CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 28 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II deseó a los Príncipes de Asturias, recién casados, que formen un hogar feliz que sirva de punto de referencia ejemplar para las familias españolas.
El heredero al trono de España, don Felipe de Borbón, y su esposa, Letizia Ortiz, llegaron al Vaticano después de su boda, el 22 de mayo pasado, para pedir la bendición del Santo Padre, según es tradición en la familia real española, un gesto que el Papa agradeció.
«El nacimiento de una nueva familia es siempre un gran acontecimiento –reconoció Juan Pablo II en el breve discurso que les dirigió–. Lo es para los esposos, cuyo amor mutuo se enriquece y afianza con la gracia divina».
«Lo es también para las respectivas familias y para la sociedad, pues una convivencia fiel que no caduca, conlleva nuevas esperanzas y promesas de vida», añadió.
«Renuevo, pues, los votos que ya les envié para el día de la boda, y pido a Dios que les ayude en este nuevo estado de vida, para que formen un hogar feliz, el cual, por el relieve que tiene en la sociedad española, sea también punto de referencia ejemplar para tantas familias de esa querida nación», reconoció el obispo de Roma.
Los Príncipes se reunieron en un primer momento a solas con el Santo Padre durante unos seis minutos y después se unió al encuentro su séquito, encabezado por el jefe de las Casa del Rey, Alberto Aza, y el embajador de España ante la Santa sede, Jorge Dezcallar.
En total, la audiencia del Papa a don Felipe y doña Leticia duró unos 25 minutos, caracterizados por un ambiente de cordialidad.
Los Príncipes de Asturias regalaron al Papa una imagen de la Virgen del Pilar en plata con la firma de ambos y el pontífice les entregó veinte medallas con los misterios del rosario.
Tras la audiencia, los Príncipes se reunieron con el cardenal Angelo Sodano, secretario de Estado, y visitaron la basílica de San Pedro.
