BUENOS AIRES, 6 julio 2003 (ZENIT.org–AICA).- El arzobispo de Resistencia, monseñor Carmelo Giaquinta, ha pedido «no caer una vez más en la magia» de creer que la «profunda crisis moral» que padece Argentina ha sido superada con el primer mes de gobierno del nuevo presidente.
«El problema argentino –aclara el titular de la Comisión Episcopal de Pastoral Social– es grave y viene de lejos; es normal, entonces, que su terapia deba ser profunda y requiera mucho tiempo».
El prelado ha enumerado algunos aspectos que hacen a la crisis moral del país.
Citó, entre otros, «el exceso de sentimiento en la política, el desprecio de la ley, que va desde la teoría divulgada que la ley civil no obliga en conciencia (sin distinguir si es justa o no), hasta el abandono de la catequesis sobre los Mandamientos; el desconocimiento de lo que es democracia; la resistencia a admitir la realidad del pluralismo cultural; el abuso de la piedad popular para ocultar falencias del testimonio cristiano en la vida social; y la concepción mágica de la vida y, en especial, del Estado. A los que agregó otros elementos como “la situación internacional, la deuda externa, el ocaso de viejas ideologías y el surgimiento de nuevas, como el colapso del comunismo y el renacimiento del capitalismo salvaje».
El prelado hizo estas consideraciones al desarrollar el tema «Argentina… ¿y ahora qué?» durante una conferencia ofrecida en el marco del Foro Nacional de Laicos que, entre el sábado y el domingo organizó el Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina en la sede de la Universidad Católica Argentina.
Antes de señalar qué se puede hacer para superar la crisis desde la Pastoral Social, monseñor Giaquinta la comparó con un «tronco corpulento, con tres grandes ramas»: El testimonio de la caridad, la formación de la conciencia ciudadana y el apoyo al diálogo político.
Si bien se refirió sintéticamente a la primera y a la tercera, prefirió hacer énfasis en la segunda (formar la conciencia social de cada cristiano y de la comunidad eclesial, y evangelizar en el mismo sentido a la sociedad), dado que «urgente de toda urgencia es que la Iglesia asuma su responsabilidad en la formación del cristiano en cuanto ciudadano de este mundo. Pues mucha de la oscuridad reinante en el campo social, a pesar de toda la doctrina que la Iglesia difunde, se debe a que muchos de sus hijos piensan que ella les está hablando sólo a los otros, a los de fuera. Y que esos no son problemas que a ellos le atañan. Lo mismo digamos de los problemas de asistencia y promoción. E igualmente de los de diálogo político».
«Digámoslo sin vueltas. Muchos de tales problemas existen porque son pocos los cristianos que sean buenos ciudadanos –reconoció… De hecho, el Estado argentino, a pesar de estar lleno de personal que se profesa católico, y de contar con recursos cuantiosos para la asistencia y promoción social, impide que los recursos lleguen al pueblo. ¿Sucedería esto si la mayoría de los cristianos empleados en él fuesen ciudadanos probos? Lo mismo vale de los partidos políticos y de los sindicatos. ¡Cuántos de sus integrantes se profesan católicos! Y, sin embargo, están corroídos por una corrupción espantosa, que ha minado a la Argentina».
Sugerencias para la renovación
Monseñor Giaquinta ofreció, asimismo, algunas sugerencias para renovar la Pastoral Social. A saber:
–Volver a la Teología de la creación: «Una primera tarea de la Iglesia para la formación del cristiano como ciudadano es volver a enseñar la primera página del libro del Génesis: que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y lo puso en el Jardín de Edén para que lo cuidara y cultivara. Y para eso lo dotó de inteligencia, voluntad, dos brazos, amor a su mujer e hijos, y tierra bajo sus pies. Es decir, Dios creó al hombre con todos los recursos para enfrentar los problemas de la vida y resolverlos. De hecho, éste es el primer artículo de nuestra fe: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra»».
–Volver a la Teología del Trabajo: «En la Argentina hoy abunda el trabajo chapucero, mal hecho, a desgano, casi con bronca. No siempre es fácil encontrar un trabajador competente y honesto. Hemos de recuperar la Teología del Trabajo, gracias a la cual entendemos que el Trabajo nos asemeja a Dios creador, que se alegra con su obra: «Y vio Dios que era bueno»».
–Iluminar y rescatar la misión de los Gremios y Sindicatos: «Los gremios y sindicatos están para la defensa del trabajador. La principal defensa es la mejor capacitación profesional y moral del mismo. Un trabajador así dignificado impone respeto al patrón. Y es frecuente que éste entienda que el trabajador es el capital más importante de su empresa, y lo quiera retener y promover. Lamentablemente, muchos gremios y sindicatos se han olvidado de esta tarea capital y se han reducido a la lucha por el aumento permanente del sueldo, que es pensada muchas veces sólo desde los intereses de los jefes sindicales y gremiales, los cuales instrumentan los reclamos para cuidar su liderazgo».
–Descubrir la sociedad como estructura interfamiliar: «Es preciso rescatar la visión de los orígenes de la sociedad. Ésta es básicamente una sociedad interfamiliar, que impulsa a cultivar entre las familias vínculos de amistad, servicio y ayuda mutua. De este modo las familias y cada uno de sus miembros pueden alcanzar más fácilmente su propia perfección».
