CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 junio 2007 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado al arzobispo argentino Leonardo Sandri, de 63 años, hasta ahora sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, según informó este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede.
Sustituye al cardenal Ignace Moussa I Daoud, patriarca emérito de Antioquía de los Sirios, de 76 años, quien había presentado la renuncia por motivos de edad.
El arzobispo Leonardo Sandri dio al mundo la noticia de la muerte de Juan Pablo II en la noche del 2 de abril de 2005 en la plaza de San Pedro del Vaticano y leía los discursos que el Papa Karol Wojtyla no lograba leer a causa de su enfermedad.
Nacido en Buenos Aires (Argentina), el 18 de noviembre de 1943, en el seno de una familia de origen italiano, fue ordenado sacerdote el 2 de diciembre de 1967, incardinado en la diócesis de la capital argentina.
Se licenció en Teología en la Universidad Católica Argentina y en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Entró al servicio diplomático de la Santa Sede en 1974, prestando su servicio e la representación pontificia de Madagascar y de 1977 a 1989, en la Secretaría de Estado. De 1989 a 1991, fue consejero en la nunciatura apostólica en los Estados Unidos.
El 22 de agosto de 1991 fue nombrado regente de la Prefectura de la Casa Pontificia y el 2 de abril de 2 de abril de 1992 asesor para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado.
El 22 de julio de 1997 fue nombrado nuncio apostólico en Venezuela y elegido arzobispo titular de Cittanova, siendo consagrado obispo el 11 de octubre de ese mismo año.
El 1 de marzo de 2000 fue nombrado nuncio apostólico en México.
El 16 de septiembre de 2000, fue nombrado sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado. Habla, además del español, italiano, francés, inglés y alemán.
En una declaración publicada por la Oficina de Información de la Santa Sede, el arzobispo Sandri afirma: «Soy consciente de que se me confía el gran “tesoro” de la oración litúrgica, de la tradición espiritual, de la vida monástica, y de la vida de tantos santos, de la enseñanza de los Padres y de los Doctores de la Iglesia de Oriente».
«Un «tesoro» que esperamos que también hoy sea buscado, actualizado, profundizado y amado, para que pueda ofrecer a las expectativas modernas de la Iglesia y del mundo de nuestro tiempo la riqueza de doctrina y de espiritualidad de la tradición oriental».
En particular, el arzobispo concluye el saludo dirigiéndose a los cristianos «que sufren en Tierra Santa, en Irak, en el Líbano, y allí donde hay guerra, violencia, miedo y la incertidumbre del futuro. Pienso en aquellos que tienen que dejar su propia patria y todo lo que tienen».