Mensaje de Navidad desde Chiapas

Del obispo de San Cristóbal de Las Casas y su auxiliar

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, 24 diciembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos el «Mensaje de Navidad 2003» enviado por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, y por su obispo auxiliar, Enrique Díaz Díaz.

MENSAJE DE NAVIDAD 2003

«He aquí que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros» (Mt 1,23). Hoy se renueva para todos nosotros el misterio de la Navidad. Nace también para los hombres y la mujeres de nuestro tiempo este Niño que trae la salvación al mundo. Nace trayendo alegría y paz a todos.

Emmanuel, «Dios con nosotros». Un niño indefenso y tembloroso nace en la humildad de una cueva, para compartir el caminar de todo hombre: devuelve la dignidad a cada vida que nace, da esperanza a quien ha caído en la trampa de la duda y el desaliento. Frente a Jesús que nace, no podemos olvidar hoy que las sombras de la muerte amenazan la vida en cada una de sus fases, especialmente en sus primeros momentos y en su ocaso final. Cada hombre o mujer, cada niño o anciano, cada persona, aún desde el vientre materno o desde un asilo de ancianos, tiene derecho a una vida en plenitud y es compromiso nuestro defenderla, protegerla y luchar por ella. ¡Qué dolor nos causa ver el poco aprecio que se tiene por la vida! Asesinatos, violaciones y miseria atentan contra la vida.

Emmanuel, «Dios con nosotros». Desde el vientre virginal de la Flor más Bella, brota el retoño que en el dolor del parto dignifica y enaltece a la madre. El niño, carne rosada y temblorosa tomada de María, recostado en un pesebre, hace resplandecer la grandeza y dignidad de toda mujer y de toda madre. En su carne, tierna y frágil, contemplamos la misma carne de tantas mujeres que luchan y trabajan, que dan su vida en condiciones inhumanas, que son explotadas y violentadas y que, sin embargo, son portadoras de tanta esperanza y tanta luz.

Emmanuel, «Dios con nosotros». El llanto y la sonrisa del recién nacido en esta noche santa de Navidad se confunden con el llanto sin consuelo y la sonrisa sin futuro de los niños maltratados, humillados y abandonados que encontramos en nuestras ciudades y nuestros campos. No caminan solos, Jesús camina con ellos. El niño migrante, el niño sin posibilidades de educación, el discriminado, ya no camina solo; Jesús camina con ellos. Contemplemos con María el rostro de Cristo: aquel Niño, envuelto en pañales y recostado en un pesebre, es Dios que viene a visitarnos para guiarnos por el camino de la paz. María lo contempla, lo acaricia y lo arropa. Igualmente, con María en el misterio de la Navidad, contemplemos a Jesús en los rostros infantiles de nuestro tiempo. Contemplemos, acariciemos, arropemos a nuestros niños. Salvemos a los niños, para salvar la esperanza de la humanidad. Nos lo pide con fuerza aquel Niño nacido en Belén, el Dios que se hizo hombre para devolvernos el derecho a esperar.

Emmanuel, «Dios con nosotros». La Palabra, por quien fueron hechas todas las cosas, se hace debilidad e impotencia. El que todo lo puede, se hace todo necesidad. Se encuentra en un humilde pesebre bajo la mirada atenta y amorosa de José y María. El que todo lo sabe, inicia un largo proceso de educación y acompañamiento en la tradición y enseñanza judía. Él será conocido como el «hijo de José», hijo de familia. «Aprende» el amor y el cariño de los más cuidadosos padres. A Él encomendamos ahora nuestras familias tan desgarradas en busca de sustento, tan atacadas por un mundo egoísta, tan divididas y profanadas. Él construye con nosotros las nuevas familias: escuela de amor, iglesia doméstica e imagen viva de la unidad y comunicación trinitaria.

Emmanuel, «Dios con nosotros». El Verbo se hace carne, carne de indio, de blanco y de negro, carne sin fronteras, sin límites, sin divisiones. Rompe todos los muros que separan y enfrentan a los hombres, porque, si Dios se ha hecho carne nuestra, ¿cómo continuar odiando al hermano?; ¿cómo sacrificarlo por nuestros propios intereses?; ¿cómo condenarlo al silencio?; ¿cómo pasar junto él sin reconocerlo? El amor del «Dios con nosotros» ha venido a la tierra para morir en la Cruz. En el frío portal, en medio del silencio, la Virgen Madre, con presentimientos en el corazón, siente ya el drama del Calvario. Será una lucha angustiosa entre la luz y las tinieblas, entre la muerte y la vida, entre el odio y el amor. El Príncipe de la paz, nacido hoy en Belén, dará su vida en el Gólgota para derribar el muro que nos oprime. Y hoy, como aquel lejano ayer, la Madre Virgen contempla a su Hijo, en medio del sufrimiento, al lado de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que luchan por construir un mundo de paz.

Emmanuel, «Dios con nosotros». Pan de vida compartido desde el pesebre. Pan de unidad, formado de miles de espigas y sudores, que alimenta nuestras hambres. Pan que fortalece nuestros pasos vacilantes, en medio de un terrible desierto, en la búsqueda de una verdadera justicia. Pan que transforma en fuerza y vigor divinos, nuestro mezquinos esfuerzos presentados en humilde pan de trigo. Pan, presencia siempre viva y operante en la Eucaristía.

Emmanuel, «Dios con nosotros». Presencia divina envuelta en coros celestiales, que viene a posarse en medio de unos ingenuos pastores y se deja encontrar por los magos que, enamorados de una estrella, dejaron casa y tierra por contemplar aquel rostro de Niño. Presencia divina que también hoy camina al lado de los humildes y sencillos, que quieren construir un mundo diferente, que se dejan arrastrar por voces y estrellas, que creen que es posible construir aquí en la tierra un reino nuevo. Presencia divina, esperanza, aliento y fortaleza.

¡Ven, Dios hecho hombre!
¡Ven a ser corazón del mundo renovado por el amor!
Ven especialmente allí donde más peligra la suerte de la humanidad.
Ayúdanos a ser testigos creíbles de tu mensaje de paz y de amor, para que los hombres y mujeres de nuestro tiempo, caracterizado aún por tensos contrastes e inauditas violencias, te reconozcan como fuente inagotable de la paz verdadera, a la que todos aspiran en lo más profundo del corazón.
¡Ven, Emmanuel, «Dios con nosotros»!

+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristóbal de Las Casas

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo Auxiliar de San Cristóbal

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ZENIT Staff

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