La corrupción y la violencia no son fuentes de progreso; recuerda el Papa

Al recibir al nuevo embajador de Bolivia

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CASTEL GANDOLFO, 9 septiembre 2003 (ZENIT.org).- La violencia o la corrupción no son nunca fuentes de progreso ni de bienestar, recordó Juan Pablo II este lunes al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Bolivia ante la Santa Sede.

En su discurso, en el que analizó la difícil situación que atraviesa el país, el Santo Padre alentó al mismo tiempo la labor de promoción del diálogo nacional que impulsan los obispos bolivianos como camino para superar la crisis.

Tras las dramáticas tensiones sociales, vividas por el país especialmente tras los graves incidentes del «febrero negro», que constaron la vida a 33 personas, mientras que 200 resultaron heridas, los prelados se convirtieron en los promotores de una iniciativa de una concertación nacional «para construir un proyecto común de una sociedad justa y pacífica».

Esta labor, como han constatado los obispos, ha quedado por el momento truncada por la falta de disposición de las partes sociales para encontrar acuerdos y por los intentos por desvirtuar el compromiso de los representantes de la Iglesia (Zenit, 5 de septiembre de 2003).

Respaldando al episcopado, el Papa explicó al nuevo embajador boliviano, Valentín Abecia Baldivieso, que «la misión de orden religioso, propia de la Iglesia, no impide que ésta se preste a fomentar un diálogo nacional entre los responsables de la vida social, a fin de que todos puedan cooperar activamente para la superación de las crisis que se presenten».

«Dicho diálogo debe excluir toda forma de violencia en sus diversas expresiones y ayudar a construir un futuro más humano con la colaboración de todos, evitando el empobrecimiento de la sociedad», explicó.

«A este respecto –insistió–, es oportuno recordar que las mejoras sociales no alcanzan aplicando sólo las medidas técnicas necesarias, sino promoviendo también reformas con una base humana y moral que tengan presente una consideración ética de la persona, de la familia y de la sociedad».

El obispo de Roma constató, de hecho, que «la violencia, el egoísmo personal y colectivo y la corrupción a cualquier nivel nunca han sido fuentes de progreso ni de bienestar».

Para el Papa, «los bolivianos, con las ricas cualidades que les distinguen, han de ser los principales protagonistas y artífices del progreso del país, cooperando a una estabilidad política que permita que todos puedan participar en la vida pública».

Para construir una sociedad «más justa y fraterna», el Santo Padre presentó «las enseñanzas morales de la Iglesia ofrecen unos valores y orientaciones que, tomados en consideración por quienes trabajan al servicio de la nación, son útiles para afrontar adecuadamente las necesidades y aspiraciones de los bolivianos».

En particular, pidió afrontar «el doloroso y vasto problema de la pobreza, con graves consecuencias en el campo de la educación, de la salud y de la vivienda», que requiere «una seria toma de conciencia para acometer con decisión la situación presente a todos los niveles, cooperando así a un verdadero empeño por el bien común».

El Papa concluyó recordando a las personas que más sufren las consecuencias de la crisis boliviana: «los campesinos, los mineros, los habitantes de barrios marginales de las ciudades», pero mencionó también a «quienes son víctimas de un materialismo que excluye al hombre y que se mueve sólo por intereses de enriquecimiento o poder».

Valentín Abecia Baldivieso, nuevo embajador de Bolivia ante la Santa Sede, nacido en 1925, casado y con tres hijos, licenciado en Derecho, ha sido presidente del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (1961-1985); embajador en España (1986-1989); Ministro de Asuntos Exteriores y de Culto (1989); Senador de la República boliviana (1993-1997); primer vicepresidente del Senado (1995-1997); presidente del Consejo de Administración de la Fundación Cultural del Banco Central de Bolivia. En 1991 fundó la Asociación de las Academias Iberoamericanas de Historia.

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ZENIT Staff

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