Dolores Sopeña, un regalo de Dios para la sociedad de su tiempo

Entrevista con el Postulador de la Causa de Canonización

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MADRID, 4 abril 2003 (ZENIT.org).- Impulsada por su afán evangelizador en el mundo obrero, María Dolores Rodríguez Sopeña demostró con su vida que la santidad es un camino comprometedor, pero posible para todos los cristianos, como recordó Juan Pablo II al proclamarla beata el 23 de marzo pasado.

Para profundizar en el mensaje y en la vida de la nueva beata española, Zenit entrevistó al Postulador de la Causa de Canonización, el padre Antonio Sáez de Albéniz, o.ss.t. A punto de cumplir 46 años de sacerdocio, ha ejercido 25 años de su ministerio como misionero en Madagascar.

–¿Cómo describiría a María Dolores Rodríguez Sopeña? ¿Qué le impulsó al apostolado entre los barrios marginados de las sociedades de la revolución industrial?

–Antonio Sáez de Albéniz: Estoy plenamente de acuerdo con lo que, hace ya tiempo, leí sobre ella: «Dolores Sopeña es un regalo de Dios para la Iglesia, para la sociedad de su tiempo y para las categorías sociales más desfavorecidas». Dolores era hija de un juez, perteneciente, obviamente, a una clase social más bien elevada. Sus padres estaban imbuidos de fe religiosa y supieron infundir en ella, por una parte, sentimientos de compasión hacia los más desfavorecidos, y por otra el sentido de la justicia y la certeza de que todos los hombres son iguales ante Dios. Por eso ella, desde muy joven, casi una niña, se fijó en las personas heridas en su dignidad humana y humilladas, y buscó la manera de hacerles recobrar la dignidad para luego hablarles de un Dios que es Padre.

Añado que Dolores Sopeña fue también fue un regalo para muchísimas personas pertenecientes a clases más pudientes y cultas, como la suya, porque supo transmitirles la inquietud evangélica que la invadía y las llevó a acercarse a los más humildes y a considerar a los pobres y oprimidos como hijos del mismo Padre y miembros de una misma familia en Cristo.

–En la Eucaristía en la que el Papa proclamó beata a María Dolores
Rodríguez Sopeña, Juan Pablo II afirmó que ésta «quiso responder al reto de
hacer presente la redención de Cristo al mundo obrero». ¿Qué dificultades presentaba entonces la evangelización de ese ámbito?

–Antonio Sáez de Albéniz: Como suele pasar en la vida de las personas, las inquietudes evolucionan con la edad y según las circunstancias que se atraviesan. La preocupación de Dolores por los obreros fue siempre muy real, pero cuando se metió de lleno en ese ambiente fue a su vuelta de Cuba. La afirmación del Santo Padre es una verdad muy grande. Era el tiempo de la «Rerum Novarum», de León XIII, pero prácticamente la Iglesia estaba perdiendo las masas trabajadoras.

Dolores, que tenía en la mente y en el corazón el deseo y el proyecto de «hacer de todos una sola familia en Cristo», recibió impulso y bases de fe en la oración y con la ayuda de clarividentes directores espirituales y algunas personalidades de la Iglesia, como el cardenal Sancha. Para ella, era un sufrimiento ver que gente que había recibido el bautismo, la semilla de la filiación divina, se alejara de Dios y de su Iglesia por ignorancia o por carecer de guías.

— ¿Cómo comenzó la obra de Dolores Sopeña?

–Antonio Sáez de Albéniz: De niña acompañaba a su madre, que pertenecía a las Conferencias de San Vicente de Paúl, a visitar a los enfermos y otros necesitados. Luego comenzó a ir sola o con una amiga a visitar a algunos enfermos contagiosos a los que ayudaba, limpiaba, etc. Ella consideraba estas visitas –uno de estos enfermos era un leproso abandonado de todos– como el inicio de su apostolado.

