ROMA, 7 nov (ZENIT.org).- «El viaje del Papa a Ucrania es muy importante y podría abrir el camino a Moscú». Lo afirma el arzobispo Walter Kasper, secretario del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos.
De todos modos, advierte, es una peregrinación «muy delicada».
«En Ucrania –explica en declaraciones publicadas hoy por el diario Avvenire— está el problema de los greco-católicos, que fueron suprimidos por Stalin y que desde 1946 han padecido muchos sufrimientos. Casi todos sus obispos fueron asesinados. Tras reconquistar la libertad, la Iglesia greco-latina ha renacido. Ha habido luego tensiones con la Iglesia ortodoxa del Patriarcado de Moscú, que después se han atenuado afortunadamente».
Monseñor Kasper explica que la Iglesia ortodoxa en Ucrania se ha dividido en la última década en «tres obediencias»: una parte de los ortodoxos ha permanecido fiel al Patriarcado de Moscú, una parte está con Filarete, que ha dado vida a una propia obediencia y una tercera que se ha proclamado autocéfala.
«El viaje del Papa es por tanto importante desde el punto de vista ecuménico –añade el arzobispo alemán–. Espero que pueda contribuir a mejorar las relaciones con la Iglesia ortodoxa rusa. Pero el viaje es importante para la misma nación ucraniana, que tras los tiempos de la Unión Soviética, vive ahora un momento de gran orgullo. Un pueblo que ha sufrido tanto ve en la visita de Juan Pablo II un signo de esperanza para el propio futuro».
Kasper augura por último «que la visita del Papa en Ucrania pueda representar un paso hacia Moscú. la Iglesia ortodoxa rusa es la Iglesia ortodoxa más grande y el Santo Padre tiene un gran deseo de encontrar al Patriarca de Moscú. Un paso previo podría estar justamente en la solución de las tensiones en Ucrania. Esperamos poder dar este paso adelante».