WASHINGTON, 30 enero (ZENIT.org).- Mañana, 31 de enero, el nuevo inquilino de la Casa Blanca, George W. Bush, se reunirá con un grupo de treinta destacadas personalidades del mundo católico dentro de la asistencia humanitaria para afrontar la importancia que tendrán los servicios sociales confesionales en su agenda legislativa.
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Se ha pedido así mismo a Deal W. Hudson, editor de la revista «Crisis», que en la reunión haga un breve resumen de la situación y se presentará a Steve Goldsmith, presidente de la nueva consejería nacional para las iniciativas de servicios sociales confesionales, quien se reunirá luego con el grupo a lo largo de la jornada.
Se espera que asista a la reunión el director de la Oficina creada por Bush para Iniciativas Basadas en la Religión y la Comunidad, el sociólogo católico de la Universidad de Pennsylvania, John DiIulio.
Entre los líderes católicos invitados están el cardenal George de Chicago; los cardenales designados Egan y MacCarrick de Nueva York y Washington; los arzobispos Fiorenza, Chaput y Favorola; los obispos Gregory, Lori y Loverde; Ken Hacket de «Catholic Relief Services», la agencia humanitaria de la Iglesia Católica estadounidense, equivalente a Caritas, así como otras personalidades católicas como Tom Monaghan el empresario que ha dado origen de la Fundación «Ave María»; Mario Paredes, del Centro Hispánico del Nordeste en Nueva York o Frank Hanna de «Escuelas Solidarias» de Atlanta.
El editor de Crisis ha comentado que «los invitados representan un sector crucial de la presencia católica de todo el país, y gestionan escuelas, hospitales, escuelas de enfermería, servicios de día, orfanatos, centros de rehabilitación para tóxicodependientes, clínicas para enfermos de sida, servicios de ayuda de emergencia, hospicios y una miríada de otras organizaciones que incluye la enorme y compleja red de los servicios sociales católicos».
La nueva política de Bush
«Hay que reconocer el gran poder de la fe», afirmó ayer el presidente Bush al anunciar la creación en la Casa Blanca de una oficina que canalizará los miles de millones de dólares que, durante los próximos diez años, la Administración ofrecerá a las organizaciones religiosas para que asuman competencias sociales hasta ahora en manos del Estado.
Bush lee la Biblia cada día y, desde que, hace 14 años, dejó el alcohol gracias a la guía espiritual del reverendo Graham, cree que la fe es una herramienta poderosa para cambiar vidas. «El Gobierno nunca financiará la religión –dijo ayer–, pero no debe tener miedo de financiar programas que cambian la vida de la gente».
El discurso inaugural estuvo lleno de referencias bíblicas y una de las primeras medidas que tomó fue declarar el 21 de enero día nacional de Oración. La semana pasada, al presentar la reforma educativa, reiteró que el Gobierno debe ofrecer a los padres la posibilidad de enviar a sus hijos a un colegio religioso y que el Estado ayude a pagar la matrícula.
Por todo ello, está siendo acusado, por varias organizaciones, de querer borrar la división entre Iglesia y Estado. Bush responde que el dinero federal no se utilizará para financiar las actividades religiosas, sino sólo las sociales de las iglesias, mezquitas y sinagogas. La decisión de adónde va el dinero dependerá precisamente de la Oficina de Iniciativas Basadas en la Religión y la Comunidad, dirigida por DiIulio.
El presidente considera que las organizaciones religiosas son mucho más efectivas, por ejemplo, para rehabilitar a drogadictos y presos, así como para resolver los problemas de sus comunidades porque conocen a la gente, trabajan con voluntarios –lo que reduce los costes– y ofrecen unos valores espirituales sin los que, a su juicio, es muy difícil salir del hoyo.
La difusión de estos valores cuenta con la oposición de congresistas demócratas como Robert Wexler, diputado de Florida, para quien Bush no ve ninguna separación entre Iglesia y Estado. Lo cierto es que hay muchos demócratas, como el ex vicepresidente Al Gore y el senador Joe Lieberman, que también creen necesario que las organizaciones religiosas de beneficencia compitan con las que no lo son por las subvenciones públicas.
El presidente Bush ganó las elecciones prometiendo un «conservadurismo compasivo», que no se olvidaría de los más desfavorecidos. En este planteamiento político, el Estado reduce sus prestaciones sociales pero financia a las organizaciones benéficas que cubren su hueco. Está convencido de que los estadounidenses quieren que el Estado ayude a estos grupos caritativos, aunque sean religiosos. De hecho, obtuvo casi todos sus votos de las personas que van mucho a la Iglesia, especialmente protestantes blancos, mormones y católicos.
El 50% de los estadounidenses va al templo, al menos, dos veces al mes.