Más tarde pasó a Puerto Rico y a Cuba, donde su padre fue Fiscal del Estado. En Santiago de Cuba iba a «perderse» en los barrios más bajos, donde habitaba la gente de color y personas marginadas. Sabía muy bien que la ignorancia causa estragos entre los pobres. Por eso comenzó enseñando a leer y a escribir a aquella gente. Su enseñanza era promoción humana y educación, todo a la vez. Se fueron formando muchos grupos a los que ya no podía atender personalmente. Otras personas se sumaron a su acción y así fueron naciendo las «Doctrinas», que cristalizaron en los grupos que perduran, y por cierto muy vivos, en nuestros días, incluso en la Cuba comunista.

— ¿Cómo trabajó María Dolores Rodríguez Sopeña a favor de la promoción de la mujer de aquella época?

–Antonio Sáez de Albéniz: En Madrid tenía por costumbre ir a visitar las mujeres en la cárcel y en los hospitales. Una vez que fue acompañada de una amiga, una detenida, próxima ya su liberación, les dijo: «Apuesto a que no sois capaces de venir a visitarme en el barrio donde yo vivo. Hasta ahora ninguna persona de bien ha sido capaz de entrar allí. Pero os aseguro que tenemos necesidad de todo». Dolores fue a ese barrio. Resultó ser el «Barrio de las Injurias».

Se encontró un panorama desolador: familias viviendo en condiciones infrahumanas, corrupción, delincuencia… Allí encontró a la «familia obrera privada de su dignidad». Pero eso no la acobardó, sino todo lo contrario, la impulsó a volver una y mil veces a aquel lugar. Acabó haciéndose aceptar incluso por los hombres. También allí nacieron grupos y centros culturales y catequísticos. La actividad incansable de Dolores no se quedó sólo en la enseñanza teórica, sino que suscitó centros de promoción en los que las mujeres iban a «aprender sus labores»: la manera de cuidar y criar a los niños, limpieza, costura, etc. Aquellas mujeres, al elevar sus conocimientos culturales y prácticos, se hacían conscientes de su propia dignidad humana. Actualmente, esos centros son numerosos, siempre gestionados por la Familia Sopeña. La Superiora General del Instituto Catequista Dolores Sopeña es, al mismo tiempo, Presidenta de la Familia Sopeña, aunque los Grupos siguen siendo autónomos.

–El cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, señaló en la cadena COPE el domingo 23 de marzo –día de la beatificación– que María Dolores Rodríguez Sopeña «es pionera de la presencia seglar vivida de forma consagrada en el mundo». ¿Mantiene esta propuesta de vida todo su vigor en la actualidad?

–Antonio Sáez de Albéniz: Sí, sigue adelante con mucho vigor. Yo, como postulador, he podido constatar que la beatificación de la Fundadora ha despertado una gran alegría y disponibilidad en cuantos reclaman su herencia espiritual, social y cultural. Puede decirse que a Dolores le fue impuesta por las circunstancias, y no sólo por ellas, la fundación de un instituto religioso. Ella fue seglar, aunque había hecho sus votos privados, hasta que a fin de dar asistencia y permanencia a los Centros, se decidió a fundar el Instituto religioso. Pero los pertenecientes a sus grupos de cultura y catequesis (OSCUS), unidos con las religiosas en la «Familia Sopeña», siguen siendo seglares.

Las religiosas del Instituto Catequista Dolores Sopeña nunca llevaron hábito religioso. Llevarlo habría sido un impedimento para entrar en los ambientes descristianizados y con frecuencia radicales y anárquicos en los que desarrollaban su apostolado. Ella tenía su línea de acción y sabía dosificar las enseñanzas y hablar de Dios y de Jesús cuando la gente se abría y recobraba su propia dignidad. Ciertamente, cuando lo hacía se sentía satisfecha: dar a conocer a Jesús a aquella gente era el fin de sus anhelos. Así contribuía eficazmente a «Hacer de todos una sola familia en Cristo Jesús», su lema.

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ZENIT Staff

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