El Papa pastor

Por Giovanni Maria Vian, director de «L’Osservatore Romano»

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 27 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito Giovanni Maria Vian, director de «L’Osservatore Romano» sobre el encuentro de Benedicto XVI con seminaristas de la diócesis de Roma que mantuvo el 12 de febrero.

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En  el  arco de una semana Benedicto XVI ha tenido encuentros con los seminaristas y el clero de Roma y ha querido meditar con ellos, largamente, la Escritura, eligiendo el antiguo método de la lectio divina.

Significativamente, en torno al inicio de la Cuaresma, el tiempo que marca más el año litúrgico y la vida cristiana, y poco antes de dedicar algunos días -como es costumbre- a los ejercicios espirituales junto a sus más estrechos colaboradores, que a diario sirven a la Santa Sede y al Romano Pontífice.

En el estruendo mediático, ya habitual, esta noticia ha pasado casi desapercibida, y en cambio merece atención. La elección del Papa, Obispo de Roma, de estar con sus sacerdotes y dedicarles su reflexión ilumina bien su personalidad y su modo de gobernar la Iglesia, por lo demás trazado por el propio Benedicto XVI en la misa de inicio del pontificado:  «Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto a toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia». 

Sobre todo en sus homilías, es transparente la atención que presta el Papa, en coherencia con una larga y rigurosa disciplina de estudio y reflexión, a la profundización y a la meditación de la Palabra de Dios, para explicarla a fondo, sin forzar el texto. Bien consciente -según la ininterrumpida tradición cristiana, confirmada por la última asamblea sinodal- de que esta Palabra se contiene en la Biblia, pero antes aún en Cristo, el Lógos divino creador de quien hablan todas las Escrituras y que a su vez habla a quien quiera escucharlo, como hizo el viandante de camino a Emaús. 

Precisamente el episodio narrado en el vigésimo cuarto capítulo del Evangelio de san Lucas -considerado en el origen del uso monástico de la lectura meditada de la Biblia- está en la raíz de esa actualización de la Palabra de Dios que Benedicto XVI va desarrollando con apacible constancia. Así, igual que en el camino Jesús explicó a los dos discípulos «lo que se refería a él en las Escrituras», el Papa ha explicado a los seminaristas el significado de permanecer en Cristo y el de ser cristianos, que precede al actuar y que está habitado por la presencia del Espíritu, según la definición de santo Tomás. Mientras que a sus sacerdotes el Obispo de Roma ha recordado, según la tradición patrística y medieval, que Jesús es el verdadero sujeto de los Salmos. Para subrayar que el sacerdote debe estar inmerso en la pasión de este mundo a fin de poderlo transformar verdaderamente. 

En la edad contemporánea, de diverso modo los sucesores de Pedro han sido pastores:  se puede recordar así, por ejemplo, a Pío X, quien explicaba en persona el catecismo a niños y jóvenes de Roma en el patio de San Dámaso; a Pío XI, que inició la costumbre de recibir a innumerables fieles y peregrinos, hasta el punto de tener audiencias continuas e interminables que se prolongaban en el palacio apostólico hasta entrada la tarde; y Pablo VI, quien se servía de las audiencias generales con extraordinaria felicidad. Mientras que muchísimos conservan todavía en el corazón la figura de Juan Pablo II gracias a una presencia planetaria dispensada hasta el extremo. 

Hoy frecuentemente se representa a su sucesor, en la mayoría de las ocasiones sin benevolencia, como «el Papa teólogo», para subrayar el aspecto más intelectual (y, se querría insinuar, alejado de la gente). Cierto que Benedicto XVI es teólogo, y entre los más importantes de nuestro tiempo. Pero es igualmente cierto que es teólogo en el sentido del pastor que habla de Dios, con razonabilidad y esperanza, para que hoy se vuelva a mirar a Dios.

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ZENIT Staff

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