Encuentro del Papa con las familias: 200 mil personas desafían la lluvia

Juan Pablo II: Los niños no son un accesorio en la vida familiar

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CIUDAD DEL VATICANO, 15 oct (ZENIT.org).- La lluvia torrencial no logró desanimar a los 200 mil peregrinos que esta mañana participaron en la celebración culminante del Jubileo de las familias en Roma, el acontecimiento que ha reunido al mayor número de gente en este Año Santo, después de las Jornadas Mundiales de la Juventud.

Bodas bajo la lluvia
Juan Pablo II, que definió la familia como «un laboratorio de humanización y de auténtica solidaridad», celebró el sacramento del matrimonio de ocho parejas de los cinco continentes. Y así, en pleno rito solemne, entre el estruendo de la lluvia, la muchedumbre estalló con el grito: «¡Viva los novios!».

Como no cabían en la plaza de San Pedro del Vaticano, muchos de los peregrinos tuvieron que seguir la ceremonia desde la Vía de la Conciliación y las callejuelas paralelas. Refugiándose con paraguas de todos los colores, matrimonios (en ocasiones armados de biberón), niños (alguno iba cargado a la espalda de su padre dentro de una mochila), parejas mayores… dieron un espectáculo único de color y paciencia en la historia de Roma.

22 años de pontificado
En nombre de todos ellos, al inicio de la concelebración eucarística, tomó la palabra el cardenal Alfonso López Trujillo, presidente del Consejo Pontificio para la Familia, quien felicitó a Juan Pablo II por el vigésimo tercer aniversario de su pontificado, que comienza mañana.

A continuación, se vivieron los momentos más intensos de la liturgia, concelebrada por 75 cardenales y obispos. La homilía se convirtió en una ocasión única para el obispo de Roma para recalcar algunos de los temas que ha privilegiado en este pontificado: «el ser humano — explicó– no ha sido hecho para la soledad, lleva en sí la vocación de la relación, arraigada en su misma naturaleza espiritual».

El hombre tiene necesidad de la familia
«Al ser humano no le bastan las relaciones puramente funcionales. Necesita relaciones interpersonales, ricas de interioridad, de gratuidad, de entrega en oblación. Entre estas, es fundamental la que se realiza en la familia».

El Papa, al hablar de la familia, no utilizó términos moralistas. Citando la Biblia habló más bien del matrimonio como «una sola carne». «Por eso, la Iglesia tiene la tarea de testimoniar en la historia este designio originario, manifestando su verdad y mostrando que es posible», añadió.

«Al hacer esto, la Iglesia no esconde las dificultades y los dramas, que la concreta experiencia histórica registra en la ida de las familias –aclaró–. Ahora bien, sabe también que la voluntad de Dios, acogida y realizada con todo el corazón, no es una cadena que hace esclavos, sino la condición de una libertad auténtica que tiene en el amor su plenitud».

«La Iglesia sabe y también –y la experiencia cotidiana se lo confirma– que cuando este designio original se oscurece en las conciencias, la sociedad experimenta un daño incalculable».

Los hijos no son un accesorio
De este modo, el Santo Padre recordó que «los hijos son la primavera de la familia y de la sociedad», lema de estos días jubilares de las familias en Roma. Ellos hacen «que los esposos sean «una sola carne»; y esto sucede tanto con los hijos nacidos de la relación natural entre los cónyuges, como con los hijos queridos a través de la adopción».

«Los hijos no son un «accesorio» en el proyecto de una vida conyugal. No son un algo opcional, sino un don precioso, inscrito en la estructura misma de la unión conyugal», dijo el Papa usando palabras gráficas.

«De este modo, se respeta el derecho de los hijos a nacer y crecer en un contexto de amor plenamente humano –insistió–. Al conformarse con la palabra de Dios, la familia se convierte así en laboratorio de humanización y de auténtica solidaridad».

Al terminar el encuentro, Juan Pablo II invitó a todas las familias a participar el próximo Encuentro del Papa con las Familias, que se celebrará en el año 2003 en Manila, Filipinas.

Antes de despedirse, el pontífice saludó a más de un centenar de familias del Camino Neocatecumenal que dejarán su casa y su tierra para predicar el Evangelio con sus hijos en diferentes partes del mundo.

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ZENIT Staff

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