Sin embargo el DDT, una sustancia usada en la lucha contra la malaria, ha
sido eximida hasta que se encuentre una alternativa rentable y buena para
el medio ambiente. Es la primera vez, indica el reportaje, que los
gobiernos han actuado a nivel mundial para prohibir los productos químicos.
Se ha pedido a los países desarrollados que proporcionen asistencia técnica
y financiera a las naciones en vías de desarrollo para ayudarles en la
eliminación de los productos químicos tóxicos. La ya existente «Global
Environment Facility» podría ser usada para canalizar los fondos. Aunque
los países en vías desarrollo originalmente deseaban un fondo especial
obligatorio, aceptaron llegar a un arreglo.
El tratado se firmará formalmente en mayo de 2001 en Estocolmo, y se espera
que cada uno de los países lo ratifique con el fin de desarrollar planes de
acción nacional e informar regularmente de su marcha. Se requiere que al
menos 50 países ratifiquen el tratado antes de que entre en vigor.
Prohibido el DDT para los países ricos
Según «The Economist» (16 diciembre), la decisión de permitir el uso
continuado del DDT representa una victoria del sentido común. La revista
señalaba que, para la gente rica, la malaria ya no es un problema, desde
que el mosquito anofeles, que contagia la enfermedad, fue erradicado de
Europa y América del Norte hace medio siglo, en gran parte a través del uso
de pesticidas como el DDT.
Sin embargo, en este punto, habiendo usado el DDT para eliminar este
insecto, los países ricos luego lo prohiben. El problema surgió, explica
«The Economist», cuando muchos países ricos trataron de imponer su decisión
al mundo pobre, donde unos 300 millones de personas sufren de malaria cada
año, y más de un millón muere. Jeffrey Sachs, economista del desarrollo en
la Universidad de Harvard, estima que el Africa subsahariana podría ser
casi un tercio más rica hoy si hubiera erradicado la enfermedad en 1965.
Un artículo publicado en el diario británico «The Independent» (3
diciembre) indicaba que el número de fatalidades debidas a la malaria es
incluso mayor. El diario afirmaba que el parásito portado por el mosquito
mata a 200 niños menores de cinco años cada hora en el mundo en vías de
desarrollo y a más de 2,5 millones de africanos cada año.
El modo más rentable de combatir la malaria es rociar el interior de las
casas con DDT. Esto o mata al mosquito o hace que se vaya. Las alternativas
recomendadas, insecticidas piretroides, son cuatro veces más caros que el
DDT y también menos efectivos.
La extensión del uso del DDT en los años 50 y 60 casi eliminó la malaria en
varios países en vías de desarrollo y salvó una cifra estimada de 500
millones de vidas hasta 1970. Desde entonces, su uso se ha reducido. De los
aproximadamente 100 países en los que la malaria es endémica, solamente 23
en la actualidad emplean el DDT. Este es frecuentemente el fallo de los
donantes que ayudan a financiar la batalla contra la malaria.
Según «The Economist», a principios de los 90, por ejemplo, la Agencia para
el Desarrollo Internacional de Estados Unidos impidió a Bolivia y Belize el
uso del DDT. En Madagascar, el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas
trató de persuadir al gobierno de que reemplazara el DDT con Propoxur, un
pesticida menos efectivo. En Mozambique, tanto NORAD (la agencia de
desarrollo noruega) como SIDA, su equivalente sueca, dijeron que podrían
dejar de apoyar el uso del DDT ya que estaba prohibido en sus propios países.
Defensa del DDT
Sin embargo, hay muchos expertos que defienden el uso del DDT en la lucha
contra la malaria. Según el número de octubre de «Environment and Climate
News», dos artículos en el número del 29 de julio de «The Lancet», una
publicación médica británica de reconocido prestigio, hacían un apasionada
defensa del DDT.
En el primer artículo, «DDT House Spraying and Re-emerging Malaria» (El
rociamiento de las casas con DDT y la reaparición de la malaria), Donald R.
