CIUDAD DEL VATICANO, 12 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Debía ser un momento de fiesta histórico; se convirtió en la oración mundial de la Familia Carmelita reunida en torno a Juan Pablo II por las víctimas de los atentados del pasado miércoles contra Estados Unidos.
El pontífice había programado desde hace meses la audiencia general de este miércoles como el gran momento para celebrar en la plaza de San Pedro los 750 años de la entrega del escapulario de María a san Simón Stock.
Cuatro aviones kamikaze, al golpear salvajemente el corazón financiero y militar del mundo de inicios de siglo, truncaron su deseo, así como el de los diez mil religiosos carmelitas y laicos que participaron en el encuentro.
El eco del mensaje de María al revelar las promesas ligadas al escapulario resonó en las palabras que el pontífice pronunció al inicio de la audiencia, al referirse a los terribles acontecimientos acaecidos 20 horas antes.
«Aunque la fuerza de las tinieblas parezca prevalecer, el creyente sabe que el mal y la muerte no tienen la última palabra –constató el Papa ante lo peregrinos carmelitas, procedentes de 50 países (incluidos Japón y Suecia)–. Aquí encuentra su fundamento la esperanza cristiana; aquí se alimenta, en este momento, nuestra confianza orante».
En la audiencia estaba presente el prior general del Carmelo, el padre Joseph Chalmers, con todos los participantes en el capítulo general que en estos días tiene lugar en una localidad cerca de Roma. Participó también el prepósito general de los carmelitas, el padre Camilo Maccise.
Para Karol Wojtyla la celebración estaba llena de implicaciones emotivas. «También yo llevo mi escapulario desde hace mucho tiempo, el escapulario del Carmelo», reveló el pasado 25 de marzo, al escribir una carta con motivo del aniversario del escapulario.
El escapulario fue el don que recibió por el general de la Orden Carmelita, Simón Stock, en 1251, en una aparición de la Virgen, en la que le aseguró la salvación eterna para todos los que lo llevaran con devoción.
En esa misma carta, añadió en la mañana de este miércoles el obispo de Roma, «he escrito que el escapulario es esencialmente un «hábito» que evoca, por una parte la protección continua de la Virgen María en esta vida y en el tránsito a la plenitud de la gloria eterna».
Por otra parte, añadió, el escapulario constituye un llamamiento a hacer de la devoción de María «un estilo de vida cristiana, entretejido de oración y vida interior».
El Papa se despidió de los peregrinos que llevaban expuesto el escapulario en su pecho y espalda deseando que la celebración se convierta en «ocasión de conversión personal, de renovación comunitaria, respondiendo siempre a la gracia divina, que nos refuerza en el camino hacia la santidad».
Wojtyla lleva el escapulario desde sus años de juventud. Antes de entrar al seminario, siendo estudiante universitario en Cracovia, pensó seriamente en entrar en el Carmelo, tras leer las obras de San Juan de la Cruz.
Sus escritos místicos le apasionaron hasta el punto de que en ellos basó su tesis doctoral de teología, defendida ante la Universidad Pontificia de Santo Tomás («Angelicum») en Roma.