MILAN, 5 febrero 2002 (ZENIT.org–Avvenire).- El embrión humano es uno de nosotros. Esta constatación puede iluminar la reflexión de los juristas que hoy día se preguntan cómo dar un estatuto jurídico a la vida humana en su fase inicial, propone uno de los máximos expertos en Bioética y Derecho a nivel mundial.
El profesor Francesco D´Agostino, presidente honorario de la Comisión Italiana de Bioética, comenta así las palabras de Juan Pablo II del pasado domingo en las que pedía el reconocimiento jurídico del embrión humano.
–¿Qué perspectivas abre el llamamiento del Papa?
–Francesco D´Agostino: El del embrión humano es mucho más que un mero problema jurídico: se trata de una cuestión ontológica y ética que está en la raíz de la mayor laceración espiritual de nuestro tiempo, incapaz de reconocer el valor absoluto de la vida. En este sentido, es importantísimo, pero no es en sí mismo suficiente que el derecho reconozca formalmente la subjetividad del embrión; hace falta que este reconocimiento se funde y presuponga la plena conciencia sustancial de que la vida embrional es auténtica vida humana y que tiene que ser protegida como cualquier otra vida humana. A partir de este reconocimiento que, repito, es al mismo tiempo ontológico y ético, se deben poner a trabajar los juristas para detectar las técnicas jurídicas más adecuadas para dar una dimensión social.
–Esta propuesta ha sido anticipada por el Movimiento por la Vida desde hace tiempo…
–Francesco D´Agostino: La propuesta del Movimiento por la Vida se justifica y se explica sólo si se constata cuánto se ha debilitado la defensa de la vida en nuestro clima cultural. Hasta la aprobación de las legislaciones abortistas y antes de que el progreso de la biomedicina no nos pusiera ante realidades como los embriones congelados, manipulados, destruidos, comprados y vendidos, la tutela de la vida naciente estaba plenamente garantizada, sin que se advirtiese la necesidad de batirse por reconocer capacidad jurídica al embrión. El hecho de que hoy se haya abierto esta batalla y que se invoque la intervención de una norma jurídica absolutamente innovativa, muestra hasta qué punto y con qué rapidez está cambiando el contexto científico y cultural en el que vivimos.
–La petición del Papa ha tenido una resonancia fuerte.
–Francesco D´Agostino: Ciertamente. La preocupación fundamental del Papa no es tecno-jurídica sino evangélica: es la defensa de la vida y no el reconocimiento de la subjetividad jurídica de los embriones el elemento constitutivo del mensaje cristiano. La pretensión de que cada ser humano desde la concepción, y no simplemente desde el momento del parto, deba ser considerado sujeto de derecho puede impresionar a la opinión pública y hacer reflexionar a todos sobre el hecho de que la vida debe ser siempre defendida con pasión.
–Las noticias de embriones manipulados, úteros alquilados, se multiplican. ¿Sería distinto si el embrión tuviera capacidad jurídica?
–Francesco D´Agostino: Es lo que desean los promotores del Movimiento para la Vida y es lo que me auguro yo también. Es difícil sin embargo prever las infinitas situaciones concretas que se crearían. Para resolver muchas de ellas, no creo que baste el mero reconocimiento de la capacidad jurídica del embrión. Hace falta una buena ley sobre la fecundación asistida que ponga límites muy restringidos a muchas prácticas de manipulación y de comercialización de la vida naciente hoy lamentablemente muy frecuentes. Sigo pensando que la propuesta del Movimiento por la Vida no valga porque sea capaz de resolver milagrosamente y de una vez por todas tantas cuestiones bioéticas, sino porque es portadora de un mensaje sencillo pero simbólicamente alto y fuerte: el embrión humano es uno de nosotros.