Sierra Leona: ¿Hay un Dios justo?

Entrevista con monseñor Edward Tamba Charles, arzobispo de Freetown

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

FREETOWN, domingo 2 de octubre de 2011 (ZENIT.org).– Sierra Leona es un pequeño país en la costa occidental de África con una población de 5 millones de habitantes y una gran riqueza de recursos naturales, que incluye diamantes, oro, bauxita y mineral de hierro.

El país acaba de salir de una larga década de guerra civil, pero sigue enfrentándose a los desafíos de la reconciliación y la reconstrucción.

El programa de televisión “Dios llora en la Tierra“ de la Catholic Radio and Television Network (CRTN), en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada, ha entrevistado al arzobispo de Freetown, monseñor Edward Tamba Charles.

– Excelencia, en este momento se enfrentan a la inmensa tarea de la reconstrucción y la reconciliación tras una larga década de guerra civil que terminó en el 2002. ¿Por dónde empezar?

Monseñor Charles: Estoy de acuerdo con usted en que es una tarea inmensa y, al principio, no sabíamos por dónde empezar. Mi predecesor había dado los primeros pasos así que seguí adelante con la rehabilitación de la estructuras, de las vidas, curando los traumas y asesorando, así como a través del programa, en los colegios, de educación en la paz.

– ¿Puede explicarnos brevemente las causas de fondo de la guerra?

Monseñor Charles: Diría en primer lugar cuáles no fueron las causas. No fue una guerra religiosa; se trató más bien de la habitual guerra tribal africana. Fue ansia de poder. Algunos grupos querían tomar el poder y tener acceso a la riqueza del país, los inmensos recursos minerales que tenemos. La injusticia jugó también su papel en ello porque algunas personas que habían sido tratadas mal se unieron a uno o a otro de los combatientes para vengar lo que les habían hecho. Por ejemplo, en algunas zonas se arrasaron pueblos enteros. Más tarde, según se nos dijo, esto lo hicieron algunos que sentían que su propio partido los había engañado a la hora de elegir a sus jefes. Pensaron que todo el mundo debería perder así que quemaron las aldeas.

– Todos coinciden en el ámbito internacional en que esta guerra fue especialmente brutal: cortar piernas y brazos,… Pero la población es amante de la paz. ¿Se puede decir que el diablo tenía su día? ¿Cómo se puede explicar esto a nivel espiritual?

Monseñor Charles: Esta es una de las manifestaciones del misterio del mal. A veces, personas buenas, pacíficas y amables actúan de un modo que es difícil de explicar y esta ha sido nuestra situación. Se obligó a los jóvenes a salir y cometer atrocidades contra otras personas, en la mayoría de los casos gente inocente. A las víctimas se les disparó, se les amputaron los brazos, y a las mujeres embarazadas se les abrió el estómago para saber el sexo del bebe. Se volvió un juego entre jóvenes porque les drogaban los adultos. Y, sin embargo, como usted dice, la mayoría de los habitantes de Sierra Leona son amantes de la paz. En circunstancias normales odian la violencia. Así que esta es una de esas manifestaciones del misterio del mal que es difícil explicar.

– ¿Dónde estaba usted durante la guerra?

Monseñor Charles: Estaba en Sierra Leona cuando estalló la guerra en marzo de 1991. Y luego tuve que salir, en el mes de junio siguiente, a Roma por mis estudios. Estuve cinco años en Roma. Cuando volví en septiembre de 1996, la guerra seguía, por lo que no pude ir a mi región ya que los rebeldes habían capturado la zona y controlaban las minas de diamantes. No pude volver a casa durante mucho tiempo. Vi parte de la guerra y estuve allí hasta que terminó.

– ¿Se vio afectada su familia?

Monseñor Charles: Oh, sí. Nuestra aldea entera fue incendiada. Mi abuela fue asesinada. Ella era una de los inocentes de que hablábamos. No tenía nada que ver con el poder, o la lucha, y sin embargo fue asesinada a tiros. Fue asesinada en su propia habitación. El resto de la familia huyó a la vecina Guinea y estuvieron en un campo de refugiados durante muchos años hasta que terminó la guerra en el 2002.

– ¿Cómo no gritar pidiendo justicia? ¿No corre riesgo su fe al enfrentarse a este tipo de violencia y de mal sin sentido? ¿No se pregunta: dónde está Dios?

