CIUDAD DEL VATICANO, 16 febrero 2001 (ZENIT.org).- En una frase, Juan Pablo II sintetizó esta mañana la esencia de la crisis vivida por Perú en los últimos años: «una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia».

El Santo Padre hizo una radiografía de la crisis política e institucional peruana, una de las más graves de su historia, al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Lima ante la Santa Sede, Alberto Montagne Vidal (61 años), diplomático de carrera.

La crisis alcanzó su ápice cuando el presidente Alberto Fujimori renunció en noviembre, vía fax, a su cargo desde Japón. Había sido involucrado en una red de corrupción que abarcaba a miembros de la seguridad del Estado, políticos, medios de comunicación, magistrados, empresarios, etc.

Los medios de comunicación publicaron en septiembre pasado imágenes de vídeo en el que ex asesor de seguridad de Fujimori, Vladimiro Montesinos, corrompía con dinero a un miembro de la oposición para que pasara a apoyar al entonces presidente.

«La crisis política e institucional que en los meses pasados ha vivido su país», reconoció el Papa, «ha suscitado serios problemas para la nación». Y añadió: «Ahora es preciso aunar esfuerzos, dejar de lado planteamientos de parte para que, con la colaboración de todos y desde la honradez y buena voluntad, se fomente un clima de confianza, justicia real, lealtad, transparencia, mutuo respeto, paz y libertad».

«De este modo --aclaró--, el pueblo peruano podrá superar esa crisis y recuperar los valores morales de una sociedad justa, equitativa, solidaria y honesta, promoviendo un estado de derecho en el que todos los ciudadanos se sientan corresponsales y participen en la edificación de la patria y en la realización del bien común».

Ahora bien, dijo el obispo de Roma, «La vuelta a la normalidad democrática ha de ir acompañada ineludiblemente de la recuperación de los genuinos principios morales y éticos. En efecto, como he repetido muchas veces, la vida política no puede prescindir del respecto de la verdad y de los valores, pues una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia».

Superar la lacra de la deuda
Dado que la economía tiene una importancia importantísima en la vida de una democracia, el Papa recordó al gobierno peruano que es decisivo superar «la lacra de la pobreza generada por la fuerte deuda externa e interna, lo cual ha de ser afrontado por todos los protagonistas de la vida social».

«En diversas ocasiones me he referido a este grave problema a escala mundial --dijo--, auspiciando que una condonación, o por lo menos una reducción significativa de la deuda externa por parte de los países acreedores, permita a quienes se encuentran en tales circunstancias mirar al futuro con optimismo, promover el conveniente desarrollo y alcanzar cotas deseables de bienestar».

Paz con Ecuador
Por último, el Santo Padre hizo referencia al proceso de paz que tiene lugar en estos momentos entre Perú y Ecuador, quienes desde hace años han tenido enfrentamientos por cuestiones fronterizas. Los diálogos han tenido lugar en buena parte gracias a la cooperación de ambas Conferencias Episcopales.

«Es indispensable, superando cualquier tentación de volver atrás, caminar hacia adelante en un clima de convivencia propio de países que están unidos por tantos valores y en conformidad con la tradición pacífica de la región», concluyó.
ZS01021609