MILAN, 12 feb 2001 (ZENIT.org).- «El gran desafío de la Iglesia hoy es esencialmente cultural». Lo afirmó ayer, evocando la exhortación apostólica de Pablo VI «Evangelii Nuntiandi», el cardenal Paul Poupard en Milán.
El presidente del Consejo Pontificio para la Cultura habló en la inauguración de un curso de actualización para los responsables de los centros culturales católicos de la diócesis ambrosiana.
Con la caída del muro ideológico, dijo el cardenal, ha acabado también la época del ateísmo militante. «Nadie, o casi nadie –observó– se profesa hoy ateo. En lugar de esta definición tan comprometida, se prefiere sustituir la más blanda de «no creyente» o agnóstica».
Por tanto, terminada la época de contraposición entre los que eran católicos y los que no lo eran, se ha creado una forma más insidiosa de lejanía, la indiferencia que no se proclama sorda al diálogo pero que, de hecho, lo rehuye.
«En el plano cultural, entendido como conjunto de mentalidades y valores –argumenta Popupard– se puede y se debe entrar en contacto con quien está lejos de la Iglesia».
Juan Pablo II, hace ocho años, hizo converger por este motivo en una única realidad el Consejo Pontificio para la Cultura, entonces de reciente fundación, y el más antiguo organismo vaticano para el diálogo con los no creyentes.
El horizonte del cristiano es por tanto: evangelizar las culturas. Sin olvidar la otra vertiente de la cuestión: inculturar la fe. «Ante la extensión de la apatía, relativismo, ausencia de convicción –observó Popupard– para los católicos será fuerte la tentación del fundamentalismo, la huida a refugiarse en el ghetto».
Por el contrario, subrayó el purpurado francés, ha llegado la hora de hacerse camino en la sociedad «seguros en nuestra identidad de cristianos». Y justamente los centros culturales tienen capacidad y vocación para desarrollar esta tarea, gracias a la capilaridad de su presencia en el territorio de las diócesis, y a la diversificación de sus actividades (desde el cine al teatro, desde las conferencias a las iniciativas editoriales a los seminarios de estudio). Estructuras flexibles, creativas, abiertas: de aquí se debe partir para preparar el terreno a la fe.
«El futuro de la nueva evangelización reside en los centros culturales –concluyó Poupard–. La Iglesia tiene necesidad de un número infinito de centros e iniciativas, aunque sean modestísimas, pero capaces de entrar en contacto con la gente».