La vida consagrada femenina y la misión de suscitar esperanza (I)

Entrevista a sor Marcella Farina, Hija de María Auxiliadora

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 18 mayo 2006 (ZENIT.org).- Para hablar sobre la vida religiosa femenina, Zenit ha entrevistado a sor Marcella Farina, de las Hijas de María Auxiliadora, más conocidas como salesianas, una de las congregaciones más numerosas del mundo.

Sor Marcella es profesora de Teología Fundamental y de Teología Sistemática en la Facultad Pontificia de Ciencias de la Educación, también llamada Auxilium.

Así mismo es miembro de la Academia Pontificia Teológica, de la Asociación Mariológica Interdisciplinar, y miembro y socia fundadora de la Sociedad Italiana de Investigación Teológica.

–Las salesianas son una de las congregaciones femeninas más numerosas del mundo. ¿Cómo se explica esta gran presencia numérica? </b>

–Sor Farina: La vocación es una llamada divina. Nace del amor completamente gratuito del Señor, de su misericordiosa voluntad de ofrecer la salvación a cada criatura suya.

Ciertamente, ésta llega a personas concretas, en un específico contexto sociocultural y sociorreligioso. Este arraigamiento antropológico no es casual sino que brota de la naturaleza misma de nuestra fe, que se funda en el acontecimiento salvador realizado en Jesucristo.

La vocación nace del corazón de Dios. Las razones antropológicas e históricas pueden ser varias, pero no determinantes. Dios, al llamarnos a seguirle, nos ofrece siempre un anticipo de confianza. El es nuestra esperanza, la esperanza del mundo, siempre, en cualquier situación, porque es fiel a su promesa de amor.

Esta premisa no debe considerarse fuera de lugar o superflua. La veo necesaria para evitar tanto los triunfalismos como derrotismos.

–No hablamos de triunfalismos sino de una realidad: ustedes las salesianas son muchas.

–Sor Farina: Desde finales del siglo XIX, es decir desde su fundación por san Juan Bosco (el Instituto fue fundado en 1872) hasta hoy, con variaciones geográficas y cronológicas, el multiplicarse de las Hijas de María Auxiliadora tiene que ver, desde el punto de vista antropológico, con varios factores. Señalo algunos.

En primer lugar, la urgencia de la obra educativa dirigida a los sectores de población juvenil de clase media, media-baja y baja. Esta urgencia se generalizó con la llegada de la escolarización en masa y con la necesidad de mano de obra femenina, en contextos socioeconómicos de pre-industrialización e industrialización. La emigración dentro de Italia que esto produjo explica también la atención a internados para chicas obreras.

A estos factores se añaden la pobreza y los problemas educativos y asistenciales provocados por las dos guerras mundiales, en particular la existencia de niñas, adolescentes y jóvenes huérfanas.

Sin olvidar la emigración de los italianos al extranjero, con la consiguiente necesidad de ayuda no sólo material sino sobre todo espiritual. Se presenta enseguida la necesidad y la urgencia de la educación de sus hijas tanto con escuelas como con oratorios (centros de catequesis y tiempo libre).

Por tanto, la urgencia y la actualidad de la misión educativa, en los diversos contextos geográficos y en las diversas fases históricas, puede ser una razón socio-antropológica del aumento numérico, en el sentido de que, por una parte, existe la solicitud de la presencia de las Hijas de María Auxiliadora para responder a las necesidades educativas tradicionales y nuevas y, por otra, su estilo de vida , caracterizado por el espíritu de familia, el amor, la alegría, puede suscitar en las jóvenes el deseo de dar la vida al Señor en esta misión.

Quiero subrayar que don Bosco, con su singular proximidad al mundo juvenil, hecha de simpatía, profunda amistad, paternidad espiritual expresada en la laboriosa atención a sus necesidades, tradujo en espiritualidad educativa la «conversatio inter pauperes», de san Francisco de Asís.

–¿Quiere decir que el espíritu de san Francisco de Asís, leído en clave educativa, inspiró a don Bosco?

–Sabemos que san Francisco, con su estilo de vida evangélico, socorrió a los pobres no sólo con la «elargitio erga pauperes», es decir con dar limosna a los pobres, sino con la «conversatio inter pauperes», es decir, estando en medio de ellos, haciéndose uno de ellos, por tanto entendiéndoles desde dentro.

Don Bosco nos dio un estilo de presencia educativa, inspirada en el principio de la Encarnación, hecho de tal cercanía a las nuevas generaciones como para llegar a dedicarles toda su existencia, amando lo que ellos amaban para llevarlos a amar lo que él amaba.

Mirando a la vida de Juan Pablo II, se puede ver a don Bosco. Estaba como él, en medio de los jóvenes. Es una herencia bellísima pero también exigentísima porque lleva a la entrega de la propia vida por ellos, por su salvación.

Don Bosco dejó un lema: «Da mihi animas coetera tolle!» [frase de su ordenación sacerdotal tomada de san Francisco de Sales, así como el nombre de salesianos, ndt], es decir «Dame almas, quítame todo lo demás». Se consagró totalmente al bien integral de los jóvenes, justo apuntando al interior, la espiritualidad, la salvación. Los jóvenes responden con entusiasmo y generosidad a las propuestas de quienes les aman de verdad.

Estos elementos «pueden» indicar una razón del crecimiento numérico tanto de los salesianos como nuestro. Digo «pueden», es decir indico una posibilidad porque el itinerario del descubrimiento vocacional y de la decisión de responder es muy variado. A veces, depende de factores contingentes, otras incluso de la casualidad o de la búsqueda intencional, explícita.

A veces, las vocaciones vienen de contextos socioculturales y sociorreligiosos que podríamos juzgar «inadecuados» y no vienen de ambientes que parecerían más «favorables».

Por ejemplo, esperaríamos un número más consistente de vocaciones de los colegios, oratorios, centros juveniles y parroquias donde actuamos y en cambio no es así.

La vocación, por tanto, surge cada vez más como don de Dios, sobre todo en contextos antropológicos y culturales en los que la propuesta religiosa parecería fortuita.

Una precisión: creo que hoy deberíamos ser más valientes en hacer la propuesta vocacional porque, a menudo, las nuevas generaciones están solas en la búsqueda y realización del propio proyecto de vida según el plan de Dios.

[La segunda parte de esta entrevista será publicada este viernes]

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ZENIT Staff

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