Los santos: discípulos valientes de Cristo Jesús

Por monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán (México)

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TEHUACÁN, sábado, 30 junio 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje semanal que ha escrito monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán (México) y presidente de la Comisión de esa Conferencia Episcopal para la familia, la Juventud y los laicos.

Los santos: discípulos valientes de Cristo Jesús     En la pasada Conferencia de Obispos en Aparecida, Brasil, reafirmábamos cómo el encuentro con Cristo Jesús es la fuente de nuestra vida. De ese encuentro brota todo: sabernos amados, estar dispuestos a corresponder amando, vivir la comunión con Dios Trino –hijos de Dios Padre Bueno, por Cristo Jesús, en el gozo de su Espíritu- y también la comunión con los demás como hermanos; esto, a su vez, lleva a la misión: en efecto, si el encuentro con Jesús ha transformado nuestra vida, no podemos callar, nos sentimos impulsados a anunciarlo, para que otros lo conozcan y lo sigan.

Los santos son personas que han vivido en una época y un lugar concretos, a veces con defectos notables, pero que van purificando para dar testimonio heroico y entusiasta de este encuentro y seguimiento de Cristo Jesús.

Hago breve mención de algunos santos.

El pasado día 24 celebrábamos el Nacimiento de san Juan Bautista, cuya vida y misión estuvo orientada totalmente a anunciar la llegada del Mesías –Jesús-, motivando a las gentes a prepararse a recibirlo y seguirlo. San Juan Bautista es íntegro en su testimonio: enérgico y valiente en su llamado a la conversión, humilde en su actitud en relación a Jesús, pues ante Él no se siente digno ni siquiera de realizar un oficio de esclavo, como es el desatar las correas de las sandalias.

El día 29 celebramos el martirio de san Pedro y san Pablo, los dos convencidos y entusiastas discípulos y misioneros de Jesús; pero también ambos tuvieron que purificar y reorientar mucho de su mentalidad y comportamiento.

San Pedro, llamado primero Simón, era pescador en el mar de Galilea, cuando Jesús lo llamó. Primario y apasionado, Simón Pedro era líder natural en el grupo de los Doce apóstoles. Fue constituido por Jesús como Jefe del Grupo y de la naciente Iglesia. Lenta y fatigosamente fue aprendiendo que la misión de Jesús como Mesías no iba por el camino de la espectacularidad, el poder y el triunfo deslumbrantes, sino por la puerta angosta y difícil de la mansedumbre, de la compasión, de la cruz. Cuando Jesús es hecho prisionero, Simón Pedro prefiere negar que conoce a Jesús para evitar el riesgo de correr su misma suerte. De esta traición, Simón Pedro se arrepentirá, motivado por el amor fiel de Jesús, quien le renueva la invitación a que lo siga. El cambio de Simón Pedro es tan notable, que cuando las autoridades civiles y religiosas mandan a los apóstoles que no hablen ni enseñen en nombre de Jesús, Simón Pedro responde con valentía: “Juzguen si es justo delante de Dios obedecerles a ustedes más que a Dios. No podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hechos 4, 19-20).

San Pablo, por su parte, llamado primero Saulo, transformó su vida de perseguidor de los discípulos de Jesús, a convencido y fogoso apóstol de Jesús, no importando burlas, rechazos, azotes, persecuciones, cárceles, naufragios por anunciar a Cristo Jesús y su Evangelio, llegando a declarar: “Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo.” (Flp 3,7). “Ya no soy yo quien vive –dice también- sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20), tanta es su adhesión y seguimiento de Cristo Jesús.

Los santos como san Juan Bautista, san Pedro y san Pablo, nos estimulan y acompañan para ser también nosotros discípulos fieles y perseverantes de Cristo Jesús en las circunstancias concretas de nuestra vida. En medio de mentalidades, afectos y acciones de lo más complejo y extremo con que nos encontramos, en que incluso se llega a definir como derecho lo que es contrario a la dignidad de la persona humana -como es el caso, por ejemplo, del aborto, la eutanasia y la relación sexual entre personas del mismo sexo- necesitamos tener la mente lúcida y el corazón encendido para que nuestro comportamiento refleje en verdad el Evangelio de Cristo Jesús. Lo importante en la vida no es nuestra riqueza material, el placer, la buena fama, el prestigio o el éxito, sino el seguimiento fiel, valiente y entusiasta de Cristo Jesús.

Por otro lado, nuestra devoción a los santos, por ejemplo a san Juan Bautista, san Pedro y san Pablo, u otros cuyo testimonio de vida nos convence y motiva, nos ha de orientar siempre a Cristo Jesús. Podríamos decir que los santos no tienen luz propia, sino que son reflejo de la Luz que es Cristo. La misma Virgen María es el mejor testimonio de discípula fiel y valiente en el seguimiento de Cristo Jesús.

El testimonio de los santos nos ayuda a recuperar el llamado que Cristo Jesús nos hace a una vida santa, lo que no significa una vida gris, aburrida y enfadosa, sino encontrar la alegría y el amor según las mejores opciones, las que cuentan para siempre, porque Cristo Jesús es Camino, Verdad y Vida.

+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán

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ZENIT Staff

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