BARCELONA, 23 nov (ZENIT.org).- La capital catalana sintetiza muy bien los desafíos que tiene que afrontar la Iglesia en el inicio del tercer milenio: su extraordinario dinamismo empresarial contrasta con la dura marginación propia de las grandes metrópolis; situada en la vanguardia cultural e intelectual europea, se moviliza para que el relativismo contemporáneo no entierre la riqueza de su patrimonio humano hecho de fe, austeridad, y honestidad; celosa de sus raíces e identidad, se encuentra proyectada en plena aldea global…
En esta archidiócesis, una de las más grandes del mundo, Juan Pablo II colocó como pastor, hace 10 años, al cardenal Ricardo María Carles Gordó, de 74 años. Sus palabras, como se refleja en esta entrevista, rezuman la paz y la tranquilidad de quien se sabe anclado en la sabiduría de la misión. Su imagen, empañada de polémica, cambia de gama de colores cuando se le pregunta por su pasión: llevar a Cristo a los hombres
–¿Cómo definiría la situación actual de la vida de la Iglesia en la archidiócesis de Barcelona?
–Cardenal Carles: Es muy compleja. Acostumbro a decir que Barcelona no es Jerusalén, la Ciudad Santa, pero tampoco Sodoma y Gomorra, como algunos creen. Es más Cafarnaúm, la ciudad que Jesús visita, en la que Jesús trabaja, donde hay muchas personas que no lo conocen. A la hora de describirla, empezaría por las cosas que yo veo positivas en este momento.
Hay gente extraordinaria en cuanto a testimonio de vida y a trabajo apostólico, tanto sacerdotes, como religiosos, religiosas y laicos. La generosidad parece ser su característica. Se han formado y han trabajado de manera muy austera, y son ejemplo de vida cristiana.
Un segundo aspecto es que el ambiente social racionalista, materialista y pragmático propio de Cataluña parece que ha dejado muy insatisfecho el espíritu de las personas; ahora se nota una gran apertura a lo trascendente, a lo que es gratuito, a lo que va más allá de las satisfacciones inmediatas. Es el momento propicio para una nueva evangelización.
Tercero, que hay una generación, la que fue joven en mayo del 68, que se alejó de la Iglesia y de la fe, y que ahora busca educar cristianamente a sus hijos o sus nietos, porque reconocen el valor de la educación que ellos tuvieron.
Cuarto, hay una gran sensibilidad en diversos sectores de la sociedad respecto a los problemas sociales y de la marginación. Buena parte de esta sensibilidad ha estado promovida por la Iglesia y ha sido consecuencia del compromiso creyente.
–En el cuadro que está pintando, habrá algún tono de claro-oscuro…
–Cardenal Carles: Las vocaciones no crecen mucho, pero yo veo que aumentan, aunque sea lentamente, después de un tiempo largo de atonía e indiferencia. Y la calidad de las vocaciones, cristiana y humanamente, es alta.
Otra cosa importante es que crece el interés por la teología en amplios sectores sociales. Sólo en los distintos centros de Ciencias Religiosas tenemos 670 matriculados. Ese número, para una ciudad secularizada como Barcelona, es una cifra descomunal; el 70% son universitarios y universitarias. También es importante que en varias Universidades tenemos créditos de Teología válidos para prácticamente casi todas las carreras.
La crítica sigue como característica propia de la sociedad catalana; pero va creciendo también la capacidad de crítica disciplinar, y no anárquica, sino expresión libre de todas las opiniones contrarias, en un marco formal y global aceptado por todos. Lo católico y lo religioso está bastante prestigiado en amplios sectores no creyentes.
–¿Cuáles son las prioridades apostólicas del arzobispo de Barcelona para esta Iglesia en el nuevo milenio que comienza?
–Cardenal Carles: Yo siempre he tenido como prioridades pastorales la identidad católica en las personas, en los movimientos, entidades y servicios, porque a veces falla la identidad, la auténtica comunión –la romanidad, también–, y la evangelización como prioridades.
Tengo presente la atención a los pobres y a la marginación que, como pasa en las grandes ciudades, es muy extendida, muy dura, muy dura.
Tengo que aclarar previamente que no se ha de bajar el listón de ideal evangélico, hay que ser profetas más que evangelizadores, se ha de ir a contracorriente. Profeta es el que va a recordar a un pueblo lo que ha oído de Dios, para que cumpla con Dios. El evangelizador es el que anuncia una noticia totalmente nueva, son los misioneros. Nuestro caso viene a ser también semejante. Hay que evangelizar, pero con un talante profético. Se ha de ir a contracorriente, manteniendo los valores evangélicos a la hora de vivirlos y de anunciarlos, y, a la vez, hay que discernir lo que hay de bueno en la cultura actual y potenciarlo.
