Católicos «oficiales» se unieron a la canonización de los mártires chinos

Habla el arzobispo misionero, monseñor Marcello Zago

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CIUDAD DEL VATICANO, 2 oct (ZENIT.org).- La canonización ayer de 120 mártires chinos ha soliviantado a las autoridades chinas. Para explicar su significado el arzobispo Marcello Zago, secretario de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, ha concedido una entrevista al diario.

«Las canonizaciones son un hecho muy importante para la Iglesia –explica –. Más que una beatificación porque este rito tiene por sí mismo un significado universal: propone nuevos santos a la veneración de toda la Iglesia y no sólo de un determinado territorio. En la celebración de ayer, este hecho era especialmente evidente: han sido canonizados los mártires chinos pero también la norteamericana Katharine Drexel, la africana Giuseppina Bakhita y la europea María Josefa del Corazón de Jesús. Es una jornada por tanto en la que se manifiesta toda la catolicidad de la Iglesia. Y esto en el 1 de octubre, el mes misionero».

Monseñor Zago, de 68 años, religioso de los Oblatos de María Inmaculada. Desde 1959 hasta 1974 fue misionero en Laos. Allí fundó el Centro de Estudios y Diálogo con los Budistas dirigido por la Conferencia Episcopal de Laos y Camboya. On behalf of the Bishops’ Conference of Laos and Cambodia, he founded a Centre for Studies and Dialogue with Buddhists. Es considerado como uno de los máximos expertos católicos en cuestiones asiáticas y en budismo.

–La elección del 1 de octubre ha sido motivo de polémica por la coincidencia con el aniversario de la fundación de la República Popular china.

–Es una coincidencia completamente casual. Cuando se hizo el calendario del Jubileo, se eligió la fecha del 1 de octubre pensando en la fiesta de santa Teresa del Niño Jesús y en el mes misionero, que tiene su tradición: se celebra desde hace setenta años. Por lo demás, todo este mes de octubre del año santo tendrá la marca de la universalidad: se verá la próxima semana con el Jubileo de los obispos y luego, a fin de mes, con la Jornada Misionera Mundial.

–¿La celebración de ayer, por tanto, da el tono al octubre del Jubileo?

–Ciertamente. Sobre todo pide a la Iglesia que sea misionera, pues es su tarea específica.

–¿Qué efectos tendrá en las relaciones entre Roma y China la canonización de los 120 mártires?

–En las posturas de estos días, creo que es necesario distinguir entre los chinos y el Gobierno de la República Popular. Si Pekín ha reaccionado en el modo que sabemos, es porque muchos de los mártires murieron a mano de los Boxers, que los comunistas han considerado siempre como los precursores. Pero la postura de los cristianos chinos es muy diversa. Muchos, incluso en la llamada Iglesia «oficial», participaron espiritualmente en este momento. Los mártires aluden a lo que es la Iglesia y muestran lo que significa seguir a Cristo hasta el punto de dar la vida. Y en torno a esto no todos estamos unidos. Yo pienso que entre los católicos chinos hay un profundo deseo de unidad. En un documento oficial de la Asociación Patriótica publicado con este motivo, aún considerando duramente el momento de esta canonización, se concluye pidiendo a estos santos que intercedan por la Iglesia. Lo que testimonia que son figuras veneradas por todos en China.

–¿Qué pueden decir a los cristianos de otros continentes estos 120 mártires chinos?

–Que la fe es algo que puede ser propuesto y vivido en cualquier tiempo y en cualquier situación. En este grupo de mártires están juntos misioneros y chinos. Entre los laicos encontramos padres de familia, mujeres, ancianos y niños. Es hermoso ver cómo la fe ha creado entre ellos una unidad: murieron juntos sacerdotes llegados de lejos, chinos de larga tradición cristiana, fieles de recientísima conversión. Todos unidos en la fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. pero también en el amor a China.

–¿Los nuevos santos chinos nos dicen que Asia para los cristianos es el continente del tercer milenio?

–Creo que sí. No olvidemos, sin embargo, que los chinos no están sólo en Asia. Hay también comunidades en la diáspora: en todos los países donde se han asentado se han convertido en una presencia significativa desde el punto de vista económico y cultural. Los mártires son un elemento coagulante también dentro de este mundo, hacia el cual la Iglesia mira con gran atención.

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ZENIT Staff

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