ROMA, 25 enero 2001 (ZENIT.org).- El año 2001 uno tiene que dar un impulso decisivo al camino hacia la unidad de los cristianos separados. Lo auspició esta mañana Juan Pablo II al presidir una Celebración Ecuménica de la Palabra en la que participaron representantes de todas las Iglesias y comunidades cristianas.
La ceremonia, que tuvo lugar en la Basílica romana de San Pablo Extramuros, se convirtió en el broche de oro de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que ha interpelado a los casi dos mil millones de bautizados del planeta.
Entre los grandes momentos ecuménicos, que Juan Pablo II promoverá en este año, destacó ante todo la celebración en las mismas fechas por razones de calendario de la Resurrección de Cristo. Una coincidencia, añadió, que «debería animarnos a llegar a un acuerdo para celebrar esta fiesta en una fecha común».
Asimismo, el Papa confirmó que visitará este año al menos dos países con importantes comunidades cristianas que no son católicas, Ucrania y Siria. Con estas peregrinaciones, dijo, pretende contribuir «a la reconciliación y a la paz entre los cristianos». «Una ve más, añadió, me echaré como peregrino a los caminos del mundo para testimoniar a Cristo «camino, verdad y vida»».
Participaban en el encuentro representantes de prácticamente todas las Iglesias ortodoxas del planeta (incluyendo delegados de Constantinopla, Moscú y Grecia), de las Iglesias apostólicas orientales, así como de la Comunión Anglicana, la Federación Luterana Mundial, Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas, Consejo Metodista Mundial y la Alianza Bautista Mundial.
La mayor institución ecuménica, el Consejo Mundial de las Iglesias, que reúne a casi todas las confesiones e Iglesias cristianas del mundo (más de 330) a excepción de la Iglesia católica, también se encontraba representado en la celebración.
«El verdadero compromiso ecuménico no busca compromisos y no hace concesiones por lo que concierne a la Verdad –les dijo Juan Pablo II a los líderes cristianos al intervenir durante la homilía–. Sabe que las separaciones entre los cristianos son contrarias a la voluntad de Cristo: sabe que son un escándalo, que debilita la voz del Evangelio. Debe esforzarse no por ignorarlas, sino por superarlas. Al mismo tiempo, la conciencia de lo que todavía falta para la plena comunión nos hace apreciar en mayor medida lo que ya compartimos».
Fuera de la Iglesia católica no hay vacío eclesial
«Fuera de la Iglesia católica –aclaró el obispo de Roma– no existe el vacío eclesial. Es más, existen muchos frutos del Espíritu, como por ejemplo, la santidad y el testimonio de Cristo, a veces hasta la efusión de la sangre, que llevan a la admiración y a la gratitud».
«El dolor por las incomprensiones o los malentendidos debe ser superado con la oración y la penitencia, con gestos de amor, con la investigación teológica –añadió el Santo Padre–. Las cuestiones que siguen abiertas no deben ser sentidas como un obstáculo al diálogo, sino como una invitación a la relación franca y caritativa».
No se puede modificar la fe
«El diálogo de la caridad no sería sin embargo sincero sin el diálogo de la verdad –reconoció–. No podemos sobrepasar las diferencias; no podemos modificar el depósito de la fe. Sin embargo, a nosotros no nos compete «hacer la unidad», porque es un don del Señor. Por tanto, debemos rezar, como hemos hecho durante este semana, para que nos sea donado el Espíritu de unidad».
Al terminar la homilía, los líderes cristianos hicieron juntos la profesión de fe, a la que siguió el signo de la paz e himno a la caridad, la oración al Padre por la comunión en la unidad y la bendición aaronita (de Aarón). Antes de regresar al Vaticano, Juan Pablo II comió en la Abadía Benedictina de San Pablo Extramuros con los participantes en la Celebración Ecuménica. Al final les dirigió unas palabras para agradecer su presencia.