Las lecciones de Asís, según el cardenal Ratzinger

Balance de la Jornada de oración de líderes religiosos por la paz

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ROMA, 21 febrero 2002 (ZENIT.org).- El cardenal Joseph Ratzinger, define el tren de líderes religiosos de Asís como «un símbolo de nuestra peregrinación en la historia».

En un artículo que aparecerá en la próxima edición de la revista mensual «30 Días» [ http://www.30giorni.it ], el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe hace un balance de aquel encuentro, la cumbre de representantes de las religiones más importante de la historia, que tuvo lugar el 24 de enero pasado.

«¿No somos quizá todos pasajeros del mismo tren?», se pregunta Ratzinger en el artículo. «El hecho de que el tren haya elegido como destino la paz y la justicia, la reconciliación de los pueblos y las religiones, ¿no es quizá una gran aspiración y, al mismo tiempo, una espléndida señal de esperanza?».

En todas las estaciones que separaban al Vaticano de Asís, constata el cardenal alemán quien viajaba en el tren, esperaba una gran multitud de gente para saludar a los peregrinos de la paz. En Asís el entusiasmo no era menor, especialmente entre los jóvenes.

El aplauso de la gente, explica Ratzinger se dirigía ante todo al Papa que convocó el encuentro «con la fuerza de su personalidad, la profundidad de su fe, la pasión que deriva de ella por la paz y la reconciliación».

Pero el aplauso se dirigía también, añade, a «todos aquellos que con él buscan la paz y la justicia, y era una señal del deseo profundo de paz que experimentan los individuos ante las devastaciones que nos rodean, provocadas por el odio y la violencia».

Recuerda que, en su discurso, el Papa afirmó que Cristo es nuestra paz. «Como cristianos –indica–, no debemos esconder esta convicción: por parte del Papa y del Patriarca ecuménico la confesión de Cristo nuestra paz fue clara y solemne».

El camino emprendido por los líderes religiosos, indica, «debe ser para todos un camino de purificación».

San Francisco, antes de su conversión era cristiano, pero luego empezó a pensar en el cristianismo de un modo nuevo, afirma. Sólo tras esta experiencia pudo oír la voz del Crucificado, ver su desnudez, su pobreza y humillación en contraste con el lujo y la violencia que antes parecían normales.

«Sólo entonces –explica Ratzinger–, supo verdaderamente que las cruzadas no eran la vía apropiada para defender los derechos de los cristianos en Tierra Santa, sino que había que tomar a la letra el mensaje de la imitación del Crucifijo».

De Francisco, indica Ratzinger, «emerge todavía hoy el esplendor de una paz que convenció al sultán y abatió verdaderamente los muros».

«Si nosotros, como cristianos –concluye–, emprendemos el camino hacia la paz a ejemplo de san Francisco, no debemos temer perder nuestra identidad: es justamente entonces cuando la encontramos».

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ZENIT Staff

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