BERLÍN, sábado, 17 junio 2006 (ZENIT.org).- A muchas personas no les entusiasma la Copa del Mundo de Alemania. En los meses precedentes, aumentaron las protestas por los planes de “importar” un gran número de mujeres que sirvan de prostitutas a los turistas que visitan Berlín para ver los partidos.
En el 2002 se legalizó la prostitución en Alemania y ya el año pasado la situación de estas mujeres era dramática, advertía el periódico británico Telegraph en un artículo el 30 de enero de 2005.
El artículo narraba la experiencia de una mujer de 25 años que, tras rechazar un empleo para proporcionar “servicios sexuales” en un burdel de Berlín, se enfrentó a recortes en su subsidio de desempleo.
Los propietarios de burdeles tienen acceso a las bases de datos oficiales de quienes reciben el subsidio de desempleo. La mujer, cuyo nombre no se daba en el artículo, había dicho que quería trabajar en un bar por las noches, y había trabajado en un café. Poco después recibió una carta de la agencia de trabajo diciéndole que alguien, a quien tenía que llamar, quería contratarla. Sólo entonces se dio cuenta de que estaba llamando a un burdel.
La legislación social de Alemania obliga a toda mujer con menos de 55 años que lleve sin trabajo más de un año a aceptar cualquier trabajo disponible – incluyendo la industria del sexo – o a perder sus ayudas, informaba el Telegraph. El gobierno ha considerado hacer una excepción con los burdeles, pero luego lo descartó.
Brunhilde Raiser, directora del Consejo Nacional de Organizaciones Alemanas de Mujeres, declaró que en su país, “la prostitución forzada todavía no se ha convertido en un tema de preocupación pública como una grave violación de los derechos humanos y de la mujer”. Sus declaraciones aparecieron el 5 de mayo en el Christian Science Monitor, antes del mundial.
Tarjeta roja
Radio Vaticana entrevistó el 8 de junio a Mons. Agostino Marchetto, secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, sobre el problema de la prostitución durante el torneo de fútbol.
Adoptando terminología futbolística, afirmó que la industria del sexo, sus clientes y las autoridades se merecían una “tarjeta roja” por aprovecharse el acontecimiento deportivo para promover la prostitución. Citaba estimaciones de que más de 40.000 mujeres, muchas de ellas en contra de su voluntad, serán contratadas en centros de prostitución en Berlín y las áreas circundantes durante estas semanas.
Mons. Marchetto habló también del trabajo que la Iglesia hace para ayudar a estas mujeres a escapar de la prostitución, ayudándoles a obtener la capacidad para conseguir un empleo alternativo. Sólo en Italia, cerca de 200 religiosas están implicadas en esta actividad pastoral.
En Alemania misma, la organización de la Iglesia Solidaridad con las Mujeres Necesitadas, o Solowodi, ofrecen una amplia serie de servicios, incluyendo vivienda, educación y centros de ayuda.
Caritas Internationalis revelaba el 24 de mayo en una nota de prensa la extensión del problema de la prostitución. Duncan McLaren, secretario general de la organización vaticana, estimaba que la industria de la prostitución en Alemania alcanza los 18.000 millones de dólares al año. Al menos tres cuartas partes de las mujeres son extranjeras, la mayoría de ellas de países europeos del este.
También indicaba que, según la Organización Internacional para las Migraciones, cada año se trafica en Europa occidental con cerca de medio millón de mujeres, normalmente contra su voluntad para que trabajen como esclavas sexuales. La mayor parte son engañadas con promesas de trabajos bien remunerados.
Los aficionados al fútbol, comentaba MacLaren, no deberían empañar el buen nombre del juego explotando a otros seres humanos. “Animamos a todas las personas de buena voluntad a que alcen su voz contra un comercio maligno que trata a las mujeres como cosas y no como hechas a imagen de Dios”, afirmaba.
