El cardenal Arinze, enviado especial del Papa en Irán

Conferencia en un centro dependiente del Ministerio de Exteriores

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TEHERAN, 25 septiembre 2001 (ZENIT.org).- El cardenal Francis Arinze, enviado especial de Juan Pablo II en Teherán, subrayó este lunes en una conferencia que musulmanes y cristianos deberían unirse en la promoción de la justicia y de la paz.

El purpurado nigeriano, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, ha viajado al país islámico en respuesta a una invitación a pronunciar una conferencia en el Instituto de Estudios Políticos e Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Con el título «La colaboración cristiano-musulmana en la promoción de la Justicia y de la Paz», expresó en su discurso la esperanza de encontrar «puntos de encuentro entre las dos religiones en esta tarea en la que la religión tiene un papel indispensable».

Pasajes de la conferencia son citados en la edición de este martes por el diario «Tehran Times», en su edición de este martes.

El cardenal, de 68 años, consideró que los cristianos y los musulmanes son más de la mitad de la población mundial y deberían ser capaces de aumentar su aportación a la promoción de la justicia y de la paz en el mundo.

Arinze también indicó que creer en Dios y estar dispuestos a cumplir su voluntad son los pilares fundamentales de la promoción de la justicia y la paz. Señaló que «los derechos humanos vienen de Dios. ¿Si una persona ignora a Dios, quién garantiza que respetará a su prójimo?».

El cardenal aludió al párrafo 18 de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU de 1948 y dijo que el derecho a la libertad religiosa es el más preciado, añadiendo que la religión debería ser propuesta y nunca impuesta.

Sugirió también algunos modos de promover o lograr la justicia y la paz. Un modo práctico es aceptar a cada uno y respetar a las demás razas, religiones, lenguas y culturas. Otro, dijo, es la necesidad de que los jóvenes se eduquen en la fe en Dios y que vivan según su voluntad.

El cardenal, expresando su esperanza en que musulmanes y cristianos trabajen juntos para conseguir la justicia y la paz, concluyó diciendo: «Que Dios nos ayude a cada uno de nosotros a hacer cualquier aportación que esté en nuestra mano. Porque Él es el Dios de la justicia, el amor, la paz y la armonía. A Él honor y gloria por siempre».

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ZENIT Staff

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