La deriva de Canadá exige un voto discernido y responsable

Alerta de la Organización Católica para la Vida y la Familia

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OTTAWA, martes, 10 enero 2006 (ZENIT.org).- El derecho a la vida, la familia y la libertad religiosa están en jaque en Canadá, una situación que reclama discernimiento y responsabilidad en la cita que el país tiene con las urnas el 23 de enero, cuando decidirá su nuevo gobierno.

De recordar esta realidad se encarga una carta abierta de la Organización Católica para la Vida y la Familia (COLF, por sus siglas en inglés), corporación autónoma sin ánimo de lucro co-patrocinada por la Conferencia de los Obispos Católicos de Canadá y el Consejo Supremo de los Caballeros de Colón (www.kofc.org).

Dirigida a todos los canadienses católicos, la misiva –titulada «¿Qué país para mañana?»– reclama la atención que no están recibiendo situaciones clave para el país, reconociendo en primer lugar que «una mirada realista a la sociedad revela un problema fundamental: la pérdida de respeto por la vida humana y su dignidad».

«Esto es evidente en muchas formas: el vacío legal que permite el aborto hasta el nacimiento; la investigación médica que autoriza la destrucción de embriones; una mentalidad que crecientemente favorece la eutanasia y el suicidio asistido; la violencia gratuita en las escuelas; el abuso de mujeres y niños; la muerte violenta de jóvenes; el silencio que rodea tantas situaciones de pobreza; la difundida incidencia de la prostitución, la pornografía y las drogas», enumera COLF.

«Demasiados obstáculos» encuentra «la vida y dignidad humana» en Canadá, por lo que el primer discernimiento, advierte la Organización, debe orientarse a «determinar la postura de los candidatos ante el primero de todos los derechos humanos: el derecho a la vida».

«Si éste no se respeta, ¿nos sorprenderá que otros derechos antes o después se vean amenazados?», plantea.

«También la familia está bajo ataque»; COLF recuerda que «la reciente redefinición del matrimonio» en el país «contradice la realidad inscrita en su naturaleza».

De ahí que subraye la urgencia de «anunciar a las próximas generaciones el plan de Dios para el amor humano y el matrimonio entre un hombre y una mujer como el fundamento de la familia» y apremie a asegurar que las escuelas «respeten estas convicciones evitando proponer una visión conflictiva» a los niños.

«La familia, como unidad social vital, no está al servicio del Estado», sino que «el Estado debería estar al servicio de la familia», recuerda, alertando además de las muchas familias canadienses que viven «bajo el umbral de pobreza».

«Es nuestra responsabilidad –exhorta la carta– demandar que el próximo gobierno desarrolle políticas que apoyen a parejas casadas, quienes están asegurando la supervivencia de la sociedad con el nacimiento de nuevos ciudadanos y su educación en el entorno más estable».

Incluso alerta sobre un fenómeno creciente que se está registrando en la sociedad canadiense: «una errónea compresión de la separación Iglesia-Estado», «malentendido con ramificaciones hacia la libertad religiosa».

Y es que en la sociedad hay quien –constata COLF— «desea relegar la religión a la vida privada de los ciudadanos», una «agresiva ideología secular que niega a la religión el derecho a existir en el ámbito público», de forma que, en nombre del «pluralismo», «hay un deseo de excluir del diálogo público a quien promueve valores religiosos, aunque éstos puedan ser defendidos por la razón y la experiencia».

Pero «en una democracia, el Estado debe asegurar que los creyentes tengan la oportunidad de contribuir libremente en la sociedad», advierte.

Por su parte COLF recuerda que, «como ciudadanos católicos, no sólo tenemos el deber moral de ejercer nuestras responsabilidades cívicas y políticas, sino también el derecho a implicarnos en la vida de la sociedad», «sin negar los valores del Evangelio»; «no estamos obligados a suprimir nuestra conciencia moral para vivir en sociedad», ni debería haber separación, «sino coherencia, entre nuestra fe y nuestras elecciones diarias».

Visto el panorama, para un discernimiento del voto la Organización invita a «examinar con sentido crítico el programa de cada partido» –«a la luz del plan de Dios estudiando la Doctrina Social de la Iglesia»–, considerando las posibles repercusiones de propuestas políticas.

«La cuestión para el votante católico es: ¿cómo puedo, a la luz del Evangelio, usar mi voto para avanzar en el bien común en Canadá y en el mundo?», concluye.

El texto íntegro de la carta está disponible en inglés y francés en la web de la Conferencia de los Obispos Católicos de Canadá (www.cccb.ca) y en la de COLF (colf.cccb.ca).

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ZENIT Staff

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