Juan Pablo II: Programa para un político fiel a Dios

Meditación en la audiencia general dedicada al Salmo 100

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CIUDAD DEL VATICANO, 30 abril 2003 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención de Juan Pablo II en la audiencia general de este miércoles dedicada a meditar sobre el Salmo 100, «Programa de un rey fiel a Dios».

Voy a cantar la bondad y la justicia,
para ti es mi música, Señor;
voy a explicar el camino perfecto:
¿cuándo vendrás a mí?

Andaré con rectitud de corazón
dentro de mi casa;
no pondré mis ojos
en intenciones viles.

Aborrezco al que obra mal,
no se juntará conmigo;
lejos de mí el corazón torcido,
no aprobaré al malvado.

Al que en secreto difama a su prójimo
lo haré callar;
ojos engreídos, corazones arrogantes
no los soportaré.

Pongo mis ojos en los que son leales,
ellos vivirán conmigo;
el que sigue un camino perfecto,
ese me servirá.

No habitará en mi casa
quien comete fraudes;
el que dice mentiras
no durará en mi presencia.

Cada mañana haré callar
a los hombres malvados,
para excluir de la ciudad del Señor
a todos los malhechores.

1. Después de las dos catequesis dedicadas al significado de las celebraciones pascuales, retomamos nuestra reflexión sobre la Liturgia de los Laudes. Para el martes de la cuarta semana, nos propone el Salmo 100, que acabamos de escuchar.

Es una meditación que traza el retrato de un hombre político ideal, cuyo modelo de vida debería ser el obrar divino en el gobierno del mundo: un obrar regido por una perfecta integridad moral y por un enérgico compromiso contra las injusticias. Este texto es presentado ahora como programa de vida para el fiel que comienza su día de trabajo y de relación con el prójimo. Es un programa de «bondad y justicia» (Cf. versículo 1), que es conformado por dos grandes líneas morales.

2. La primera es llamada la «vía de la inocencia» y está orientada a exaltar las opciones personales de vida, realizadas con «rectitud de corazón», es decir, con perfecta rectitud de conciencia (Cf. versículo 2).

Por un lado, se habla de manera positiva de las grandes virtudes morales que hacen luminosa la «casa», es decir, la familia del justo (Cf. versículo 2): la sabiduría que ayuda a comprender y a juzgar rectamente; la inocencia que es pureza de corazón y de vida; y, por último, la integridad de la conciencia que no tolera compromisos con el mal.

Por otro lado, el Salmista introduce un compromiso negativo. Se trata de la lucha contra toda forma de maldad y de injusticia, para alejar de la propia casa y de las propias opciones toda perversión del orden moral (Cf. versículos 3-4).

Como escribe san Basilio, gran Padre de la Iglesia de Oriente, en su obra «El bautismo», «ni siquiera el placer de un instante que contamina el pensamiento debe turbar a quien está compadecido con Cristo en una muerte como la suya» («Obras ascéticas» –«Opere ascetiche»–, Turín, 1980, p. 548).

3. La segunda gran línea moral se desarrolla en la parte final del Salmo (Cf. versículos 5-8) y precisa la importancia de las dotes públicas y sociales más peculiares. También en este caso se enumeran los puntos esenciales de una vida que pretende rechazar el mal con rigor y firmeza.

Ante todo, la lucha contra la calumnia y la delación secreta, un compromiso fundamental en una sociedad de tradición oral, que atribuía una importancia particular a la función de la palabra en las relaciones interpersonales. El rey, que ejerce también la función de juez, anuncia que, en esta lucha, utilizará la severidad más rigurosa: hará que el calumniador perezca (Cf. versículo 5). Se rechaza después toda arrogancia y soberbia; se rechaza la compañía y el consejo de quien procede siempre con engaño y mentira. Por último, el rey declara la manera en que quiere escoger a sus «servidores» (Cf. versículo 6), es decir sus ministros. Prestará atención para escogerles entre «los que son leales». Quiere rodearse de gente íntegra y rechazar el contacto con «quien comete fraudes» (Cf. versículo 7).

4. El último versículo es particularmente enérgico. Puede crear sorpresa en el lector cristiano, pues anuncia un exterminio: «Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores» (versículo 8). Sin embargo, es importante recordar algo: el que así habla no es un individuo cualquiera, sino el rey supremo, responsable de la justicia del país. Con esta frase, expresa con una hipérbole su implacable compromiso de lucha contra la criminalidad, un compromiso necesario, compartido por todos aquellos que tienen responsabilidades en la gestión de la cosa pública.

¡Evidentemente esta tarea de justiciero no corresponde a todo ciudadano! Por ello, si los fieles quieren aplicarse a sí mismos la frase del Salmo, deben hacerlo en sentido analógico, es decir, extirpando cada mañana del propio corazón y de la propia conducta la hierba mala de la corrupción y de la violencia, de la perversión y de la maldad, así como toda forma de egoísmo y de injusticia.

5. Concluyamos nuestra meditación retomando el versículo de inicio del Salmo: « Voy a cantar la bondad y la justicia…» (versículo 1). Un antiguo escritor cristiano, Eusebio de Cesarea, en sus «Comentarios a los Salmos», subraya la primacía del amor por encima de la necesaria justicia: «Cantaré tu misericordia y tu juicio, mostrando la manera en que actúas: no juzgas primero y después ofreces misericordia; sino que primero tienes misericordia y después juzgas, con clemencia y con misericordia emites sentencias. Por este motivo, yo mismo, mostrando misericordia y juzgando al prójimo, me atrevo a acercarme para cantar y elevarte himnos. Consciente, por tanto, de que hay que actuar así, mantengo inmaculados e inocentes mis caminos, persuadido de que de este modo te resultará grata mi salmodia a través de las buenas obras» (PG 23, 1241).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa hizo esta síntesis en castellano]

Queridos hermanos y hermanas:

El Salmo que hemos escuchado traza el perfil del hombre político ideal, que se caracteriza por una perfecta integridad moral y por el compromiso firme contra la injusticia. El texto puede ser tomado también como programa de vida para el fiel que inicia su jornada de trabajo y de relación con el prójimo.

El Salmo nos presenta el «camino perfecto», para exaltar las opciones tomadas con «rectitud de corazón». Y habla de la sabiduría que ayuda a comprender y a juzgar con justicia, de la pureza y de la integridad de la conciencia. Señala después la lucha contra la calumnia, la arrogancia y la soberbia, rechazando la compañía y el consejo de quien procede con engaño y mentira. En resumen, es una invitación a extirpar cada mañana del corazón y de la propia conducta la mala hierba de la corrupción y de la violencia, de la perversión y de la maldad, así como cualquier forma de egoísmo e injusticia.

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial a los Sacerdotes que participan en un curso de actualización en el Colegio Español, así como a las Misioneras Clarisas que concluyen hoy su Capítulo General, y a los demás grupos de España, México y Chile. A todos os deseo un tiempo pascual lleno de los dones de Cristo Resucitado.

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ZENIT Staff

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