CIUDAD DEL VATICANO, 22 nov (ZENIT.org).- En estos momentos de altibajos en el diálogo entre las confesiones cristianas separadas, Juan Pablo presentó hoy la fe, la esperanza y la caridad como las «estrellas» guía para llegar a la unidad perdida.
El pontífice hizo su propuesta al continuar con la serie de reflexiones sobre el ecumenismo que está abordando en sus encuentros con los fieles de los miércoles («El Papa: La Eucaristía desafía a los cristianos a volver a la unidad perdida»), en esta recta final del gran Jubileo del año 2000.
La fe, la esperanza y la caridad, explicó, no sólo «nos ponen en comunión con Dios y nos conducen a Él», explicó el Papa, sino que además, empujan a los discípulos de Cristo a la unidad rota tras siglos de separación.
Fe y ecumenismo
Dirigiéndose a los cuarenta mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, el pontífice continuó explicando que «Esta unidad tiene su manantial en la palabra de Dios, que todas las Iglesias y Comunidades eclesiales consideran como lámpara para sus propios pasos en el camino de su historia».
Ya, hoy día, añadió, católicos, ortodoxos, protestantes, luteranos, anglicanos… «profesan juntos la fe en «un solo Señor», Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y en «un solo Dios, Padre de todos»». Esta unidad, además, se ve reforzada por el «único bautismo» que hace de los hombres cristianos.
No sólo, los cristianos de las diferentes tienen otros importantes nexos de unión: «Todas juntas, las Iglesias y las Comunidades eclesiales se refieren a los antiguos símbolos de la fe y a las definiciones de los primeros Concilios ecuménicos», constató el Papa.
Esperanza y ecumenismo
Ahora bien, el obispo de Roma reconoció que «quedan por superar ciertas divergencias doctrinales para que el camino de la unidad de la fe llegue a su plenitud». Surge entonces, tras siglos de separaciones, la tentación de la desesperación. Fue aquí, cuando presentó la importancia de la esperanza.
Citando al poeta francés, Charles Péguy, reconoció la necesidad de que los cristianos pidan a Dios y vivan esta virtud teologal, pues «Esperar es algo difícil… lo fácil es desesperar y es la gran tentación». De hecho, el gran testimonio que pueden dar los cristianos a un mundo desesperanzado, es precisamente el de «dar razón de nuestra esperanza».
Caridad y ecumenismo
Sin embargo, «en la cumbre de las tres virtudes teologales está el amor», continuó constatando Juan Pablo II. El amor a Dios y a los hermanos es el auténtico motor del ecumenismo, su «meta eclesial» y «su manantial inagotable»
Por eso, citando el decreto del Concilio Vaticano II sobre el ecumenismo, concluyó: «este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, una y única, supera las fuerzas y las capacidades humanas». Esta es «nuestra esperanza».