Monseñor Charles: Estoy de acuerdo con usted en que en esas circunstancias uno se siente tentado a decir: “¿Hay un Dios justo?”. Pero por mi fe profunda como cristiano y debería añadir, como africano, creo que Dios no es responsable de esto. Éste es un caso en el que debemos distinguir entre la justicia de Dios y las malas acciones del hombre; en este caso no ha sido Dios. Lo hicieron los seres humanos. Culpo a los adultos que les dieron aquellas fuertes drogas a los jóvenes para que fueran a cometer atrocidades, de modo que los adultos consiguieran lo que estaban buscando, el acceso al poder.

– Las víctimas y quienes cometieron aquello todavía viven en la misma sociedad. ¿Cómo se construye la reconciliación en este tipo de ambiente?

Monseñor Charles: Nuestro sentido de la justicia también deja lugar a la misericordia. De hecho, cuando se propuso un tribunal especial de la ONU, muchos en Sierra Leona sintieron que no era necesario porque no iba traernos de vuelta a los muertos, los amputados no iban a recuperar sus extremidades,… Se consideraba que lo que se había hecho no podía ser deshecho y, entonces, ¿qué buscaban? De acuerdo, los que lo hicieron, algunos de ellos, están entre nosotros, pero como le he dicho, muchos de ellos lo hicieron porque los adultos les drogaban. Algunos de esos adultos han sido llevados ante el tribunal especial para juzgarlos, otros todavía están siendo juzgados.

Lo que buscamos es su reintegración y seguir adelante. La vida debe continuar. Alguien puede decir: «Ustedes, los de Sierra Leona, tienen un sentido de la justicia muy extraño». Puede ser, pero queremos seguir adelante. Algunos de ellos han vuelto a sus aldeas. Ha habido procesos tradicionales de reconciliación. Pidieron perdón y fueron aceptados por la sociedad. Algunos de ellos se han incorporado a la policía y al ejército y han vuelto a la vida normal.

– ¿Está participando la Iglesia en este proceso de reconciliación?

Monseñor Charles: Sí, para garantizar que no vuelva a ocurrir y, por eso, tenemos programas de educación para la paz en nuestros colegios.

– ¿Cómo es en la práctica?

Monseñor Charles: Enseñar a los niños a relacionarse entre sí de modo pacífico, a respetar los derechos de los demás, y si hay algo malo, tener la valentía suficiente para pedir perdón. Hemos empezado con un programa piloto para los colegios católicos: primaria, primer ciclo de secundaria y segundo ciclo. Ahora algunas comunidades nos están pidiendo que lo extendamos a ellas. También llevamos adelante programas de sanación de traumas para quienes han sufrido experiencias terribles durante la guerra y tienen dificultades para reconciliarse con aquello. Se les acoge para ayudarles mediante consulta.

– Muchos de ellos son católicos o cristianos ¿Hay también musulmanes o de otras religiones?

Monseñor Charles: Cierto, hay personas de otras religiones. No tenemos ningún problema con las demás religiones en Sierra Leona. De hecho, hace poco, Sierra Leona fue considerada como uno, sino el primero, de los países con mayor tolerancia religiosa. Tal vez deberíamos exportarla a otras partes del mundo. Sí, vivimos en paz. Nos relacionamos bien unos con otros, tanto musulmanes como cristianos -los musulmanes son mayoría- porque muchos de nosotros somos del mismo entorno familiar. Este trasfondo cultural común es muy útil.

– La Iglesia también se vio muy afectada: se asesinó a sacerdotes, se asesinó a religiosos. ¿Puede hablarnos un poco sobre esto y sobre cómo se ha restablecido tras
este periodo?

Monseñor Charles: Hemos perdido un sacerdote, el padre McAllister, un padre del Espíritu Santo. Perdimos a un hermano de las Escuelas Cristianas. Perdimos a cuatro hermanas de las Misioneras de la Caridad, hermanas de la Madre Teresa. Perdimos a catequistas y a líderes de oración y a miles de miembros de la Iglesia.

– ¿Fue la Iglesia un blanco o sólo una parte del espectro de una violencia al azar?

Monseñor Charles: Yo diría que era parte de la violencia; destrucción indiscriminada de vidas y de propiedades. La Iglesia no fue un objetivo porque, como he dicho, esta no fue una guerra religiosa.