Roberts y colegas de la Universidad de Servicios Uniformados de Ciencias de
la Salud en Bethesda, Maryland, describían el grado en el que los casos de
malaria están aumentando, y a un ritmo acelerado, en Africa. Los
investigadores también contaban cómo la malaria está reapareciendo ahora en
áreas de las que había sido erradicada, incluyendo Corea y Asia Central.
Incluso con la actual aplicación de DDT, por parches, en las áreas
epidémicas, los índices de malaria están empezando a sobrepasar los de los
años 40, afectando a un millón adicional de bebés, niños y adultos. Ningún
programa de salud pública sin DDT detendrá la progresión de la malaria global.
Los autores indican que «las acusaciones de riesgos del DDT para la salud
humana y el medio ambiente no han sido confirmadas por investigaciones
científicas repetidas» y citan documentos de la Organización Mundial de la
Salud que «han caracterizado, consistentemente y cuidadosamente, a las
casas rociadas con DDT como la manera más rentable y segura de controlar la
malaria».
En el segundo artículo, titulado «How Toxic Is DDT?» (¿En qué medida es
tóxico el DDT?), A. G. Smith, de la Universidad de Leicester, Reino Unido,
afirma que el DDT es más seguro que muchos de los otros insecticidas
químicos. Incluso en quienes rocían el DDT y en los ocupantes de casas
rociadas con DDT, indica Smith, «no se ha encontrado toxicidad asociada» a
este insecticida.
Justo antes de la reunión de Naciones Unidas, el «British Medical Journal»
(2 diciembre) publicaba un debate sobre el uso del DDT. Amir Attaran,
director de investigación internacional en salud en el Centro para el
Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, argumentó a favor de
su uso.
Attaran indicaba que la campaña para prohibir el DDT, a la que se unieron
260 grupos ecologistas, parece un «quién es quién» del movimiento
ecologista e incluye nombres como Greenpeace, Worldwide Fund for Nature
(WWF), y Physicians for Social Responsibility. Sin embargo, el experto de
Harvard considera que «esta visión es pasmosamente ingenua».
Attaran explicaba que el rociamiento de DDT residual en las casas es una
práctica que no cuesta nada, es altamente efectiva contra la malaria y ha
sido aprobada por la Organización Mundial de la Salud. Es este
procedimiento, rociadores entrenados aplican una pequeña cantidad de DDT en
el interior de las paredes y en los aleros de las casas. Las cantidades
usadas son mínimas y, a diferencia del uso en agricultura que esparce
toneladas de DDT al aire libre, dentro de la casa el resultado del
rociamiento es poco perjudicial para el medio ambiente. De hecho, el
artículo explica que con la cantidad de DDT usado en un campo de algodón,
todos los residentes con alto riesgo de un pequeño país podrían ser
protegidos contra la malaria.
Si el DDT puede lograr este resultado, ¿por qué prohibirlo?, se preguntaba
Attaran. Explicaba que la última campaña era consecuencia de las
acusaciones de que el DDT causaba «trastornos endocrinos» y de que su
capacidad para causar daño era indiscriminada y amplia. El WWF y Physicians
for Social Responsibility acusan fríamente al DDT de ser: carcinógeno,
causante de anomalías, inmunosupresor, y cosas por el estilo.
Estas acusaciones, según el artículo del «British Medical Journal» no se
sostienen. Attaran observaba que los estudios para demostrar los efectos
adversos para la salud están llamativamente ausentes de las campañas.
Aunque cientos de millones de personas hayan sido expuestas a
concentraciones elevadas de DDT, a través de exp
osición durante el trabajo
o por el rociamiento de las casas, la literatura no ha reseñado nada
semejante a un estudio independientemente comprobado relacionando la
exposición al DDT con cualquier resultado adverso para la salud.
El artículo concluye con una afirmación de que los beneficios para la salud
del DDT pesan mucho más que sus riesgos, si en realidad tales riesgos
existen. La decisión de permitir su uso continuado es, de hecho, una
victoria del sentido común.
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