Globalización y Davos: la cumbre paralela de Porto Alegre

Tras ver la semana pasada lo que sucedía en Davos, ahora examinamos la
cumbre paralela del Foro Social Mundial, organizado en Porto Alegre,
Brasil, por parte de grupos altamente críticos con el fenómeno de la
globalización y el capitalismo en general.

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Según dice su sitio en la red, el Foro «será un nuevo escenario
internacional para la creación y el intercambio de proyectos sociales y
económicos que promueven los derechos humanos, la justicia social y el
desarrollo sostenible».

El grupo se ve a sí mismo como un medio para reforzar alianzas entre ONGs y
otros grupos que están insatisfechos con las instituciones financieras
internacionales y los tratados comerciales, y buscan mejorar las situación
económica de los países pobres. Han anunciado también que se mantendrán
activos en áreas como los derechos humanos, la educación y el medio ambiente.

En un artículo escrito para el Foro, Noam Chomsky, un destacado intelectual
de izquierdas, explicaba la necesidad de este nuevo Foro. Según Chomsky, la
globalización de los años recientes ha conducido a incrementar la
desigualdad, el estancamiento de los salarios, un aumento de la jornada
laboral y una reducción de los sistemas de ayuda social. En cambio, la
movilidad del libre comercio ha fomentado la creación de oligopolios y ha
permitido una explosión a corto plazo de los movimientos especulativos de
capital.

El resultado, en palabras de Chomsky, es un sistema de «mercantilismo
corporativo», caracterizado por un sistema en el que «las decisiones sobre
la vida social, económica y política están cada vez más en manos de
concentraciones privadas de poder inescrutables».

Lo que sucedió en Porto Alegre

Los informes de prensa sitúan el número de participantes en el Foro Social
Mundial, que llegaron de una gran variedad de países, en unos tres mil. La
conferencia, de seis días, celebró cuatro sesiones plenarias y ofrecía
cuatrocientos talleres con una gran variedad de temas.

Una de las razones por las que el Foro obtuvo la atención de los medios de
comunicación fue por la presencia de José Bové, el ganadero francés que se
hizo famoso por atacar un establecimiento McDonald’s. De hecho, la
presencia francesa fue notable en el Foro, con el redactor jefe de la
publicación semanal «Le Monde Diplomatique», Bernard Cassen, que es uno de
los fundadores del Foro. Danielle Mitterrand, viuda del anterior Presidente
de Francia, François Mitterrand, estaba también entre los ponentes. Según
«Associated Press» (26 enero), durante su discurso, Bové anunció fuertes
protestas contra la zona americana de libre comercio en una cumbre que se
celebrará en abril, en Quebec. Otro partidario clave del Foro es Olivio
Dutra, de izquierdas, gobernador de Rio Grande do Sul, el estado en el que
está situado Porto Alegre.

Según el «Globe and Mail» (26 enero), muchos de los reunidos en Porto
Alegre eran los mismos que participaban en las protestas violentas en
Seattle, hace dos años, ante la cumbre de la Organización Mundial del
Trabajo, y ante la reunión del Fondo Monetario Internacional celebrada el
año pasado en Praga. También estaban representados en el Foro grupos de
mujeres, ecologistas, sindicatos, comunistas, economistas marxistas,
teólogos de la liberación, grupos de defensa de los derechos de los
homosexuales y grupos de lucha contra la pobreza.

Sin embargo, la cumbre del Foro Social Mundial no logró gustar a todos,
como indicaba Reuters (28 enero). En un momento dado se interrumpió una
rueda de prensa para exigir mayor participación de las personas de raza
negra. Decenas de manifestantes irrumpieron durante el curso de la misma
declarando: «¡Somos más del 50% de la población de Brasil, pero en el Foro
Social Mundial solamente tenemos una hora de un total de cinco días de
encuentro para expresar nuestros puntos de vista!».

La reunión no se libró de la violencia ahora habitual del movimiento contra
la globalización. Según un informe ofrecido por el sitio en Internet de
«Newsweek», dedicado a cubrir la cumbre de Davos y su réplica (28 enero),
un convoy de 18 autobuses trasladó manifestantes a una granja propiedad de
Monsanto, la empresa agrícola estadounidense que está experimentando con
cosechas genéticamente modificadas. Los manifestantes invadieron los campos
y destruyeron las cosechas. Se realizaron al menos otras dos
manifestaciones contra las cosechas de GM, una en Porto Alegre y otra en
Recife, donde un granjero murió y otros resultaron heridos.

