Kazajstán: Entre Occidente y la invasión de predicadores de Afganistán

El Papa aterriza en un delicado equilibrio religioso y étnico

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CIUDAD DEL VATICANO, 20 septiembre 2001 (ZENIT.org).- Kazajstán, República ex soviética de mayoría musulmana, recibe este sábado a Juan Pablo II, al que proclamó en un sondeo nacional como el hombre del siglo XX. Todo un símbolo en estos momentos en los que el Estados Unidos se plantea represalias contra un país de la región, Afganistán, por acoger al supuesto autor intelectual de los recientes atentados, Osama Bin Laden.

Nursultan Abishevich Nazarbajev, presidente de esta República ex soviética surgida en 1991, cercano a Vladimir Putin, declaró el año pasado que los talibán y Bin Laden han elegido precisamente Kazajstán como su objetivo de expansión para los próximos años.

Predicadores integristas y terroristas invaden el Sur del país gracias a la fluidez incontrolada de las fronteras. La publicidad islámica invade las librerías de todo el país, constata la agencia misionera Fides. Según datos oficiosos, en estos últimos años, con ayuda turca, egipcia y saudita, se han construido en el país más de mil mezquitas.

La obstinación de Nazarbajev ha acelerado el viaje del Papa a Kazajstán. El presidente kazajo se ha encontrado ya dos veces con el Santo Padre en el Vaticano, pidiéndole siempre el don de una visita.

Según Fides, la visita del Papa a Kazajstán ayudará al país a tener más contactos con la comunidad internacional, sobre todo occidental, equilibrando la fuerte influencia turca y saudí en el país.

Para evitar terminar en la red islámica, el presidente ha pedido también colaborar con la Comunidad Europea. Para ello, en 1996 fundó la Universidad Eurasia, que permite a jóvenes kazajos períodos de permanencia en Alemania, Francia, Estados Unidos y Rusia. Kazajstán ha logrado obtener también la inserción de sus equipos de fútbol en el campeonato de la Copa Uefa.

La vocación del país, junto a la Vía de la Seda, es la de ser tierra de tránsito y puente entre las culturas euroasiáticas. Y este es precisamente el mensaje que trae el Papa.

Este desafío requiere mantener el difícil equilibrio del mosaico de más de cien etnias diferentes, entre las que destaca numéricamente la kazaja, cerca el 53,4% de la población. Es el resultado de las deportaciones de tiempos de Josip Stalin. Todos los demás grupos –rusos (30%), ucranianos (3,7%) alemanes (2,4%), polacos (0,3%), etc.)– se sienten ciudadanos pertenecientes a una minoría étnica y no tanto a la nueva realidad política del país.

En 1991, obtenida la libertad de movimiento, y a causa de la miseria dominante en el país, comenzó el éxodo. Primero se fueron los judíos, minoría viva desde el punto de vista cultural; luego, en masa, los alemanes. Los rusos, al perder el control de la que antes consideraban una especie de colonia, comenzaron también a emigrar. Ahora los que emigran son los polacos, con ayudas del gobierno de Varsovia.

Este flujo migratorio se ha compensado parcialmente con la llegada de grupos de kazajos que huyeron a Mongolia en tiempos de la Revolución rusa. Según datos del último censo del Kazajstán, de 1999, la población es de 14.953.126 habitantes (en 1989 eran 16.199.154 habitantes).

Esta emigración se debe a la pobreza por la que atraviesa el país (el 43% de la población, según los datos oficiales de 1999, vive bajo el umbral de la pobreza) y a las condiciones climáticas (con puntas de 40º en el breve verano y de 40º bajo cero en el largo invierno).

Kazajstán, sin embargo, es inmensamente rico en materias primas, comenzando por el petróleo, del que existen grandes yacimientos cerca del Mar Caspio. La explotación de los recursos mineros tiene hoy por protagonistas a las grandes compañías extranjeras: estadounidenses, japonesas, chinas, belgas, italianas, etc.

Actualmente hay en Kazajstán, de cerca de 15 millones de habitantes, unos 8 millones de musulmanes sunnitas, poco más de 6 millones de ortodoxos, unos 360.000 católicos de rito latino, así como una discreta comunidad de greco-católicos.

Después del hielo ateo y de la negación de toda religión durante el período soviético, a partir de la independencia, en cerca de 10 años, se han registrado oficialmente más de 600 Iglesias y sectas, entre ellas muchos grupos protestantes integristas.

El gobierno teme a estos grupos casi tanto como a los integristas islámicos. Por este motivo, la libertad religiosa está en cierto bajo control: los encuentros de cierta consistencia deben ser autorizados, y las manifestaciones (procesiones, adornos, decoraciones y señales) están prohibidas. Está prohibido el «proselitismo» y todo tipo de misión activa.

La represión soviética debilitó el Islam kazajo, de origen sufi, reduciéndolo con frecuencia a pura expresión de folclore. Se caracteriza por su tolerancia y apertura a los no musulmanes.

Sin embargo, la oleada general de renacimiento que experimenta el mundo del Islam ortodoxo e integrista comienza a poner en tela de juicio la pureza del «Islam kazajo», lanzando un debate que comienza a subir de tono. La chispa la ha lanzado la invasión de predicadores islámicos integristas provenientes de Afganistán, Pakistán, Arabia Saudita e Irán.

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ZENIT Staff

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