CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 9 junio 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II espera que su visita a Suiza del pasado fin de semana sirva para lanzar una nueva relación entre los jóvenes y la Iglesia en ese país, recuperando así la unidad eclesial y dando un nuevo impulso al diálogo ecuménico.
Así lo confesó él mismo este miércoles en la audiencia general que ofreció en una soleada la plaza de San Pedro del Vaticano, en la que –como siempre hace tras una peregrinación apostólica– hizo un balance de su estancia en Berna, del 5 al 6 de junio.
Como él mismo recordó, el motivo principal de esta peregrinación apostólica fue el primer encuentro de los jóvenes católicos de Suiza, en el que participaron unos trece mil chicos y chicas.
«Doy las gracias al Señor por haberme dado la oportunidad de vivir junto a ellos un momento de gran entusiasmo espiritual, y de proponer a las nuevas generaciones helvéticas un mensaje que quisiera extender a todos los jóvenes de Europa y del mundo», confesó el Santo Padre.
«Este mensaje que llevo en lo más hondo del corazón se resume en tres verbos: «¡levántate!», «¡escucha!», «¡ponte en camino!». El mismo Cristo, resucitado y vivo, repite a todo chico y chica de nuestro tiempo estas palabras», recordó.
«Es Él quien invita a la juventud del tercer milenio a «levantarse», es decir, a dar pleno sentido a su existencia. He querido hacerme eco de este llamamiento convencido de que sólo Cristo, redentor del hombre, puede ayudar a los jóvenes a «levantarse» de experiencias y mentalidades negativas para alcanzar su plena estatura humana, espiritual y moral», añadió.
El obispo de Roma recordó, a continuación, la misa que celebró en la Pradera del Allmend en la que participaron unas setenta mil personas, convirtiéndose en el acontecimiento religioso de mayor participación en la historia de la Confederación.
«A la luz de este misterio fundamental de la fe cristiana, renové el llamamiento a la unidad de todos los cristianos, invitando ante todo a los católicos a vivirla entre sí, haciendo de la Iglesia «la casa y la escuela de comunión»», indicó.
Tras las divisiones internas que han caracterizado a la Iglesia católica en las últimas décadas, la visita del Santo Padre ha sido el primer evento capaz de reunir a toda la Iglesia católica en todos su estados de vida, provocando una sorpresa generalizada en la prensa suiza, en general fría con el pontífice.
Hablando en polaco al final del encuentro, el Santo Padre deseó que, tras este viaje al país de Calvino, «el Espíritu Santo, artífice de la unidad, nos conceda su fuerza para emprender concretas iniciativas a favor de la unidad plena y del gozoso anuncio de la verdad revelada en Cristo».
Tras recordar su familiar encuentro con la asociación de antiguos guardias suizos, con la que se concluyó la visita, Juan Pablo II invocó para todos de María el don «de la auténtica alegría».