Como consecuencia de la incursión en la granja, José Bové fue invitado por
la policía brasileña a abandonar Brasil. Según Reuters (30 enero), la
policía acusó a Bové de invasión y destrucción de propiedad privada y de
violar las leyes que regulan la estancia de extranjeros en el país. Sin
embargo, el juez suspendió después la decisión policial, que, de todos
modos, habría tenido poco efecto sobre el activista francés, quien tenía
planeado abandonar Brasil en breve plazo.

Tanto representantes del Foro Social Mundial como los reunidos en Davos
mantuvieron un debate televisado, pero según el «Financial Times» (29
enero), hubo poco espacio común para un intercambio que, a veces, degeneró
en insultos personales. Por ejemplo, George Soros, el multimillonario
especulador y filántropo, fue acusado por uno de los oradores de ser el
responsable de la muerte de niños en países pobres.

Según indicaba el «Forum News Daily» (31 enero), publicado por «The Earth
Times Foundation», los organizadores decidieron con anterioridad que la
reunión no haría una declaración final, ya que pensaban que este foro, cuyo
lema era «Es posible otro mundo», era una lucha en fase de realización. El
único documento sancionado oficialmente por toda la reunión fue una «nota
informativa» que anunciaba que la conferencia tendría lugar en Porto Alegre
el próximo año, y en una ciudad diferente en 2003.

Qué hacer ante el Foro Social Mundial

A la vista del panorama del conglomerado de grupos radicales y de ideólogos
neomarxistas reunidos en Porto Alegre, la tentación podría ser la de un
simple rechazo a este Foro como otra pandilla de fanáticos cuyas ideas, si
las pusieran en práctica, podrían ser desastrosas. Ciertamente, muchas de
sus propuestas contienen defectos, sin embargo sus objeciones al actual
sistema global de negocio y comercio son en muchos casos válidas.

El hecho de recabar intereses y refinanciación de la deuda a países que
carecen de fondos suficientes para alimentar y educar a sus ciudadanos, es
ahora reconocido por muchos como una seria injusticia. Desigualdades
parecidas suceden en el modo en que está organizado el comercio global, de
manera que los países ricos excluyen muchas veces las exportaciones de las
naciones más pobres, las cuales necesitan vender para poder tener alguna
esperanza de desarrollo económico. Es también evidente que muchas compañías
occidentales no se preocupan demasiado del impacto que sus actividades
tienen sobre el Tercer Mundo.

El peligro es que las protestas contra estas injusticias sean ignoradas
porque son vistas como procedentes de grupos radicales que, aunque tienen
éxito en la cobertura proporcionada por los medios de comunicación, fallan
en lograr un amplio apoyo. Por lo tanto, quienes están insatisfechos con la
división Norte-Sur, necesitarían presentar reformas constructivas y
razonables, evitando los excesos de corte neomarxista y violento, con el
fin de lograr respaldo suficiente a los cambios propuestos.

Como dijo el Papa Juan Pablo II en su mensaje para el Día Mundial de la Paz
del año 2000, «no hay verdadera paz sin equidad, verdad, justicia y
solidaridad. El fracaso espera a cualquier plan que quiera separar dos
derechos indivisibles e interdependientes: el derecho a la paz y el derecho
al desarrollo integral nacid
o de la solidaridad» (par. 13)

El Papa observaba que «lo que parece ser una urgente necesidad es una
reconsideración del concepto de «prosperidad» en sí mismo, para evitar que
sea encerrado dentro de una estrecha perspectiva utilitaria que deja muy
poco espacio a valores tales como la solidaridad y el altruismo» (par. 15).

El desafío que subyace en lo anteriormente dicho es encontrar modos para
poner en acto una mayor solidaridad en un mundo cada vez más globalizado, y
hacerlo de una forma basada en los principios cristianos. Las alternativas,
un capitalismo que ignora la justicia social, o las reformas radicales
basadas en ideologías erróneas, no son capaces de asegurar un desarrollo
equilibrado para todos.
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Contenido provisto por SEMANA INTERNACIONAL
(c) Innovative Media, Inc.

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ZENIT Staff

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