«Doce días de bendiciones» para la Renovación Carismática Católica

Mil líderes carismáticos de todo el mundo se reúnen en torno a la santidad

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CASTEL GANDOLFO, 19 septiembre 2003 (ZENIT.org).- El predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa, predicará del 20 al 25 de septiembre un retiro espiritual sobre la santidad –según la Encíclica de Juan Pablo II «Novo Millennio Ineunte»– a un millar de responsables de la Renovación Carismática Católica procedentes de 72 países de los cinco continentes que desde este jueves se encuentran en la localidad italiana de Castel Gandolfo.

El retiro, programado en el Centro Mariápolis, está precedido por dos días de reflexión sobre el estado actual de la Renovación Carismática Católica y los desafíos para el futuro de esta «corriente de gracia» surgida en el entorno universitario estadounidense en 1967.

La Renovación se difundió rápidamente por todo el mundo a través de un fuerte redescubrimiento de la fe y de la acción del Espíritu Santo en la vida de los cristianos. Reconocido por el Consejo Pontificio para los Laicos, actualmente unos 120 millones de católicos participan de su espiritualidad.

El encuentro contará con la participación del cardenal James Stafford, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y del obispo Stanislaw Rylko, secretario de dicho dicasterio.

Se espera contar igualmente con el testimonio de invitados de otros movimientos, como Chiara Lubich –fundadora del movimiento de los Focolares– y de Andrea Ricardi –fundador de la Comunidad de San Egidio–, así como con la presencia de miembros de otras Iglesias cristianas.

En estos «Doce días de bendiciones» se ha programado para los participantes que lo deseen una peregrinación que, hasta el 30 de septiembre, recorrerá algunos de los santuarios más célebres de Italia, como San Giovanni Rotonto, donde vivía el padre Pío de Pietrelcina.

Sobre los desafíos que enfrenta la Renovación Carismática Católica habló este jueves ante los micrófonos de Radio Vaticana Oreste Pesare, director de la oficina de los «Servicios Internacionales de la Renovación Carismática Católica» (ICRSS, por sus siglas en inglés), con sede en el Vaticano.

–Se dice desde hace tiempo que para la Renovación Carismática ha llegado el momento de afrontar el desafío de la madurez eclesial. Hay quien teme que una cierta institucionalización del movimiento pueda apagar o redimensionar el carisma. ¿Qué opina de esta objeción?

–Oreste Pesare: Que posiblemente en los últimos tiempos ha habido también una incorrecta comprensión de las indicaciones y deseos del Santo Padre. Madurez eclesial no quiere decir de por sí que haya que encaminarse hacia una institucionalización. El Santo Padre, hablando de la madurez eclesial, recuerda que quiere que los laicos, y por lo tanto la Renovación Carismática entre ellos, tengan frutos de unidad y de compromiso. No habla en absoluto de estructuras. Que las estructuras, la institucionalización, sea un fruto necesario del crecimiento de un movimiento, esto sí; pero no debe ciertamente ir en perjuicio de la llamada principal de un movimiento o, como en nuestro caso, de una corriente de gracia.

La Renovación Carismática, de hecho, a diferencia de los demás movimientos, no es estrictamente un movimiento uniforme, sino que la Renovación Carismática –como nos enseñaba el cardenal Leo Jozef Suenens y en la actualidad nos enseña el padre Raniero Cantalamessa– es una gracia para toda la Iglesia católica. Es una corriente de gracia, es una obra del Espíritu Santo que después se concreta –y diría que puede incluso institucionalizarse— en diferentes asociaciones, organizaciones, comunidades que por sí mismas no definen completamente aquella que es la gracia de la Renovación Carismática, que sigue siendo siempre una gracia para toda la Iglesia católica.

El ICCRS se pone al servicio de toda esta variedad de carismas, de realidades, de asociaciones, de organizaciones, de comunidades esparcidas en el mundo. No considero que exista un riesgo de institucionalizar la Renovación Carismática. Podemos institucionalizar algunas expresiones que forman parte de la Renovación Carismática.

–En las enseñanzas del Papa se alude a menudo a la «espiritualidad de comunión». ¿Hay sitio en la Renovación Carismática para este tema, para esta exigencia de la vida eclesial?

–Oreste Pesare: Considero que éste es el carisma principal. Claramente ello no agota todo el potencial de la Renovación Carismática, pero la comunión, la unidad es el carisma principal de toda la Renovación Carismática. De hecho, la Renovación Carismática quiere expresar en el mundo de hoy la visión paulina del cuerpo de Cristo, según la cual en la Iglesia, esposa de Cristo, existen diversidad de carismas, diversidad de llamadas, diversidad de expresiones, diversidad de hábitos, pero todas van a parar al mismo Jesucristo y todas se reúnen en el poder del Espíritu Santo.

Nosotros, que somos definidos como carismáticos –si bien toda la Iglesia es carismática–, estamos llamados en primer lugar a testimoniar que es posible vivir la unidad y la comunión en la diversidad de expresiones. Esta, por lo tanto, es la primera llamada a la que nos sentimos impulsados, invitados también por el Santo Padre.

Lo que está sucediendo entre los distintos movimientos eclesiales es algo que nos entusiasma, nos sitúa entre los primeros protagonistas. Nosotros queremos continuar nuestro compromiso de construir una Iglesia católica unida en la diversidad. Tal vez –y voy un poco más lejos— esto quiere ser también un testimonio concreto para el futuro próximo en la Iglesia, para que también la unidad con las demás Iglesias pueda estar eventualmente basada en este principio de unidad en la diversidad, y por lo tanto queremos ser no sólo un testimonio para el mundo de hoy, sino que queremos convertirnos en un testimonio de unidad incluso en el ecumenismo, para que la esposa de Jesús sea una.

–¿Cómo resumiría el mensaje carismático para quien no conoce o desearía conocer mejor esta corriente espiritual?

–Oreste Pesare: La acción del Espíritu Santo lleva a la vida personal de cada hombre la muerte y la resurrección de Jesús. Él murió una vez por todos para que el mundo se salve; cada hombre, pasando por una experiencia verdadera y concreta de la vida en el Espíritu Santo, experimenta la salvación satisfecha por Jesús. Hemos recibido los sacramentos del bautismo, de la confirmación, del matrimonio; cada sacramento aporta una novedad de Espíritu Santo y aporta la plenitud del Espíritu Santo. Pero algunas veces el Espíritu Santo está un poco frustrado en nuestro interior, le hemos relegado en nuestro corazón. Aceptar el señorío de Jesucristo y la efusión del Espíritu Santo en nuestra vida quiere decir dar campo libre al Espíritu Santo para que opere en nuestra vida personal. Nuestra vida cambia. Entramos verdaderamente en una vida nueva donde ante todo nos encontramos en el corazón con Nuestro Señor Jesucristo y modificamos nuestro modo de ser, de pensar, nuestra mentalidad.

Es una experiencia espiritual que no tiene nada que ver con los esfuerzos y con el deber ser: es una relación personal, un encuentro con Jesús, es dejar espacio a la Trinidad para que venga a habitar en nosotros, como dice el Apocalipsis, a cenar con nosotros. Esta es la experiencia de la que somos testigos. Y deseo que el que oiga esta entrevista tenga interés en pedir al Espíritu Santo hoy mismo, arrodillándose en su propia habitación, que venga a visitarle. Esta experiencia es para todos. Ha sido satisfecha por Jesús en la cruz, e igual que ha cambiado nuestra vida, puede cambiar la vida del mundo.

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ZENIT Staff

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