HONG KONG, 27 septiembre 2001 (ZENIT.org).- De nuevo, fuentes de la prensa de Hong Kong hablan de la reanudación de contactos entre el Vaticano y China orientados al establecimientos de relaciones diplomáticas.
La filtración de este tipo de noticias, sin embargo, ha sido en los últimos años una táctica utilizada por funcionarios comunistas para ejercer presiones políticas.
La última edición del semanario de Hong Kong «Far Eastern Economic Review» afirma que se han dado una serie de reuniones en las últimas semanas entre representantes de Pekín y de Roma. Ahora bien, la misma publicación revela los motivos que persigue el régimen comunista..
«En el caso de un reconocimiento diplomático mutuo, el Vaticano tendría que romper relaciones diplomáticas con Taiwán –dice la publicación–. Esto podría también debilitar la posición de aquellos países de mayoría católica de Centroamérica que mantienen lazos con Taiwán».
No es la primera vez que China hace circular este tipo de filtraciones, para después bloquear totalmente todo acuerdo con el Vaticano.
El 25 de octubre de 1999, otro periódico de Hong Kong, el «Taiyang» («El Sol»), había anunciado la reanudación de relaciones diplomáticas entre Pekín y la Santa Sede.
Al día siguiente, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Zhang Qiyue, reconoció que China quiere entablar relaciones con el Vaticano, pero reafirmó las tradicionales condiciones previas: romper las relaciones con Taiwán y no «meterse en asuntos internos chinos, incluidos los religiosos».
Esta última claúsula significa que el régimen se atribuiría el nombramiento de los obispos, algo que nunca aceptará la Santa Sede, pues atenta contra la identidad misma de la Iglesia católica.
Pocas semanas después, el 10 de noviembre pasado, la agencia de la Santa Sede «Fides» publicaba un documento secreto del Partido Comunista en el que el régimen explicaba que le interesan las relaciones con el Vatican para solucionar la cuestión de Taiwán, pero al mismo tiempo establecía etapas para neutralizar la influencia de la Santa Sede sobre los católicos chinos.
En ese mes del año 1999, por una parte se abrieron las puertas al diálogo diplomático, y por otra se aumentó el control sobre los diez millones de católicos de la República Popular, informó Fides.
Poco después, el 6 de enero del año 2000 el Gobierno chino desafió abiertamente al Vaticano ordenando a cinco nuevos obispos de la Asociación patriótica católica, una especie de Iglesia que él mismo controla.
Los nuevos contactos han podido crearse gracias a la celebración en Pekín, el próximo 14 de octubre, de un congreso para celebrar el cuarto centenario de la llegada del jesuita Mateo Ricci a China en 1601.
Ricci, quien vivió entre 1552 y 1610, es considerado como una figura nacional incluso por el Partido Comunista, pues llevó al gran imperio de Oriente la sabiduría y la ciencia europeas de aquellos años (en concreto, la trigonometría).
El 5 de septiembre pasado Juan Pablo II, al intervenir durante una audiencia general, dio su apoyo a la celebración de este congreso, así como a una iniciativa análoga que se celebrará en Roma.
En los congresos sobre el padre Ricci, cuya causa está en proceso de beatificación participarán expertos chinos, americanos y europeos.
«Sigo con gran interés estas importantes iniciativas y deseo que puedan tener un éxito total, pues la figura de Matteo Ricci es un modelo precioso para quien trabaja en el campo del anuncio evangélico en diferentes contextos culturales y religiosos», dijo el Papa.
Según el semanario, el acercamiento coincide también con la programada visita del presidente Bush a China los días 20 y 21 de octubre.
El momento más difícil en las relaciones entre Pekín y Roma tuvo lugar el pasado 1 de octubre, cuando el Papa canonizó a 120 mártires asesinados en China entre 1648 y 1930.