– ¿Y aun así todas las iglesias de su archidiócesis fueron destruidas?

Monseñor Charles: Sí, perdimos muchas iglesias, colegios y clínicas. Aquello que no fue destruido completamente quedó tan mal que resultó inútil.

– Su predecesor, el arzobispo Ganda, comprendió que había muy pocos recursos económicos y sugirió que las parroquias comenzaran con pequeños negocios al lado: una granja, una heladería, algo que las hiciera autosuficientes. ¿Tuvo éxito? ¿Sigue usted también esta estrategia?

Monseñor Charles: La idea era fascinante, pero pocos se animaron a llevarla adelante, sobre todo los sacerdotes que no estaban acostumbrados a los negocios o a la agricultura. Pero creo que debemos seguir, porque los recursos del extranjero se agotan. He dado la vuelta al mundo y sé que éste es el camino, el futuro de la Iglesia. Insistimos en la autosuficiencia como camino para la Iglesia en África. No tenemos más opción que promoverla.

Dicho esto, como he dicho antes, no muchos se animaron a ello y así la iniciativa se centra en unas pocas parroquias donde hay suficiente tierra para cultivar. Algunos sacerdotes hacen esto para subvencionarse aunque reciban del obispo un subsidio mínimo. En las ciudades tenemos iniciativas como restaurantes, pero no se está captando mucho todavía. Esperamos reorganizarlo para asegurar que sea rentable.

– A la hora de fijar sus prioridades pastorales, tiene en frente una serie de desafíos que van desde la reconstrucción de iglesias a la evangelización y los jóvenes. ¿Cómo sopesa usted sus prioridades?

Monseñor Charles: Como usted dice se trata de una decisión difícil, pero pondría la preferencia en la educación y también en el apoyo a los sacerdotes, que son mis primeros colaboradores; los sacerdotes que están en las parroquias y los futuros sacerdotes, para que tengamos más operarios en la viña del Señor. Una vez logrado esto, entonces comenzaría por ver dónde celebrar misa. Mire, en África, en ocasiones celebramos nuestras misas junto a un gran árbol; puede que desde ahí nos traslademos a una iglesia, pero sólo cuando podamos permitirnos construir una.

– Los jóvenes, ¿tienen esperanza en el Señor o en el cristianismo, o hay desinterés?

Monseñor Charles: Quizá haya uno o dos jóvenes que estén de verdad enfadados por la guerra y quieran dar la espalda a Dios, pero la mayoría son muy religiosos. Esa es una de las diferencias entre nosotros y el resto del mundo (Europa y América). Nuestras iglesias están llenas de jóvenes; en realidad constituyen la vitalidad de la Iglesia. Desde la guerra, las iglesias están verdaderamente llenas. La gente ha vuelto. De hecho, en algunos lugares donde comenzó el obispo, y tengo la intención de seguir, algunas iglesias han tenido que ampliarse porque se construyeron pensando en una comunidad pequeña. Desde la guerra los números han aumentado y, en una misa ordinaria de domingo, la gente tiene que sentarse fuera. En algunos lugares se han tenido que introducir una segunda o una tercera misa para acoger a los congregantes.

– ¿A qué atribuye este crecimiento de la Iglesia?

Monseñor Charles: Puede ser hambre de Dios, algo muy natural para nosotros los africanos. El cristianismo nos ha ayudado a construir sobre esta base. Somos un pueblo religioso y, por eso, nos volvemos primero a Dios cuando buscamos soluciones a nuestros problemas y puede que esa sea la razón por la que los jóvenes se han dirigido a la Iglesia tras la guerra.

Además, durante la guerra la Iglesia estuvo con el pueblo; los sacerdotes estaban en los campamentos de refugiados, yo mismo pasé algún tiempo en un campo de refugiados en mi ministerio con la gente y enterrando a los muertos. Tenía una camioneta destartalada que utilizaba, como una especie de coche fúnebre, para llevar a quienes morían y rezar por ellos. Algunos no eran ni siquiera católicos, pero no me importaba. Venían a mí: «Padre, necesitamos su ayuda», y lo hacía. Esto levantaba la credibilidad de la Iglesia. Una diócesis incluso creó una misión católica para los refugiados en Guinea. Enviaron sacerdotes desde Sierra Leona para ir a ejercer su ministerio entre nuestros hermanos y hermanas refugiados en Guinea. La Iglesia salió de aquello, diría, con la cabeza alta.