La preocupación por el tema se ha extendido al mismo mundo del fútbol, observaba el periódico británico Guardian el 30 de mayo. “Es bastante humillante para mí que el fútbol se relacione con alcohol y violencia”, afirmaba el seleccionador de Francia, Raymond Doménech. Pero esto es peor, comentaba. “Se habla de seres humanos como de ganado, y se relaciona al fútbol con esto”.
Lars-Ake Lagrell, presidente de la Asociación de Fútbol de Suecia, también protestó, con el apoyo de Claes Borgström, defensor del pueblo sueco para la igualdad. Suecia, de hecho, criminalizó la venta de servicios sexuales hace siete años tras una larga campaña de las feministas, explicaba el Guardian. Desde entonces, el tráfico en el país ha descendido.
Meros instrumentos
El Catecismo de la Iglesia Católica indica claramente: “La prostitución atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella” (No. 2355). La prostitución es un grave pecado, aunque el Catecismo observa que factores como la miseria, el chantaje o la presión social pueden atenuar el juicio moral de los implicados en la venta de sexo.
La prostitución, junto con el tráfico de mujeres y chicas, es “una plaga en aumento”, comentaba Mons. Celestino Migliore el 14 de octubre. El observador permanente de la Santa Sede antes las Naciones Unidas hizo esta observación durante la sesión de la Asamblea General, reunida para examinar la puesta en práctica de la Conferencia sobre la Mujer de Pekín de 1995. Mons. Migliore también indicó que la prostitución suele estar relacionada con la violencia contra las mujeres.
El Papa Juan Pablo II condenó en numerosas ocasiones el tráfico de mujeres y niños. “La trata de personas humanas constituye un ultraje vergonzoso a la dignidad humana y una grave violación de los derechos humanos fundamentales”, escribía en una carta a Mons. Jean-Louis Tauran, quien entonces era secretario vaticano para las relaciones con los Estados.
La carta, con fecha de 15 de mayo de 2002, fue escrita con ocasión de una conferencia internacional sobre el problema de la trata de seres humanos. “En especial”, escribía Juan Pablo II, “la explotación sexual de mujeres y niños es un aspecto particularmente repugnante de este comercio y debe considerarse como una violación intrínseca de la dignidad y de los derechos humanos”.
La irritante tendencia a ver la prostitución como un negocio o una industria no sólo contribuye a la trata de seres humanos”, añadía el Papa, “sino que, de por sí, es la prueba de una tendencia cada vez mayor a separar la libertad de la ley moral y a reducir el rico misterio de la sexualidad humana a mero producto de consumo”.
El Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes celebró un encuentro internacional en junio del año pasado sobre el cuidado pastoral de las mujeres implicadas en la prostitución. Una mujer en la prostitución en muchos casos “está pidiendo a gritos ayuda porque no ha elegido voluntariamente vender su cuerpo en la calle”, observaba el documento conclusivo. “Cada persona tiene una historia diferente, sobre todo cuando se trata de violencia, abuso, desconfianza, falta de autoestima, miedo y carencia de oportunidades”.
En cuanto a los clientes de la prostitución, el encuentro del pontificio consejo comentaba que con frecuencia los hombres se implican en estas prácticas por problemas personales de fondo, o por un deseo de dominar. “Comprar sexo a una prostituta”, advertía el documento, “no resuelve los problemas que surgen de la soledad, la frustración o la falta de verdaderas relaciones”.
El documento también comentaba que estos explotadores de mujeres necesitan no sólo una educación en la jerarquía de valores y en los derechos
humanos. También necesitan escuchar una condena clara de su mal e injusticia por parte de la Iglesia, si no la escuchan del estado.
El documento conclusivo recomendaba además que se trabajara más con los grupos de jóvenes, en escuelas, parroquias y familias, para desarrollas ideas correctas sobre las relaciones humanas, el respeto y la sexualidad. Muchos podrían decir que un buen lugar para comenzar sería Alemania.