La fuerza de Benedicto XVI

Volver a plantear el acontecimiento cristiano como decisivo, reconoce el obispo de la República de San Marino

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ROMA, domingo, 7 mayo 2006 (ZENIT.org).- «La fuerza y la amabilidad de Benedicto XVI está en haber vuelto a proponer como decisivo el acontecimiento cristiano», dice, en una entrevista concedida a ZENIT, monseñor Luigi Negri, obispo de la República de San Marino

Zenit ha hecho con el pastor de la diócesis de de San Marino-Montefeltro un balance de los doce primeros meses de pontificado.

–¿Cuáles son las líneas fundamentales de este pontificado?

–Monseñor Negri: Sobre todo su amabilidad. Estamos aprendiendo a amar el misterio cristiano, a amarlo como experiencia sustancial de la vida. En esta amabilidad, diría, está su fuerza, la fuerza con la que ha vuelto a proponer como decisivo el acontecimiento cristiano. Además, y la cosa me ha sorprendido mucho, las fronteras de esta enseñanza se inscriben totalmente en las del magisterio de Juan Pablo II. Es como si Benedicto XVI estuviera ayudando a la Iglesia, por un lado, a amar el misterio de Cristo y, por otro, a comprender más profundamente los contenidos que de este misterio había ya dado Juan Pablo II.

–¿Cree que éste sea también el secreto de la atracción que ejerce sobre los jóvenes?

–Monseñor Negri: El secreto de su atracción sobre los jóvenes tiene que ver también con algo que está en los jóvenes. Increíblemente, si se piensa en todo aquello que normalmente se escribe sobre los jóvenes en el campo sociológico, hay algo en los jóvenes que ha hecho posible este encuentro y le ha dado una vibración especial. En el fondo, Benedicto XVI es un gran educador; y un joven, en un momento de su vida, necesita un maestro que le enseñe a vivir, y que le enseñe a vivir en lo concreto.

–Uno de los primeros pronunciamientos con que se presentó Benedicto XVI fue la invitación a superar el relativismo, como enemigo fundamental de la vida y de la fe.

–Monseñor Negri: El Papa nos habla de un doble nivel que ha señalado con extrema claridad: el relativismo como expresión de la debilidad y por tanto de la crisis de la «razón». Y aquí estamos en uno de los grandes temas de la «Fides et Ratio» [encíclica de Juan Pablo II de 1998, ndt.]. La crisis de la razón que siguió a la hipertrofia moderna de la razón, prefiere a las certezas la equiparación entre todas las incertezas. Para salvar así la tolerancia se impone una convivencia extraña, individualista, de gente que no desea interferencias en su propia vida privada.

Pero el Papa ha aclarado también que el relativismo oculta una voluntad de totalitarismo. Para este pseudorrelativismo, en el que todas las posiciones son iguales, hay algunas posiciones más dignas que otras, y son las posiciones que detentan el poder, sobre todo el poder de los medios de comunicación. Por lo que, a fin de cuentas, ¿quién decide lo que es verdaderamente relativo y lo que es, en cambio, menos relativo? ¿Quién custodia este sistema relativista? Los medios de comunicación, que sirven sustancialmente siempre al que lleva la voz cantante, al fuerte, que de algún modo quiere imponerse.

–Desde este punto de vista, el Santo Padre ha señalado también un programa contra el relativismo, cuando ha hablado de «valores innegociables».

–Monseñor Negri: Ciertamente. Cuando una persona afirma la libertad religiosa como capacidad de presencia en la vida social está abriendo las puertas a la misión, como diría Juan Pablo II. Esta es la doctrina social vivida, que es la salvaguardia de todas las capacidades de actuación en la sociedad.

–El Papa ha dicho a menudo que en este momento es necesaria una alianza entre fe y razón. ¿Cuál es en su opinión la actual respuesta de los «hombres de la razón»?

–Monseñor Negri: La respuesta de algunos «hombre de la razón» a esta propuesta de Benedicto XVI, se puede resumir, en el fondo, en esta expresión: es mejor creer que no creer; es mejor vivir creyendo que no creyendo, como decía Pablo VI. La hipótesis de que Dios exista es más positiva que el hecho de que Dios no exista. Se trata del futuro de la civilización, como dice el presidente del Senado, Marcello Pera [político italiano no creyente, defensor de las raíces cristianas de Europa, ndt.].

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ZENIT Staff

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