La clonación «terapéutica» divide a la comunidad internacional

Junto a la Santa Sede, muchos países piden que se vete sin distinciones

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NUEVA YORK, 28 febrero 2002 (ZENIT.org).- La clonación humana vuelve a dividir a la comunidad mundial.

El Comité para un Tratado Internacional contra la Clonación Reproductiva de los Seres Humanos de la ONU se ha encontrado esta semana en Nueva York con dos posturas contrapuestas en su seno.

Mientras la prohibición de tener hijos mediante la clonación reproductiva encuentra a todos de acuerdo, las opiniones chocan al afrontarse la clonación impropiamente llamada «terapéutica».

Junto a la Santa Sede, Estados Unidos, España, Italia, Uganda y otros países africanos, sudamericanos y asiáticos han pedido que no se haga distinción sobre los fines de la clonación y se prohiba la terapéutica, que consiste en producir embriones que luego son eliminados para extraer de ellos células estaminales.

Por el contrario, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Suecia, Israel, Rusia, China, Japón y Corea proponen permitir la clonación terapéutica, sacrificando embriones para favorecer la investigación.

La posición de la Santa Sede, fue expresada por el arzobispo Renato Martino, el pasado 26 de febrero, al intervenir ante el Comité contra la clonación reproductiva.

El «embajador» del Papa ante esa sede de las Naciones Unidas subrayó que la Iglesia católica «respalda una prohibición general y en todo el mundo de la clonación humana, sin distinción de las técnicas usadas ni de los propósitos que se persiguen».

Esta posición, explicó, se basa en el «análisis biológico del proceso de clonación y en la reflexión antropológica, social, ética y legal sobre las implicaciones negativas de la clonación humana en la vida, la dignidad y los derechos de los seres humanos».

El observador permanente de la Santa Sede ante la ONU consideró por tanto «inaceptable» la distinción entre clonación reproductiva y terapéutica (o experimental).

Ahora bien, afirmó que la prohibición de la clonación no es extensiva a otras técnicas. En concreto mencionó la posibilidad de «conseguir una serie de entidades biológicas (moléculas, células o tejidos) que no procedan de embriones humanos; así como generar plantas o producir embriones no humanos y no quiméricos (mitad animal, mitad humano)».

La Santa Sede, aseguró, respalda «la investigación sobre células estaminales de origen post- natal ya que este método es una forma prometedora, concreta y ética de conseguir tejidos para trasplantes y para la terapia celular».

Cercana es la posición de Estados Unidos, expresada ante el Comité por Carolyn Wilson, quien aclaró que permitir la clonación terapéutica significa de todos modos autorizar la creación y la destrucción de embriones humanos únicamente con el fin de hacer experimentos.

Una perspectiva repugnante para muchos, incluso para quien no cree que el embrión sea una persona, afirmó

En segundo lugar, para ser eficaz, la prohibición de la clonación debe ser total, afirmo la representante estadounidense. Si se permite la producción de embriones para la investigación, sería virtualmente imposible controlar dónde acaban. Cualquier abuso podría estar al alcance de un laboratorio.

En tercer lugar –sostuvo Wilson– se va hacia una perspectiva moralmente aberrante: se permite la creación de embriones clonados, pero se prohibe después el que sean implantados en un útero, exigiendo la destrucción de la vida humana naciente y criminalizando los esfuerzos por preservarla y protegerla una vez creada.

Por último, los resultados con la investigación en animales, concluyó, no apoyan la tesis de que las células estaminales de embriones clonados sean eficaces para las terapias médicas. Una prohibición total animaría por el contrario las investigaciones sobre las células estaminales de individuos adultos, que se han demostrado eficaces.

La última palabra sobre la controvertida cuestión corresponde a la Asamblea General, que decidirá en agosto si convoca negociaciones con vistas a un tratado internacional.

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ZENIT Staff

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