Enmarcando la Cristiada mexicana

Habla Ismael Flores Hernández, director del Centro de Estudios Cristeros

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GUADALAJARA, martes 25 de noviembre de 2008 (ZENIT.org-El Obsdervador).- Como una iniciativa para aclarar la dimensión histórica de la Cristiada mexicana, «tan poco conocida y mucho peor interpretada», la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG) abrió desde el año 2002, el Centro de Estudios Cristeros (CEC) y una cátedra con el nombre del beato «Anacleto González Flores», uno de los más importantes líderes de ese movimiento y promotor de la resistencia pacífica.

El director del CEC, Ismael Flores Hernández, comparte con ZENIT-El Observador algunas reflexiones sobre las repercusiones en el México actual de aquel movimiento.

El Centro de Estudios Cristeros ha logrado que la UAG nombrara al Beato Anacleto González Flores, patrón de esa prestigiada universidad; entre sus objetivos está el de dar a conocer  personajes y episodios del movimiento Cristero a nivel internacional por medio del portal http://www.uag.mx/cristeros.

Entre sus publicaciones destaca la Agenda Cristera, el Calendario de las Brigadas de Santa Juana de Arco, Ítem Cristero y Los Mártires de Momax. En la Cátedra Anacleto González Flores han expuesto conferencistas de reconocido prestigio local, nacional e internacional.

–¿Cómo podemos catalogar el episodio de la Guerra Cristera en México?

–Ismael Flores Hernández: En nuestro país tan propenso a las revoluciones, la Cristiada fue un movimiento antirrevoluionario; las revoluciones destruyen, la Cristiada luchó por mantener las creencias del pueblo. Los objetivos que persiguieron todos estuvieron basados en la Doctrina Social de la Iglesia. Es un movimiento popular en su organización desde la base del pueblo sin que dejaran de intervenir la clase media y la rica.

–Se dice que la Cristiada «fue ignorada sistemáticamente de la historia oficial» ¿Por qué se dio esta situación? ¿Qué se «gana» con ignorarla? ¿Qué nos redunda «tenerla en cuenta» hoy en día?

–Ismael Flores Hernández: Para el gobierno liberal la Cristiada fue una derrota, no obstante los «arreglos», pues se dio cuenta de la fuerza del pueblo católico unido. Para la Iglesia no fue una victoria, pues los dos obispos que firmaron los acuerdos no siguieron lo que les aconsejó el Papa Pío XI; por ejemplo aceptaron condiciones humillantes, como la expulsión de monseñor Francisco Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara. El gobierno no deseaba dar a conocer hechos que no le favorecen; la Iglesia fue prudente y esperó un tiempo razonable.

–¿Cómo ha calado la Cristiada en la historia nacional? ¿Ha sido valorada en su justa dimensión por parte de los católicos mexicanos? ¿Qué nos dejó, al final de cuentas, la lucha realizada por miles de católicos por defender su fe y su libre expresión?

–Ismael Flores Hernández: Desgraciadamente la mayoría del pueblo actual no valora el movimiento hecho por sus padres; los hombres que planearon y lideraron la Cristiada, son los artífices de muchos  avances sociales en México, que erróneamente se le atribuyen a la Revolución Mexicana.

Lo mejor que nos dejó la epopeya Cristera es la pléyade de mártires que relucirán siempre en el horizonte de México: 27 víctimas de la persecución religiosa en los altares, 13 beatos; ellos son el baluarte para que las generaciones futuras sepan que ser católico no sólo es buscar la gloria de Dios sino también la de la Patria, el reinado social de Cristo.

–Se habla de que la salida al conflicto cristero fue una especie de «paz a medias», que implica una especie de simulación entre el Gobierno y la Iglesia que ha abarcado casi todo el siglo XX hasta nuestros días, ¿comparte esta opinión? ¿Cuál es su percepción?

–Ismael Flores Hernández: Mientras el gobierno sea liberal penderá sobre la Iglesia la espada de Damocles de la Constitución 1857/1917. Pero también sobre el gobierno penderá la fuerza del pueblo católico. El gobierno debe gobernar para el bien común; la Iglesia debe, como siempre gobernar a los fieles en lo espiritual, lo cual redundará en el bien social, o sea también para un legítimo beneficio en el orden temporal.

Por Gilberto Hernández García

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ZENIT Staff

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