Debate: Las ONGs se preguntan: ¿tiene sentido el voluntariado internacional?

«Dejemos África a los africanos», responden algunos

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ROMA, 21 feb 2001 (ZENIT.org).- ¿Tiene todavía sentido ir de voluntario a los países en vías de desarrollo? Esta es la pregunta que en estos momentos se plantean las organizaciones no gubernamentales (ONGs) y que afronta en este mes la revista italiana especializada «Voluntarios para el desarrollo» («Volontari per lo Sviluppo», enero-febrero).

La conclusión es realmente sorprendente. Parece que tocan a su fin los tiempos del voluntariado internacional, cuando se iba a los países en vías de desarrollo. Desde hace diez años se están haciendo balances sobre lo que el voluntariado ha logrado hacer y, junto a las experiencias positivas, están en el otro platillo de la balanza los proyectos iniciados y no llevados hasta el final.

Muchos de estos proyectos se vienen abajo cuando los voluntarios venidos de países ricos –por un motivo o por otro– se ven obligados a regresar a su país y nadie puede sustituirlos en el país.

De este modo, ONGs comienzan a decir también: «Dejemos Africa a los africanos», sosteniendo que los voluntarios pueden hacer más mal que bien, y que sería mejor limitarse a apoyar el trabajo de las ONGs locales, enviando dinero y, sobre todo, personas competentes. Pero dejando que sean los del lugar quienes gestionen los proyectos, los que sean protagonistas de su propio futuro.

El servicio de información de FOCSIV-«Volontari nel mondo» (una de las tres grandes coordinadoras de ONGs presentes en Italia, que reúne a 53 instituciones en su mayoría de inspiración cristiana) explica que el año pasado ha recibido peticiones de cinco mil jóvenes, interesados en convertirse en voluntarios en Africa, Asia o Latinoamérica.

A pesar de ello, a menudo estas organizaciones tienen que buscar otros voluntarios. ¿Cuáles son los motivos? Unas veces, la competencia profesional no es la requerida, o esta viene acompañada por una fragilidad humana que lleva a descartar la candidatura.

Hoy no se va a los países en vías de desarrollo como hace treinta años. Se sale ya con objetivos precisos, por períodos definidos. Y justamente por ello hacen falta cualificaciones profesionales precisas: los más solicitados son médicos, agrónomos, veterinarios, ingenieros y luego educadores y animadores.

Hay quienes sostienen posiciones radicales en este sentido como, por ejemplo, Rosario Lembo, presidente de CIPSI (otra coordinadora de ONGs italianas). Lo explica en «Volontari per lo Sviluppo»: «Los técnicos locales están a menudo más preparados que nuestros voluntarios y las organizaciones locales están prontas para idear y gestionar proyectos de desarrollo incluso complejos. Ya es hora de que demos confianza auténtica a los campesinos de estos países, y que apoyemos y valoremos las asociaciones locales, enviando personal sólo por breves períodos o cuando ellos lo piden».

Y más todavía cuando «con el coste de un voluntario italiano se pagarían al menos seis agentes locales, y se mantendría con holgura a sus familias».

Pero no siempre es así. A veces no se encuentra al agente local adecuado. Mario Gay, presidente de COCIS (Coordinadora de 34 asociaciones en su mayoría sindicatos), sostiene que «las mayores carencias están en las funciones organizativas, de programación y de gestión».

Los occidentales voluntarios «cada vez más a menudo tienen que asumir funciones de coordinación entre asociaciones locales e instituciones, tienen que tratar con las autoridades, los gobiernos, la Iglesia».

También por ello, pero no sólo, el voluntario no puede tener una simple formación técnica. «La opción del voluntario sigue siendo, sobre todo, una opción de vida, de solidaridad gratuita –afirma Agostino Mantovani, presidente de FOCSIV-«Volontari nel Mondo»–, y subrayo gratuita, aunque hoy esté previsto un reembolso de gastos, porque es una opción por los pobres».

Quien sale de su patria hacia otro país en vías de desarrollo va a realizar un proyecto pero también a encontrarse con una cultura, aprender algo, establecer puentes que permanecerán no sólo en su patrimonio personal de vida sino también en la sociedad de la que forma parte.

Por ello, FOCSIV está comprometida también en la valoración de quien regresa para que sigan manteniendo activo su compromiso y pongan a disposición de todos la experiencia que han adquirido. También éste es un modo para suscitar cambios positivos en las sociedades occidentales.

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ZENIT Staff

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