NUEVA YORK, 10 oct (ZENIT.org).- La Santa Sede denuncio ante la asamblea general de las Naciones Unidas la contradicción que supone prohibir el tráfico y venta de armas «ilícitas» y de hacer la vista gorda a la distribución de barmas de pequeño calibre, que acaban hoy día con un mayor número de vidas humanas.
La advertencia fue presentada por el arzobispo Renato Martino, nuncio apostólico y observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, al intervenir ante el primer comité de la LV sesión de la asamblea general de la ONU sobre el artículo 74, Desarme Completo y General, el pasado 6 de octubre.
El representante de Juan Pablo II ante el palacio de cristal de las Naciones Unidas en Nueva York recordó que el año 2000 es «el Año Internacional para la Cultura de la Paz». Ahora bien, para construir esa cultura «hace falta una acción global en los ámbitos educativos, sociales y civiles».
El panorama actual, según constató el mismo arzobispo, en este año 2000 es francamente desolador: «el número de guerras creció de manera significativa en 1999, cuando se combatieron no menos de 40 conflictos armados en los territorios de 36 países».
«Estos conflictos –denunció–, alimentados por traficantes de armas con apetitos monetarios rapaces, son un escándalo de la civilización moderna».
Martino está convencido de que «la vasta disponibilidad de armas ligeras y de pequeño calibre contribuye a la intensificación de estos conflictos».
«Es una vergüenza todavía más grande que muchas armas de pequeño calibre estén al alcance de los niños que, con una nueva forma de esclavitud, son utilizados como combatientes o porteadores por los grupos en lucha», denunció.
La contradicción es evidente: «Al mismo tiempo que se establecen normas y medidas internacionales –dijo– para frenar el tráfico de armas lícitas e ilícitas, es necesaria ante todo una voluntad política a nivel mundial. Los estados deben ejercer su responsabilidad con respecto a la exportación, importación, tránsito y traslado de armas ligeras y de pequeño calibre».
Al concluir su intervención, monseñor Martino aplaudió el pasaje de «la Declaración de la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas en la que se reafirma «el esfuerzo para eliminar las armas de destrucción de masas, sobre todo las armas nucleares»». Se trata de un prueba de que «la cultura de paz es posible fomentando antes la voluntad moral y política».