El juicio sobre este mundo, por esta razón, no puede ser nunca absolutamente condenatorio, porque, entre otras razones, esto supondría que le damos una absoluta autonomía como un lugar del mal, y no lo es. Dios es el Señor del mundo, lo que significa precisamente que el mundo no está nunca del todo entregado al mal. Lo digo porque, a veces, hay demasiado pesimismo ante la visión actual.
Otra segunda línea es que hay que ser creadores de sentido, porque sabemos que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, y hemos de dar a los hombres sus últimas finalidades, presentando nuestras vidas alegres y plenas. Hace falta un profundo espíritu de fe en la fuerza del mensaje cristiano; nos han de poder ver salvados. Con esto quiero decir que si los cristianos decimos que Jesús salva, porque lo dice el Evangelio, decimos verdad.
Finalmente, considero que el diálogo es fundamental, ineludible, pero muy adjetivado; un diálogo en el que se refuerce el aspecto de la propuesta. Muchas veces el Papa dice que no es equiparable, que no es paritario tener fe o no tenerla, vivir bajo la sombra de un buen padre Dios en compañía de Jesucristo que es nuestro amigo, nuestro hermano, Dios encarnado, con la fuerza interior del Espíritu Santo, con todo eso que desarrolla en la vida humana. Creer eso o no creerlo, a todas luces, es distinto. En el diálogo no podemos ser tan neutros, sino que realmente hay que reforzar mucho el aspecto de la propuesta.
Después, creo que no tenemos que tener miedo a organizar un juicio sobre el mundo, como Jesús anuncia, a la vez que anuncia el Espíritu. Y finalmente presentar al mundo al Señor no sólo como Aquel que le da sentido, sino también como su Señor.
–¿Qué significado y qué valor tiene para usted la comunión?
–Cardenal Carles: La comunión no es suficiente. Que en esa enorme diócesis de Barcelona el hombre de un barrio rico diga el Padrenuestro o el Credo cada día, como el parado de un barrio marginal, eso no es comunión eclesial. Si no se conocen –no digo ya si no se ayudan–, si no se conocen, no habrá nunca comunión eclesial. Es más que hacer donativos para los pobres y marginados; cuando uno, desde el voluntariado, por ejemplo, sabe lo que es la casa de un parado, sabe quién es un enfermo de sida, sabe lo que es una prisión, sabe lo que es un barrio hundido en la marginación, eso es comunión eclesial, cuando hay un conocimiento.
–¿En qué medida las recientes desavenencias institucionales, que se han vivido en su diócesis, merman el empuje apostólico?
–Cardenal Carles: En una diócesis tan compleja y tan enorme, como es Barcelona, pueden aparecer diversidad de sensibilidades y proyectos; pero a todos nos une el amor a Cristo y el bien del pueblo de Dios, y eso es indiscutible.
A veces se busca por caminos distintos y parece que hay choques, pero la voluntad profunda de unos y otros es el bien del pueblo de Dios y el amor a Jesucristo. Porque en una ciudad así, con este alto grado de marginaciones, muchas de estas personas están quemando su vida por su amor al Señor y su amo
r al pueblo: en esto la coincidencia es total. Sólo que lo noticiable es la discordancia.
–La prensa española ha informado sobre un proyecto de la Concejalía de derechos civiles del Ayuntamiento de Barcelona que, según estas fuentes, está pensando en crear el denominado bautismo civil o laico, pensando sobre todo en aquellos padres que no bautizan a sus hijos. Usted, ¿qué opina?
–Cardenal Carles: Yo creo que las autoridades no quieren hacer un remedo del Bautismo. Así me lo dijo personalmente el alcalde, quien me llamó para hablarme de eso. Ahora bien, no sé lo que saldrá de ahí. La noticia, tal como apareció, estaba muy lejos de lo que ellos habían pensado y estaban estudiando. No sé que saldrá…
–Respecto a la proyectada región eclesiástica de Cataluña, ¿es una reivindicación eclesiástica, o una necesidad sentida por el pueblo cristiano?
