La violencia está hundiendo a Indonesia en la crisis económica

ROMA (REDACCION CENTRAL), 21 oct (ZENIT.org).- Los países que están apoyando a la economía indonesia han celebrado esta semana una reunión en Tokio para tratar de buscar una solución al alto nivel de deuda que pesa sobre la nación. Según el «Wall Street Journal» (17 de octubre de 2000), la deuda externa de Indonesia, en marzo de 2000, era de un total de 144.240 millones de dólares, de los que 75.040 millones eran deudas gubernamentales y 69.200 millones eran deudas del sector privado. La inquietud social y política que se respira en el país hace que el peso de la deuda sea aún más peligroso. Sin embargo la mitigación de este peso financiero es complicada por la inquietud social y política.

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La semana pasada, el Banco Mundial hizo saber a Indonesia que los donantes quieren ver progresos en Timor Occidental, donde más de 100.000 timoreses del Este todavía se encuentran en campos de refugiados en circunstancias lamentables. El ataque del 6 de septiembre a la ficina del Alto Comisariado para los Refugiados de Naciones Unidas en Atambua, en el que murieron tres trabajadores de la ONU, tuvo consecuencias decisivas: la ONU suspendió las operaciones de ayuda en Indonesia e hizo presión internacional sobre Yakarta para desarmar a las milicias. Estas fueron en principio creadas por la policía y los militares indonesios para detener los esfuerzos independentistas en Timor Este. El presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, ha advertido al presidente Wahid sobre las consecuencias irreparables que tendría el fracaso en el intento de detener la violencia en Timor Occidental.

La recuperación económica se ha hecho también más difícil en Indonesia a causa de la hostilidad que existen hacia la minoría china, cuyos negocios se convirtieron en blanco de los tumultos en el periodo que siguió a la renuncia del presidente Suharto. De acuerdo con «Business Week» (9 de octubre de 2000) mientras que los seis millones de chinos son el 3% de la población tradicionalmente han dominado la economía. Los chinos dirigen la mayor parte de los 220 bancos del país y esencialmente las mayores compañías. Además los chinos son propietarios de muchos grandes almacenes rurales y venden a los granjeros a crédito por lo que su ausencia ha afectado de manera negativa a toda la economía rural.

Durante los tumultos hubo miles de chinos que abandonaron Indonesia, llevándose con ellos miles de millones de dólares. Aunque la economía podría crecer en un 4% este año, no es suficiente para superar la contracción del 13% que experimenta desde 1997. Hasta la fecha el Gobierno de Wahid ha hecho poco para dar garantía a las personas de etnia china, que no quieren a volver hasta que se les ofrezca seguridad.

Inestabilidad política
El asunto se complica además por la rivalidad existente entre las autoridades civiles y políticas. En la última refriega, el «Financial Times» (9 de octubre de 2000) informó que el presidente indonesio había reemplazado a los jefes del ejército y la armada del país en un intento de someter los jefes militares al control civil.

Según el diario, desde que llegó al poder hace un año Wahid ha tratado de quitar a los oficiales que eran leales al gobierno autocrático del ex presidente Suharto. Los militares de Indonesia han dominado la política nacional bajo ese régimen que duró 32 años. Wahid es el primer líder elegido democráticamente desde los años cincuenta.

Este cambio en el liderazgo de las fuerzas armadas se produce meses después de la remoción del jefe de la policía nacional, el general Rusdihardjo, que fue reemplazado tras fracasar en su intento de aplicar las instrucciones de Wahid, quien ordenó arrestar al hijo menor de Suharto, Hutomo «Tommy» Mandala Putra, con motivo de una atentado con bomba.

El rechazo de los militares a someterse al control civil fue subrayado por un análisis publicado por Barry Wain el 13 de octubre en el «Asian Wall Street Journal». Wain recuerda que, cuando el Jihad Laskar convocó la guerra santa en defensa de los musulmanes de las Molucas, en abril pasado, el presiente Wahid dio instrucciones de que no se permitiera a los grupos radicales dejar la isla de Java. Ni los militares ni la policía hicieron nada por detener a los varios miles de militantes que se embarcaron hacia la «guerra santa». Además, cuando llegaron a la distante Ambon, les esperaban contenedores llenos de armas. Estos grupos se unieron a las turbas locales atacando a las comunidades cristianas, ayudados por soldados regulares y obstaculizados sólo por algunos policías, obligando a Yakarta a declarar el estado de emergencia.

Mientras tanto, en Timor Occidental el problema de controlar los grupos de la milicia sigue sin resolverse. Según el «New York Times» (10 de octubre de 2000) las milicias vencidas en Timor Este se han reagrupado y rearmado, poniendo en ridículo al Gobierno de Yakarta, que está corriendo el riesgo de perder miles de millones de dólares de ayuda internacional.

Conflicto religioso
Otro tema sin resolver es la cuestión de las divisiones religiosas que han producido conflictos sangrientos en algunas de las islas orientales de Indonesia. La edición de octubre de «Compass Direct» informaba que este conflicto se ha cobrado ya 3.000 vidas humanas y ha causado más de 100.000 refugiados.

Los dos millones de habitantes de las Islas Molucas se han metido en una guerra civil, en la que también se dan matices religiosos, a raíz de un altercado entre un conductor de autobús y un cliente que tuvo lugar en Ambon en enero de 1999.

Ahora Ambon esta en ruinas. La ley y el orden han fracaso y Ja´far Umar Thalib, el líder de Jihad Laskar, una fuerza de choque de 3.000 soldados musulmanes que han llegado a Ambon desde Java y Makassar para atacar a los cristianos, ha declarado públicamente que no se detendrá hasta que expulse a los cristianos de las Molucas.

«Compass Direct» informa que, mientras protestantes y católicos iniciaban nueve días de luto para reflexionar y rezar sobre la terrible guerra que aflige a las Islas Molucas, el 26 de septiembre otra aldea cristiana fue atacada y destruida por el ejército musulmán. Todo el mundo se dio cuenta de que no apareció ni un solo miembro de las fuerzas de seguridad de Indonesia hasta después de dos horas de iniciarse el conflicto y cuando ya no había nada que hacer. El cuartel de las fuerzas armadas especiales de Indonesia se encontraba a tan sólo dos kilómetros de distancia de la aldea.

Recientemente, el obispo auxiliar de Ambon, monseñor Jos Tethool, y el reverendo Ansis Homenara, presidente de Justicia y Paz de Ambon, firmaron una declaración conjunta sobre la violencia en la provincia del sur de las Molucas. La declaración advierte que las fuerzas musulmanas se están moviendo hacia el enclave cristiano de Paso donde han sido acogidos más de 100.000 cristianos refugiados. Si tienen éxito, los milicianos podrían lanzar su asalto final por control completo de Ambon, forzando así al resto de los cristianos a evacuar la isla o afrontar la guerra santa.

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ZENIT Staff

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