Monseñor Duarte «denunció que el narcotráfico financió las elecciones»

El presidente de la Conferencia Episcopal Colombiana explica la muerte del arzobispo

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BOGOTÁ, 20 marzo 2002 (ZENIT.orgAvvenire).- Colombia se paró ayer a las 12 para dar su despedida al arzobispo de Cali, monseñor Isaías Duarte, asesinado el sábado en un bárbaro atentado que ha conmovido al mundo entero.

Ha sido sepultado en un lado del atrio de la catedral de San Pedro de Caicedo, en el corazón de Cali. El obispo fue acompañado por varios obispos y el nuncio Beniamino Stella. A la ceremonia asistió el presidente de la República Andrés Pastrana, todos sus ministros, la cúpula militar y muchísima gente corriente.

El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Alberto Giraldo Jaramillo, habla en esta entrevista de los posibles motivos de la muerte del arzobispo Duarte.

–¿Qué recuerdo tiene de su hermano obispo de Cali?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Realizaba su ministerio pastoral con una claridad, una sinceridad y un empeño que tenían que resultar incómodos para muchos. Amaba a la Iglesia y ha conservado la fidelidad al Evangelio de nuestro Señor Jesucristo hasta el final. En su trágica muerte, se puede ver la realización de todo los que se nos ha enseñado: «El buen pastor da la vida por el rebaño».

–¿Qué objetivo tenían los asesinos de monseñor Duarte?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Sembrar en todos nosotros un gran miedo para que reinen el caos y el desánimo.

–Colombia está atravesando quizá el peor momento de su historia, con una guerra fratricida abierta entre las fuerzas regulares del estado y los grupos armados guerrilleros. ¿Cuál es el papel de la Iglesia católica en estos momentos trágicos?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Por la fe que tengo, hago un llamamiento a todos los colombianos a la esperanza, a la solidaridad, a la búsqueda de la unidad porque, ahora, como nunca antes, tenemos que comprender que somos una sola familia.

–¿Qué dice hoy a su pueblo?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Como comunidad eclesial, ahora más que antes nos sentimos una gran familia que llora el crimen contra uno de sus miembros.

–¿Y la Conferencia Episcopal colombiana? ¿Cuál es su voz?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Con todos y cada uno de los obispos nos unimos para exhortarnos los unos a los otros en la fe, en el amor y en la esperanza. Llamo a todos los fieles a que, con la oración, pidan que se conceda la serenidad para salvar a Colombia en este momento. Pido también que los sentimientos de perdón y de reconciliación sean los que abran el camino hacia la paz, y que la muerte de Duarte haga renacer la esperanza en los corazones de todos nosotros que creemos en el Señor Jesucristo.

–¿Sabe si monseñor Duarte había recibido amenazas de muerte por su obra en defensa de la legalidad y de los más débiles?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Desde el pasado febrero, nuestro hermano obispo había denunciado que el narcotráfico ha financiado la campaña electoral de los políticos que aspiraban a un escaño en el Parlamento en las votaciones del 10 de marzo pasado.

–¿La Iglesia católica colombiana tiene indicaciones precisas sobre el futuro político del país? ¿Entre los dos mayores alineamientos, el liberal y el conservador, cuál tendrá mayores posibilidades de dar un cambio social concreto al país?

–Alberto Giraldo Jaramillo: Colombia tiene necesidad de hombres políticos en condiciones de levantar al país, tanto en el nivel económico como en el social. Demasiada pobreza, demasiado permisivismo… Los problemas son de verdad muchos y habría que afrontarlos seriamente, con vigor y con un altísimo sentido de altruismo.

–La Iglesia podría por tanto saludar positivamente la elección de Alvaro Uribe como presidente. Es un hombre enérgico, decidido a levantar Colombia con todos los medios…

–Alberto Giraldo Jaramillo: Ahora más que nunca el pueblo colombiano debe unirse firmemente para detener a los violentos, a todos aquellos que no quieren la paz en nuestra nación. Y esto más allá de cualquier alineamiento y de cualquier opción política. La Iglesia está preocupada en primer lugar por la suerte del país.

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ZENIT Staff

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