El enviado papal pide en Jerusalén el compromiso de los creyentes por la paz

Cardenal Etchegaray: la reconciliación exige oración

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JERUSALÉN, 1 ene 2001 (ZENIT.org).- Con una rama de olivo en la mano, el cardenal Roger Etchegaray, enviado especial de Juan Pablo II, concluyó la eucaristía de la Jornada Mundial de la Paz, que presidió esta mañana en Jerusalén.

«En su nombre os imparto su bendición –dijo el purpurado vasco-francés refiriéndose al Papa–. De aquí le llevaré esta rama de olivo».

El cardenal Etchegaray ha sido portador del mensaje escrito por el pontífice con motivo de la Jornada Mundial de la Paz al primer ministro israelí, Ehud Barak, y al líder palestino Yasser Arafat.

Junto al cardenal, en la catedral latina de Jerusalén, concelebraron la eucaristía el patriarca Michel Sabbah, sus dos obispos auxiliares, el custodio franciscano de Tierra Santa, y dos obispos huéspedes, uno de Francia y otro de Suiza. Asistieron, además, algunos obispos católicos de varios ritos de Tierra Santa.

La eucaristía por la paz se convirtió también en un encuentro ecuménico, pues en representación de las Iglesias ortodoxas estuvieron presentes el patriarca armenio Torkom y los arzobispos sirio y etíope, los representantes de la Iglesia griega y copta. Anglicanos y luteranos estuvieron representados por sus dos obispos en Jerusalén.

La llegada del enviado del Papa sirvió para alentar la esperanza de los cristianos en Tierra Santa en un inicio de año que ha quedado marcado por la violencia. La nochevieja se caracterizó por los disparos que tuvieron lugar en Cisjordania y la Franja de Gaza, dejando cuatro palestinos muertos, entre ellos, un niño de 10 años.

La tensión aumentó en la zona con la procesión funeraria que tuvo lugar anoche, en el centro de Jerusalén, en honor del hijo asesinado de Meit Kahane, rabino estadounidense. Estos incidentes han hecho vacilar los esfuerzos a favor del diálogo como medio de solución del conflicto entre israelíes y palestinos.

El primer ministro israelí, Ehud Barak, que afronta una difícil batalla por la reelección el 6 de febrero, declaró que ante la falta de un acuerdo, Israel tendría que prepararse para un posible recrudecimiento de los ataques y una separación unilateral de los palestinos.

Por su parte, el ministro egipcio de Relaciones Exteriores, Amr Moussa, dijo tras reunirse en El Cairo con el presidente palestino Yasser Arafat que «no hay indicaciones» de que se pueda lograr un acuerdo en los últimos 20 días de mandato que le quedan al presidente estadounidense Bill Clinton.

Ante esta situación de desaliento, el cardenal Etchegary exigió que los creyentes ofrezcan su contribución específica: la oración.

«Sobre esta tierra de Cristo, en la que la paz y la oración alcanzan su significado más expresivo, sus raíces más profundas –explicó–, nos encontramos reunidos para testimoniar hasta qué punto la paz y la oración están vitalmente unidas la una con la otra».

«¿La paz? –preguntó– ¿Quién no habla de ella? ¿Quién no la desea? Pero, ¿cuántos creen todavía que es posible? ¿Cuántos la quieren verdaderamente con todas sus fuerzas?».

Y añadió: «¿La oración? ¿Qué cristiano no reza al «Dios todopoderoso»? Pero, ¿cuántos ven en la oración algo más que un refugio para sus horas de pánico?».

«Rezar por la paz en Oriente Medio es el test más seguro y al mismo tiempo más difícil para que tomemos en serio la oración y la paz, la una con la otra, la una por la otra».

El cardenal Etchegaray concluyó con un aliento a los cristianos de estos lugares «¡No estáis solos!» y añadió su auspicio de paz en hebreo «Shalom» y, en árabe, «Salam».

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ZENIT Staff

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