El celibato no es la causa de la crisis de sacerdotes; aclara un experto

El problema: la falta de formación o motivación espiritual; según Cencini

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CIUDAD DEL VATICANO, 27 noviembre 2002 (ZENIT.org).- La crisis de algunos sacerdotes, cuya manifestación más dramática han sido los escándalos de los que la prensa se ha hecho eco, no es provocada por el celibato, aclara un experto en la materia.

El padre Amedeo Cencini, religioso de los Hijos de la Caridad, psicólogo y formador, analizó profundamente el fenómeno al presentar un informe ante la Asociación de los Rectores de los Seminarios Eclesiásticos de Roma (ARCER).

Ante unas 200 personas –sacerdotes, estudiantes, formadores…–, el P. Cencini centró su intervención en la necesidad de «Formarse para vivir como célibes», como decía el mismo título de su intervención, de la que ha recogido algunos pasajes el portal Vidimus Dominum.

Comenzó diciendo que en este campo específico la «formación permanente» es un «concepto estratégico», pues si falta «se verifican esos fenómenos de achatamiento, rutina, crisis de insignificancia», que explican «las crisis y abandonos».

Pero la causa de la crisis no es el voto del celibato, aclaró el padre Cencini. Nace en diversas esferas de la personalidad, y tarde o temprano repercute en la afectividad, que se encuentra en el centro de la personalidad humana.

«Por lo tanto, no es correcto desde el punto de vista estrictamente científico decir que el celibato es la causa. Es probable que la crisis haya comenzado mucho tiempo antes en el ámbito de las motivaciones o de la espiritualidad», asegura el formador de sacerdotes.

Para evitar esta crisis, el padre Cencini presentó el celibato, como «un carisma» «que afirma la verdad sobre el ser humano, en cuanto a su posibilidad de vivir una relación directa con Dios».

«Más allá del aspecto doctrinal, este enfoque hace más realizable el compromiso del celibato porque lo presenta en función de los demás y como un testimonio para el mundo, más que como un instrumento de perfección personal, que acaba secuestrándolo. La lógica del carisma consiste en compartirlo con los demás».

Este «estilo relacional» del célibe consiste «en vivir muchas relaciones, pero sin colocarse en el centro porque Dios es el centro», en «ponerse junto al otro», en acercarse a los «sentimientos del Hijo, Buen Pastor, que no se inclina sobre el rostro más bello sino sobre el más feo, el del que sufre, siguiendo el estilo de san Francisco de Asís y de la Madre Teresa de Calcuta».

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ZENIT Staff

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