–Descubrir y amar a la sociedad como prójimo colectivo: «Nuestra catequesis ha puesto el énfasis en el prójimo, y especialmente en el pobre, según enseña Jesús (Mt 25,31-46). Hoy es preciso descubrir también a la sociedad como prójimo colectivo digno de amor. Y esto, desde sus concreciones más pequeñas (el vecino, los vecinos, la cuadra, el vecindario, el barrio), hasta las más grandes (el pueblo, el municipio, la provincia, la región interprovincial, la nación), y también las internacionales (Mercosur, UE, etc.)».
–Descubrir la comunidad política como sociedad necesaria: «No basta cualquier tipo de asociación interfamiliar. Por ello nuestra catequesis ha de subrayar la necesidad de la comunidad política, con sus autoridades y diversos poderes, y también con los ciudadanos con sus deberes y derechos».
–Descubrir la dignidad de la vocación política: «La vocación política es la más noble de las vocaciones terrenales, pues su misión es construir la «polis» o ciudad terrena, en justicia, verdad, libertad y solidaridad, y hace posible así las demás vocaciones humanas, incluso la contemplativa y religiosa».
–Descubrir el valor de la micropolítica: «Por micropolítica entiendo la educación del ciudadano, que se imparte en la familia, en la escuela y en la catequesis, con la palabra y el ejemplo. Sin esta educación, la comunidad política y la vocación política no tienen sustento».
–Descubrir al Estado como creación de los ciudadanos: «El Estado es una construcción de los ciudadanos para que los defienda y ayude a conseguir el bien común. Éstos lo construyen con el pago de los impuestos, la exigencia de su buena administración, el cumplimiento de las leyes, la crítica sincera. El Estado no debe ser ni grande ni chico. Debe ser fuerte, justo, y contar con estructuras adecuadas a la consecución del bien común».
Descubrir al ciudadano como sujeto de deberes: «Todo derecho tiene su correspondiente deber. Una educación que sólo enfatizase los derechos estaría equivocada. No basta concebir al ciudadano como sujeto de derechos. Éste tiene deberes a cumplir. Y éstos no se agotan en votar cada cuatro años, sino que abarca una amplia gama, que incluye:
* deberes menores, que consisten en servir constantemente al prójimo colectivo a través de pequeños gestos (cuidar la limpieza de los espacios públi
cos, evitar ruidos molestos, ser buen vecino, hacer bien el propio trabajo);
* deberes mayores ( abonar a tiempo los impuestos y servicios);
* deberes máximos (votar al presidente de la Nación o enjuiciarlo)».
–Descubrir al cristiano como ciudadano del mundo: «Una auténtica espiritualidad mira al cristiano tanto como miembro de la Iglesia, cuanto de la sociedad civil, según lo enseña el apóstol San Pablo (Rom 12-13). Éste, si bien es peregrino del cielo, no es fugitivo de la tierra».
–Profundizar la visión del pobre: «Hasta fines de los años 60, en la pastoral de la Iglesia dominaba la figura del trabajador. De hecho, la espiritualidad sacerdotal que se cultivaba en los Seminarios tenía una relación profunda con la Juventud Obrera Católica (J.O.C.). A partir de entonces, y en especial desde Medellín, se ha hecho más presente la figura del “pobre”. No son figuras que se contrapongan, sino que se complementan. Sería bueno hacer el intento de la complementación, pues si se insistiese unilateralmente en la figura del pobre, podría cederse a la tentación de considerarlo sólo como un oprimido, sin capacidad de enfrentar sus problemas y de volverse dueño de su destino».
–Apoyar la revisión de los partidos políticos y sindicatos: «Los partidos políticos y los sindicatos son dos formas de representación (política y social) necesarias, pero que muchas veces se han corrompido profundamente, adoptando incluso estilos mafiosos de proceder. Necesitan una autocrítica a fondo. Y la ciudadanía toda ha de ayudarlos a hacerla».
–Revisar el ejercicio del derecho a la protesta: «La Iglesia reconoce el derecho al reclamo, incluso mediante formas legítimas de protesta (huelga), que sean conducentes al fin y no hieran el bien común. En la Argentina se han venido difundiendo formas de protesta que indican un estado de desesperación, pues no reparan en herir los derechos de terceros. ¿Cómo reclamar hoy según justicia? Los hindúes supieron reclamar y obtuvieron su independencia de Gran Bretaña sin disparar un sólo tiro. ¿Y los argentinos que nos decimos mayoritariamente cristianos y católicos?».
–Retomar sugerencias y aportar nuevas: «A las recién propuestas por mí, se pueden agregar las sugerencias que hice en la Primera Parte de mi exposición hecha en la Facultad de Teología, y que tienen que ver con:
a) el respeto de la ley civil;
b) la comprensión y ejercicio de la democracia;
c) el estudio del pluralismo cultural;
d) el cultivo y renovación de la piedad popular para suscitar el compromiso del cristiano como ciudadano;
e) la superación de la concepción mágica de la vida y en especial del Estado».
«Habrá sin duda –concluyó el prelado– muchas sugerencias más que hacer para construir una conciencia ciudadano». «La tarea de reconstrucción espiritual de la Patria es tan enorme que ningún aporte es despreciable».