Alerta desde la Santa Sede: Cientos de miles de personas siguen con lepra en el mundo

Que el retroceso de la enfermedad no implique retroceso de esfuerzos, pide el dicasterio para la Salud

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 enero 2006 (ZENIT.org).- Una disminución en el número de leprosos no debe implicar una menor atención a ellos y a todos los factores que giran en torno a esta enfermedad, alerta el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud.

La 53ª Jornada Mundial de la Lepra (29 de enero de 2006) es ocasión para que el presidente del citado dicasterio, el cardenal Javier Lozano Barragán, recuerde en un mensaje –enviado a Zenit– que a inicios del año pasado los casos declarados de lepra superaban ampliamente el cuarto de millón.

Desglosa el purpurado las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS): «Al comienzo de 2005, los casos declarados de lepra en África eran 47.596; en América 36.877; en el Sudeste de Asia 186.182; en el Mediterráneo oriental 5.398, y 10.010 en el Pacífico occidental».

Y es que, aunque «el progreso científico, farmacológico y médico permiten que en la actualidad dispongamos de medicamentos y de cuidados terapéuticos eficaces para la curación de la lepra en sus primeros estadios, sin embargo permanecen aún amplias franjas de personas enfermas y vastas zonas en el mundo que no gozan aún de estas posibilidades de tratamiento, debido a varias causas que se deberían analizar y evaluar», advierte.

Por otro lado, datos de la OMS –ante los cuales el purpurado muestra su satisfacción– revelan un retroceso de la enfermedad: de los 763.262 enfermos en 2001 se pasó a 407.791 en 2004.

Pero una «justa y compartida satisfacción por los resultados logrados en la lucha contra la enfermedad de Hansen no debe comportar un menor empeño o un olvido de las necesidades permanentes, de las causas endémicas de la enfermedad, de los prejuicios aún existentes, de las eventuales disfunciones organizativas», subraya el purpurado.

«Disminuir la atención hacia el problema sería particularmente dañino» –considera–, «sobre todo en el momento en que, si lo quisiéramos de modo enérgico, se podría hacer un esfuerzo decisivo para tratar de derrotar definitivamente y en todas partes del mundo la enfermedad de la lepra».

Organización y formación son las líneas maestras para lograr este objetivo, según el mensaje del dicasterio.

Se «requiere una mejor y constante colaboración entre los Organismos internacionales, los Gobiernos nacionales y regionales, las Organizaciones no gubernamentales comprometidas en este campo, las Iglesias locales y las entidades operantes en el territorio, en torno a programas orientados y conectados entre sí», detalla el purpurado.

Se trata de lograr un desarrollo organizativo y «de canales más eficientes y garantizados para la distribución gratuita de los fármacos, y el atento cuidado de la higiene», se lee en el documento.

Así se podría dar una respuesta mejor «a las necesidades actuales de prevención y de cuidado de las personas con riesgo o que ya están afectadas por la enfermedad de la lepra», aclara.

La otra necesidad que hay que afrontar actualmente –la formación– pasa por «preparar sobre todo en los diferentes países y en las zonas donde está más presente la lepra, grupos de agentes socio-sanitarios que sean capaces de actuar en el territorio diagnosticando a tiempo la presencia de la enfermedad y de atenderla tanto en la fase inicial como en su desarrollo», explica el cardenal Lozano Barragán.

De aquí también «la necesidad de proyectos formativos debidamente programados» y de «tener un conocimiento más preciso de la realidad y de las zonas no suficientemente atendidas o a las que aún no han llegado los distintos programas sociales y terapéuticos», añade.

Expresando su reconocimiento por cuantas comunidades cristianas esparcidas por el mundo luchan contra la lepra y cuidan amorosamente a quienes la sufren, el purpurado concluye invitando a renovar un «compromiso común de solidaridad, de sensibilización respecto al problema» y de apoyo a las «misiones comprometidas particularmente en este campo».

La Jornada mundial de los enfermos de lepra es una gran cita de solidaridad que se renueva desde hace más de medio siglo. Fue instituida en 1954 por Raoul Follereau, quien incluía la lucha contra la lepra en un compromiso más amplio de lucha contra toda forma de marginación y de injusticia.

Escritor, periodista y poeta francés, Follereau (1903-1977) dedicó toda su vida a combatir la enfermedad de Hansen.

El compromiso en la lucha y prevención de la enfermedad y en la reinserción social de los enfermos involucra a numerosos institutos misioneros, organizaciones religiosas y laicas esparcidas por todo el mundo.

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ZENIT Staff

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