«Tradición y futuro»: primer editorial del nuevo director de «L'Osservatore Romano»

El profesor Giovanni Maria Vian

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ROMA, lunes, 29 octubre 2007 (ZENIT.org).- Ofrecemos a nuestros lectores el editorial que el nuevo director de «L’Osservatore Romano», el profesor Giovanni Maria Vian , ha publicado en la edición del 28 de octubre, la primera del diario bajo su guía.

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Tradición y futuro

Un diario difícil, más aún, dificilísimo, pero sobre todo un «gran diario». Quien definía así «L’Osservatore Romano» era en 1961 el cardenal Giovanni Battista Montini. Casi medio siglo después, cuanto escribía el futuro Pablo VI, en el número por el centenario del diario vaticano, sigue siendo actual. Igual que las potencialidades del diario –descritas en el célebre articulo y tan grandes como importantes son su historia y tradición– merecen un nuevo desarrollo. Mirando con confianza hacia el futuro, porque esta apertura representa el sentido más profundo de la tradición, que significa precisamente transmisión en una continuidad vital.

¿Por qué es dificilísimo «L’Osservatore Romano»? El entonces arzobispo de Milán –que en la Secretaría de Estado durante más de quince años, como se subrayó, también ejerció «la alta dirección del diario»– respondía indicando «la desproporción entre el vastísimo campo, del que el diario habría debido ser espejo, el campo católico, y la relativa exigüidad de sus noticias, es más, hablando claramente, de la misma capacidad de darles voz y relieve», sin descuidar el punto apesadumbrado de su restringida difusión. Montini enumeraba además, con leve ironía, dificultades menores ligadas a la naturaleza especial del diario: «Diario serio, diario difícil, ¿quién lo leería alguna vez en el tranvía o en el bar; quien haría de él un corrillo de charla?»; mientras su crónica vaticana «nos procura, sí, el placer de un espectáculo áulico incomparable, pero no sin cierta duda de haberlo ya experimentado igual otras muchas veces».

¿Cómo hacer entonces de «L’Osservatore Romano» un gran diario? Esto se preguntaba el futuro papa, que no olvidó jamás al padre, director del pequeño pero luchador diario «Il Cittadino di Brescia». Y daba una respuesta clara: desarrollando su naturaleza de «periódico de ideas». Sí, porque el diario vaticano –escribía– «no es, como muchísimos otros, un sencillo órgano de información; quiere ser y creo principalmente de formación. No quiere sólo dar noticias; quiere crear pensamientos. No le basta con referir los hechos como suceden: quiere comentarlos para indicar como deberían o no haber ocurrido. No mantiene sólo coloquio con sus lectores; lo tiene con el mundo: comenta, discute, polemiza». Con una vocación por lo tanto universal, análoga a la de la sede romana a la que el diario intenta servir.

En este empeño cotidiano «el periodista es intérprete, es maestro, es guía, es a veces poeta y profeta». Un arte difícil –concluía Montini– y en el diario vaticano «cuánto más delicado y exigente». Por la necesidad de un «continuo testimonio al panorama de verdad moral y religiosa, en el que cada cosa de enmarcarse», y por la naturaleza a la vez oficial y oficiosa del diario de la Santa Sede: periódico «de ideas», pero también «de ambiente», no fácil pero del cual saca autoridad y fuerza. Así fue durante la segunda guerra mundial, y entonces «ocurrió como cuando en una sala se apagan todas las luces, y queda encendida una sola: todas las miradas se dirigen hacia la que permanece encendida; y por fortuna esta luz era la luz vaticana, la luz tranquila y llameante, alimentada por la apostólica de Pedro». Con una imagen de orgullo humilde y seguro que remite a la evangélica del candelabro que arde e ilumina.

La experiencia de la guerra dejó así un legado al diario, porque «su sede, su función, su red de informadores y de colaboradores, su autoridad y su libertad, la misma antigüedad y experiencia pueden hacer de él un órgano de prensa de primerísimo orden»; y hasta las dificultades pueden ser consideradas –finalizaba el futuro Pablo VI– «peculiaridades, y como tales constituir una interesantísima originalidad del periódico. Ningún otro puede tener horizonte más amplio de observación; ningún otro puede tener fuentes más ricas de información; ningún otro temas de desarrollo más importantes y más variados; como ningún otro juicio de orientación más autorizado y más beneficiosa función de educación en la verdad y en la caridad».

La permanente actualidad de las observaciones de Montini justifica que se vuelvan a proponer hoy, en un panorama mundial e informativo profundamente cambiado. La realidad global de hecho hace aún más necesario y amplio ese alcance internacional característico del diario vaticano, y esta misma realidad mundial hoy requiere su presencia en red real y eficaz, cuya urgencia ha sido recientemente anunciada por el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, quien varias veces ha expresado atención y estima por el diario de la Santa Sede, al que ha querido acercarse en persona.

«L’Osservatore Romano» –esto es, el diario y sus distintas ediciones periódicas– es ante todo el «diario del papa», y difundirá de dos modos la enseñanza y la predicación del obispo de Roma: conservando su peculiar naturaleza documental y desarrollando la de la información periodística. Pero también haciéndose mayor expresión de los organismos y de las representaciones de la Santa Sede, en Roma y en el mundo. Al servicio de Benedicto XVI, pontífice teólogo y pastor, el «siervo de los siervos de Dios» que sin cansarse, con mansedumbre confiada y firme, a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo testimonia y repite con el apóstol Juan que «Dios es amor» y que «en el inicio de ser cristiano no hay una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona», como ha subrayado en el comienzo de su primera encíclica.

Desde Roma el diario vaticano continuará observando con mirada atenta y amiga la realidad internacional, manteniendo en esta perspectiva la atención por esa Italia de la que el papa es primado y por su diócesis, donde tantos obispos y sacerdotes de cada continente han estudiado y con la que mantiene vínculos fecundos. Y alcance internacional tendrá la atención por los fenómenos culturales, reservando espacio a la comparación de ideas, con una apertura cordial respecto a la razón, a la que Benedicto XVI se remite para favorecer el coloquio y el debate, como ocurrió con la lección de Ratisbona, cuyos frutos empiezan a madurar. Y al mundo mirará el diario del papa informando sobre la comunión católica en los distintos continentes, sobre Iglesia y confesiones cristianas, judaísmo, islam y otras religiones, en la realización del Concilio Vaticano II interpretado a la luz del histórico discurso que el romano pontífice pronunció por el cuadragésimo aniversario de su conclusión.

Siguiendo el ejemplo de Benedicto XVI y difundiendo sus enseñanzas, su diario quiere dirigirse con amistad a todos, creyentes y no creyentes, y con todos hablar con respeto y claridad sobre temas como la dignidad del ser humano y la promoción de la justicia. Para hacer cada vez más evidente el testimonio y la verdad de Cristo en el mundo moderno. En la vitalidad de una tradición por su naturaleza abierta al futuro, y en la certeza de que la palabra del único Señor, Jesús, sembrada en el íntimo de las almas, prevalecerá sobre las fuerzas del mal y permanecerá para siempre.

g..m.v.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]
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ZENIT Staff

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