Las reliquias de santa Teresita de Lisieux llegan a Irak

Signo de esperanza y paz para los cristianos que temen la guerra

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BAGDAD, 21 noviembre 2002 (ZENIT.org).- Las reliquias de santa Teresa del Niño Jesús fueron acogidas este miércoles en Bagdad como signo de esperanza de paz para el país amenazado por una operación militar de consecuencias imprevisibles.

Una emocionante misa, en la que participaron varios centenares de católicos iraquíes, recibió oficialmente a la pequeña santa francesa (1873-1897), patrona mundial de las misiones, que pasó los pocos años de su juventud en los muros del convento de Lisieux.

Las reliquias han llegado al país por petición urgente de monseñor Jean Sleiman, arzobispo de los católicos de rito latino de Bagdad, en vísperas de que los cristianos de Irak celebren un día especial de oración por la paz este viernes.

Muchas familias, incluidos niños, llegaron este miércoles momentos antes de la celebración eucarística para poder rezar en la catedral caldea de San José en Bagdad ante los restos de la doctora de la Iglesia, canonizada en 1925.

Las reliquias, que deberían permanecer en el país hasta finales de año, procedían del Líbano, donde según ha informado «Radio Vaticano» (19 de noviembre) han recorrido durante dos meses y medio el país de los cedros.

«Que la visita de las sagradas reliquias que llegan a Irak, urgente y crucial, pueda alejar de Irak y de toda la región el fantasma de la guerra», afirmó el cardenal Pierre Nasrallah Sfeir, patriarca de Antioquía de los Maronitas.

Uno de los momentos más emocionantes de la presencia de los restos de santa Teresita en el Líbano tuvo lugar el 15 de noviembre pasado, cuando fueron llevados a la cárcel de Roumieh, en el norte de Beirut, con 5 mil encarcelados. El mismo cardenal Sfeir, inauguró en ese momento en la cárcel un centro de reeducación y un ambulatorio.

El padre Raymond Zambelli, rector emérito de la Basílica de Lisieux (http://therese-de-lisieux.cef.fr), aclara que la Iglesia «ha respetado siempre la costumbre de recogerse y de rezar en presencia de los restos mortales de las personas que hemos conocido y amado. Esta práctica, presente tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, perdura hasta hoy».

«Los hombres no somos sólo espíritu y por eso tenemos necesidad de signos –aclara el sacerdote–. Precisamente las reliquias de los santos son consideradas como signos muy pobres y muy frágiles de lo que fueron sus cuerpos. En presencia de las reliquias podemos evocar más facilmente su condición humana : con sus cuerpos los santos pensaron, actuaron, rezaron, sufrieron y experimentaron la muerte».

«De estos signos tan pobres y casi irrisorios a veces se sirve Dios para manifestar su presencia y hacer brillar su poder y su gloria, ya que es Él quien obra por medio de ellos. Estamos, pues, ante una lógica distinta a la del mundo, estamos ante la lógica de Dios tan desconcertante para nuestros pobres espíritus».

«Es verdad –concluye– que en los siglos pasados se produjeron abusos a propósito del uso y de la autenticidad de las reliquias y que la sensibilidad de algunos contemporáneos es, en este aspecto, distinta de la de nuestros antepasados; sin embargo, el culto a las reliquias ha tenido siempre su valor y su razón de ser en la Iglesia y las celebraciones que giran alrededor de su presencia significativa atraen siempre a muchedumbres, como lo comprobamos en Lisieux y en otros lugares».

Según la página web del Santuario, en el año 2003 las reliquias de santa Teresita visitarán Escocia y España. En 2004, llegarán a África.

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ZENIT Staff

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