiosa? Este problema, como el de la violencia, no surgió el 11 de septiembre. Quizá se tiene miedo de enemistarse con algún político árabe, o con cualquier dirigente…

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ZENIT Staff

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