– El país es rico en recursos minerales: diamantes, oro y bauxita. ¿Ha sido esto una maldición o una bendición?

Monseñor Charles: ¡Una maldición! Como usted sabe, los extractores por todo el mundo dejan atrás mucha destrucción en término de daño al medio ambiente y pobreza, y los recursos minerales de Sierra Leona no han sido una excepción. Los primeros diamantes se descubrieron en los años treinta en mi propia región, en el distrito de Kono. Hoy día no hay agua corriente, no hay electricidad, carreteras en mal estado y todo lleno de agujeros abandonados tanto por las empresas mineras como por los rebeldes que, durante la guerra, tuvieron como objetivo esta zona porque querían algo que pudieran utilizar para comprar armas. Destruyeron muchas aldeas, destruyendo los edificios de forma deliberada porque querían establecer una mina a cielo abierto para poder extraer los diamantes para comprar armas. ¿Ha visto la película Diamante de Sangre? Intenta presentar una imagen de lo que ocurrió: diferentes grupos venden armas a ambas partes -a los rebeldes y al Gobierno- a cambio de diamantes.

– ¿Cómo cambiar esta maldición en una bendición?

Monseñor Charles: Bueno, necesitamos leyes buenas, pero sobre todo un mecanismo que asegure que las políticas se cumplen. Creo que aquí es donde está el problema en el Tercer Mundo. Una cosa es hacer buenas leyes, y otra cosa es llevarlas a la práctica, porque algunas compañías internacionales logran manipular el sistema para asegurarse de que consiguen lo que quieren y, en algunos lugares, si así lo requieren, incluso fomentan los conflictos para asegurarse el acceso a las zonas mineras.

– Estas son palabras duras.

Monseñor Charles: Son palabras duras, y es lo que está sucediendo al este del Congo.

– Su lema episcopal es Duc in Altum. ¿Cómo vive su lema episcopal hoy en Sierra Leona?

Monseñor Charles: En primer lugar, tengo que decir que es una declaración de confianza. Ya conoce la historia de Pedro. Pedro estuvo trabajando toda la noche y no pescó nada, y el Señor le dice: «Sal y echa tu red al fondo». Pedro, al principio, como hacía habitualmente, protestó, pero cuando lo hizo logró una captura enorme. Pensé que sería un buen modelo para mí. En primer lugar, yo no tenía intención alguna de convertirme en obispo, por lo que cuando me nombraron, ya sabe…

Usted no lo eligió…

Monseñor Charles: No, así que necesité algo a lo que aferrarme y el papa Juan Pablo II utilizaba esa expresión muchas veces, cuando estaba en Roma, y después pensé que me vendría bien. Por eso la elegí como mi lema episcopal. Me exige confiar en el Señor. Al final, es obra del Señor. No es cuestión de esperar hasta tener todos los medios a mi disposición. Tengo que hacer lo poco que pueda confiando en el Señor. En ocasiones, he tenido experiencias que me
han convencido de que había sido una buena elección, porque algunos días no se está seguro. Te despiertas y no estás seguro de qué dirección tomar y entonces el Señor te presenta una oportunidad, y haces algo útil por la gente.

– ¿Qué pediría a la gente del resto del mundo?

Monseñor Charles: Pedirles, antes de nada, que recen por nosotros. En segundo lugar quiero asegurarles nuestras propias oraciones. En las Iglesias de reciente creación nos entristece ver que las Iglesias que han contribuido y que todavía contribuyen a nuestro sustento están perdiendo el dinamismo que solían tener. Algunas iglesias están vacías. No hay vocaciones. Las parroquias se cierran y nos entristece. Así que rezamos para que no se pierda la fe. Esta es mi esperanza y mi oración por ellos y quizás, en el futuro, sean lo suficientemente valientes para aceptar misioneros de aquellas Iglesia que han levantado en África, Asia y por todo el mundo. Este es mi mensaje para ellos.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la Tierra», un programa semanal de Catholic Radio and Television Network en colaboración con la institución católica internacional Ayuda a la Iglesia Necesitada.

— — —

En la red:

Para más información: www.WhereGodWeeps.org y www.acn-intl.org

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación