En el día del Pilar, el cardenal Amigo exhorta a no tener «miedo al futuro»

Al celebrar, en la Iglesia española en Roma, la misa por la Patrona de la Hispanidad

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ROMA, viernes, 12 octubre 2007 (ZENIT.org).- En la festividad de nuestra Señora del Pilar, Patrona de la Hispanidad, el cardenal Carlos Amigo ha presidido la Eucaristía en la Iglesia nacional española en Roma haciendo un llamamiento: «mirar con serenidad el pasado y no tener ningún miedo al futuro».

Concelebraron la misa solemne dos prelados españoles que desarrollan su labor en Roma, el arzobispo Félix del Blanco Prieto y el obispo Cipriano Calderón Polo, a los que se unieron una treintena de sacerdotes.

Entre los fieles que colmaron la iglesia nacional española de Santiago y Santa María de Montserrat se contó el embajador de España ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, encabezando las demás legaciones diplomáticas presentes de España e Hispanoamérica.
Igualmente participaron en la celebración representantes de la Orden de Caballeros de San Clemente de Sevilla, originada por impulso del cardenal Amigo.

Esta fiesta es de una fuerte asistencia, pero ningún año ha habido tanta como éste, comentó el rector de la iglesia nacional española, monseñor José Luis González Novalín, a Zenit.

«Celebramos hoy, con gozo, esta fiesta de Nuestra Señora del Pilar, fiesta de historia fecunda; no de simples datos y geografía, sino de hombres y mujeres que con amplios horizontes –más en el corazón que en la mente– supieron llevar lo mejor de los que tenían a los demás», reconoció en su homilía el cardenal Amigo, del título –como purpurado– de Santa María de Montserrat.

Y acudió al «sabio consejo» de Benedicto XVI: «nosotros contemplamos el pasado con serenidad y el futuro sin miedo».

«No tener ningún miedo al futuro» no significa «arrogancia», sino la conciencia de que «la mano de Dios nos acompaña», aclaró.

«Y si hemos de revisar el pasado que no sea para decirnos unos a otros lo que mal hicimos, y las ofensas que mutuamente nos inferimos, sino para tomarnos de la mano y caminar juntos hacia el futuro», pidió.

Y es que «la historia nunca debe servir para separar –recalcó–; la historia debe servirnos para unir, para tender puentes hacia el futuro. Muchas son las cosas que tenemos que recordar, pero muchas más son las responsabilidades de aquello que tenemos que construir en el futuro».

No se trata de decir «cómo será el futuro», sino «cómo queremos que sea el futuro», apuntó el purpurado.

«Si quieres un futuro en paz, trabaja por la paz –advirtió–. Si quieres un futuro de justicia, reconoce los derechos de cada uno. Si quieres un futuro en el que el hombre sienta profundamente su dignidad, trabaja por que la persona alcance todo aquello que corresponde a su condición de hijo de Dios y de hermano nuestro».

Caminamos hacia el futuro sin miedo, «pero caminar al futuro supone ser conscientes del presente, un presente en el que tenemos una Iglesia más fuerte», constató.

«La Iglesia no existe para adaptarse a las circunstancias –precisó el purpurado español–, sino para evangelizar al mundo en cualquier circunstancia en que éste se encuentre».
Así que «es una Iglesia libre, porque la Palabra de Dios no está encadenada, y lo que llevamos, la Iglesia no lo impone, lo ofrece; lo cual es también un criterio grande de libertad», añadió.

En este presente existe también una «Iglesia más valiente», constató: «es la valentía del amor, porque la medida del amor, como decía San Agustín, es un amor sin medida», y «en pocos momentos históricos la Iglesia católica está escribiendo capítulos de amor fraterno como en estos momentos», pues «no hay sitio de enfermedad, pobreza y dificultades donde no se esté empeñando la Iglesia en llevar recursos y personas».

Finalmente subrayó la realidad de «una Iglesia más joven, por la esperanza, y la esperanza es la luz que nace y emana del amor».

«El amor es tan grande que lo hace esperar todo», admitió el cardenal Amigo.

Y concretó el amor, por ejemplo, en la «caridad política» y su debida preocupación por el bien común; en la «caridad intelectual», que se refleja en saber para servir en la verdad; en la «caridad diplomática», en el continuo trabajo de establecimiento de lazos y puentes de entendimiento entre los pueblos.

«La historia no nos encierra en un pasado, sino que nos invita a construir constantemente el futuro», recalcó.

Todo lo que sea justo, todo lo que sea bueno, todo lo que sea misericordia y todo lo que sea paz tomadlo como vuestro: «no se nos podía dar mejor criterio de discernimiento que éste que nos da San Pablo», propuso.

«Lo misericordioso es vuestro, la paz os pertenece –señaló–. Todo lo demás serán otros caminos, otros intereses. Pero lo vuestro es el bien. Si seguís este camino interior tendréis la paz, que es fruto de la misericordia y del perdón».

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ZENIT Staff

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