Estados Unidos: Concebido un niño para salvar a su hermana enferma

Para lograr el bebé idóneo para el transplante se descartaron 14 embriones

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NUEVA YORK, 4 oct (ZENIT.org).- Otro caso de inseminación artificial que hará discutir a los médicos y que suscita muchos interrogantes éticos. En Colorado, una pareja ha seleccionado los embriones producidos por inseminación artificial para concebir un niño con las características genéticas necesarias para salvar la vida de la hermana enferma.

Lisa y Jack Nash, de Inglewood, tuvieron hace seis años una niña, llamada Molly, afectada de una disfunción hereditaria llamada anemia Franconi. Su médula espinal no produce células sanas y, sin una intervención, la niña moriría en un plazo de siete años. Para salvarla era necesario un transplante de células sanguíneas, pero era necesario un donante libre de la enfermedad y dotado de las mismas características genéticas de Molly.

Tanto Lisa como Jack son portadores de una versión sana y otra dañada del gen de Franconi. La solución estaba, por tanto, en concebir un hermanito para convertirle en donante de las células. Ahora bien, los estudios médicos revelaron que, en caso de que el niño fuera concebido por vía natural existía un 25% de probabilidad de generar otro niño enfermo. Por este motivo, los padres no tuvieron más hijos después de Molly, aún queriéndolos.

Hace poco tiempo, el Centro Médico Masónico de Illinois les advirtió de que existía una posible solución. Una nueva técnica médica permitía hacer exámenes genéticos en los embriones producidos por inseminación artificial. De este modo, Lisa y Jack podían seleccionar un embrión sano con las mismas características genéticas de Molly.

La pareja dio luz verde al experimento y tras diversos intentos (al menos 14 embriones fueron descartados), el 29 de agosto pasado nació Adam. Usando un procedimiento que no causa dolor, los médicos han extraído del cordón umbilical las células sanguíneas necesarias para el transplante. El 29 de septiembre pasado, mientras tenía a su hermanito en brazos, Molly ha recibido la transfusión que necesitaba en el Hospital de la Universidad Fairview de Minneapolis y ahora, según los médicos, tiene un 90% de posibilidades de sobrevivir.

Es la primera vez que se usa una diagnosis embrional antes de la implantación para salvar la vida de un hermano, dijo Charles Strom, director de genética médica del Centro Médico Masónico de Illinois. Strom diseñó el método de selección genética.

Esta es la parte feliz de la historia. Pero existe otra que plantea serios interrogantes. Para llegar a concebir a Adam los padres han debido hacer diversas pruebas, descartando todos los embriones concebidos (en pocas palabras, abortos). Estas vidas humanas han sido generadas sólo con el fin de salvar a Molly y, cuando no servían, han sido rechazadas. En el futuro, otros progenitores podrían usar la misma técnica para tener la garantía de que el niño tenga los ojos azules.

«Se puede decir que la reproducción se está convirtiendo velozmente en algo como la compra de un coche –ha comentado el doctor Jeffrey Kahn, director del Centro de Bioética de la Universidad de Minnesota–. En la práctica, escoges el paquete de accesorios que prefieres. Yo sospecho que en este momento los progenitores no piden tener hijos sin predisposición a la homosexualidad o que tengan un metro ochenta de estatura sólo porque todavía no tenemos los tests que garanticen el resultado».

El uso y deliberada destrucción de embriones humanos está condenado por la Iglesia. En su declaración de 1987 «Donum Vitae», la Congregación para la Doctrina de la Fe dice: «La investigación médica debe abstenerse de operaciones en embriones vivos, a menos que no haya una certeza moral de no causar daño a la vida o integridad del niño no nacido y de la madre».

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ZENIT Staff

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