CIUDAD DEL VATICANO, 16 enero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II exigió esta mañana una «conversión ecológica» como condición indispensable para evitar una «catástrofe» hacia la que en ocasiones parecería encaminarse el hombre.
La armonía de las relaciones del hombre con la naturaleza «es trastornada continuamente por el pecado humano», reconoció. De este modo, al encontrarse esta mañana con miles de peregrinos de los cinco continentes con motivo de la tradicional audiencia general de los miércoles, el Santo Padre abogó con claridad a favor de una «ecología humana».
Una ecología, aclaró, «que haga más digna la existencia de las criaturas, protegiendo el bien radical de la vida en todas sus manifestaciones y preparando a las generaciones futuras un ambiente que se acerque más al proyecto del Creador».
Biblia y ecología
Juan Pablo II, que tras concluir este Jubileo está afrontando en este tipo de citas con los peregrinos la manera en que ha de vivirse el compromiso de los cristianos en la vida social a inicios del milenio, afrontó el argumento haciendo un repaso de los textos ecológicos de la Biblia.
De este modo, se detuvo a analizar particularmente los primeros capítulos del Génesis, en donde Dios entrega al hombre el señorío sobre la naturaleza, que en el lenguaje bíblico se simboliza con el gesto de «poner un nombre» a las criaturas. Ahora bien, advirtió, el Creador no ha hecho al hombre «déspota autónomo» de la naturaleza, «no es la misión de un dueño absoluto e incensurable, sino la de un ministro del Reino de Dios, llamado a continuar con la obra del Creador, una obra de vida y de paz».
Síntomas de catástrofe
«Por desgracia –constató el obispo de Roma–, al recorrer con la mirada las regiones de nuestro planeta, nos podemos dar cuenta inmediatamente de que la humanidad ha decepcionado la expectativa divina».
De este modo, el pontífice denunció que «el hombre ha devastado sin dudarlo llanuras y valles boscosos, ha contaminado aguas, ha deformado el hábitat de la tierra, ha hecho irrespirable el aire, ha trastornado los sistemas hidro-geológicos y atmosféricos, ha desertizado espacios verdes, ha establecido la industrialización salvaje, humillando –por usar una imagen de Dante Alighieri– ese «huerto» que es la tierra, nuestra morada».
«Ecología humana»
«Por eso –propuso–, es necesario estimular y apoyar la «conversión ecológica» que en estas últimas décadas ha hecho a la humanidad más sensible con respecto a la catástrofe hacia la que se estaba encaminando».
Las palabras del pontífice denotaban preocupación: «no está sólo en juego una ecología «física», atenta a tutelar el hábitat de los diferentes seres vivientes, sino también una ecología «humana» que haga más digna la existencia de las criaturas».
El Papa concluyó invitando a descubrir a Dios en la belleza de la creación, citando un pensamiento de la tradición judía «chassidim» que dice: «Dondequiera que vaya, ¡Tú! Dondequiera que me detenga, ¡Tú!… Dondequiera que me dé la vuelta, dondequiera que me maraville, sólo Tú, de nuevo Tú, siempre Tú».