ROMA, 12 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Próxima ya la cumbre de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO), en la que participarán, del 5 al 9 de noviembre próximos, un centenar de jefes de Estado y de Gobierno y delegaciones de 185 países, se presentó este martes, en la sede de la organización en Roma el informe anual sobre el estado de la alimentación en el mundo.
El subdirector de la FAO, Hartwig de Haen, hablando con los periodistas, se mostró sumamente preocupado porque el incremento de la producción agrícola en el mundo ha sido el más bajo registrado desde 1993, con un aumento de sólo el 1,2% en comparación con el 2,7 de 1999.
El objetivo fijado hace cinco años por la primera cumbre mundial de la alimentación era reducir a la mitad el número de hambrientos y pasar de 800 a 400 millones. Pero, lamentablemente, constató el subdirector general de la FAO, hemos retrocedido en las previsiones. Deberíamos disminuir en 20 millones al año el número de hambrientos; sin embargo esta cifra ha descendido tan sólo en 8 millones.
Bajo crecimiento por tanto ya sea en los países industrializados como en los que están en vías de desarrollo. Con la excepción de América Latina y el Caribe y algunos países del Este asiático y del Pacífico. Crítica la situación en cambio en el Africa subsahariana y también en Africa del Norte y en el Medio Oriente.
Esta disminución, subrayó de Haen, está provocando una reducción de las reservas alimentarias mundiales, sobre todo en China e India. Hay además 33 países afectados por crisis alimentarias que amenazan a 60 millones de personas. La mayor parte de estos estados están en el Africa Subsahariana y muchos además sufren conflictos.
En este sentido de Haen indicó que de cada diez situaciones de emergencia alimentaria cinco son provocadas por el hombre y a menudo por las guerras.
El funcionario de la FAO denunció que otro elemento de la situación es la actual situación del comercio internacional, gravado todavía por demasiadas barreras proteccionistas y subvenciones en los países ricos, que se revelan como un fuerte obstáculo para los pobres que exportan e importan productos agrícolas.
El informe dedica un capítulo especial a los parásitos de la plantas y a las enfermedades animales, que han aumentado espectacularmente en los últimos años.
La Santa Sede no es miembro de la FAO pero cuenta con un nuncio apostólico como observador permanente, quien en estos momentos es el arzobispo Agostino Marchetto.