–Cardenal Carles: Es una necesidad vivida. Yo llevo 30 años aquí, y hacía dos años, cuando llegué, que ya funcionaba lo que era la Conferencia Tarraconense. De una manera espontánea se han ido haciendo Secretariados interdiocesanos de todo: Cáritas, Pastoral universitaria, Pastoral obrera, Catequesis, Estudios bíblicos. Todo está coordinado entre las ocho diócesis de Cataluña. El problema era que nos autodenominamos Conferencia Episcopal Tarraconense. Esa figura no entra en el Código de Derecho Canónico actual, por lo que hay que buscar la forma para esta realidad nuestra, de hace más de 30 años, que no ha tenido ninguna dificultad. Nunca nos hemos planteado la separación de España, al menos mayoritariamente. Se busca ahora algo semejante a las Regiones pastorales que hay en Italia de hace más de un siglo, y las hay en Francia también. No es más que dar forma jurídica a una realidad de interdiocesaneidad, de coordinación de esfuerzos, que ya tenemos hace mucho tiempo.
–Cinco años después de la clausura del Concilio Tarraconense, ¿qué frutos ha dado?
–Cardenal Carles: Los frutos han sido abundantes. Por ejemplo, han salido los directorios de los sacramentos de la Iniciación cristiana; directorios de las parroquias; directorios de arciprestazgos; proyecto de catequesis; directorio de pastoral de turismo; pastoral de santuarios; se ha publicado un devocionario muy actual y, a la vez, muy tradicional, de plegarias para los fieles. El Concilio Tarraconense sirvió, a la vez, para unirnos y estar un mes largo en trabajos, en profundización, en unión. Yo creo que fue positivo. Aunque ciertamente, después, en el día a día, la realidad es la suma de los trabajos, de los esfuerzos, de las fidelidades que cada diócesis realiza, porque una planificación de conjunto es la suma de las individualidades.
–De vez en cuando, con sospechosa sincronía, aparecen una serie de informaciones sobre su persona, sobre su arzobispado, o sobre sectores relevantes de su Iglesia, ¿A qué cree que se debe esta coincidencia?
–Cardenal Carles: La Iglesia es noticia. No siempre se toma lo positivo, sino que se buscan las cosas, a veces no interpretadas correctamente, e insistentemente no interpretadas. Pero la Iglesia es signo de contradicción; Jesús lo fue; lo somos nosotros, que a veces tenemos nuestras limitaciones, y eso es todo lo que hay que decir. Ciertamente, en algunos medios hay una insistencia en la crítica a la Iglesia, a sus entidades y a sus personas, eso es claro. No sólo en Cataluña.
–Ante la perspectiva de un recambio generacional de obispos en las diócesis catalanas, ¿en qué medida la dialéctica nacionalismo-catolicidad puede influir?
–Cardenal Carles: Yo pienso que pueden influir ambos aspectos: el de la entidad catalana, pero de una Iglesia que es católica y que está abierta. Nosotros tenemos confianza en que el Santo Padre tiene sus canales de información y desea que cada diócesis pueda tener un obispo que sea un buen pastor, según el corazón de Cristo. Pienso que no tenemos problema: la gente aceptará a quien el Santo Padre envíe a las diócesis.
–¿Cómo se está viviendo el Jubileo en su diócesis?
–Cardenal Carles: Yo pienso que el Jubileo es una de las muchas buenas y grandes intuiciones del Papa. Se está viviendo con muchas peregrinaciones arziprestales; se llena la catedral, cada vez que viene un arciprestazgo. Notamos un aumento enorme de las confesiones. He tenido que renovar y ampliar el número de confesores en la catedral y en otras parroquias céntricas, o de las que reúnen siempre a mucha gente de barrios.
–Uno de los símbolos de Cataluña es el Monasterio de Montserrat. En los últimos días, la prensa española ha lanzado durísimas acusaciones infundadas contra la vida de la comunidad religiosa que allí vive…
–Cardenal Carles: El pueblo de Cataluña es un pueblo muy romano; yo no creo que haya ninguna región de España en que en el Credo popular, que sabe todo el mundo y cantamos casi todos los domingos, se cante que la Iglesia es Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana. Esto hace muchísimo que se canta. Es un hecho importante, a pesar del complejo antirromano de algunas personas y de algunos grupos. Otra cosa muy de Cataluña es un sentido mariano. Hay muchísimas advocaciones marianas que tienen una capacidad de aceptación y de atracción para el pueblo de Dios. En ellas campea para Cataluña y además para mi diócesis, porque está en mi diócesis, Montserrat. Es una advocación muy querida, un lugar de peregrinación de muchísima gente, al que a los cristianos les gusta pasar un domingo, no sólo por la misa, sino para estar en los oficios de los frailes, para asistir a reuniones informativas que ellos hacen… Es un lugar de referencia, muchos van a hacer Ejercicios Espirituales a Montserrat; es un monasterio muy querido por el pueblo catalán. Estas cosas que se han dicho, que se han exagerado, que faltaban a la verdad, quizá no han hecho tanto daño como podían haber hecho porque se le quiere tanto.
Entrevista realizada por José Francisco Serrano