CIUDAD DEL VATICANO, 12 septiembre 2001 (ZENIT.org-Avvenire).- Horas después de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, las religiosas carmelitas del pequeño monasterio de clausura que se encuentra en el mismo Vaticano comenzaban a rezar por las víctimas, los heridos, sus familias y por el final de la violencia.
«Estamos aquí para rezar siempre: esta es nuestra vocación y nuestra vida. Hoy no cambia nada en el horario de la comunidad. Ahora bien, nuestra oración se dirige a lo que ha sucedido en Estados Unidos», explica la madre María, superiora de la comunidad.
Los colaboradores más cercanos de Juan Pablo II pasan directamente, en su nombre, las intenciones de oración de estas religiosas de clausura. Tras los atentados, la petición del Papa fue inmediata.
«Hemos tenido noticia inmediatamente de la tragedia, por teléfono --confirma la superiora--. Se nos ha pedido que recemos por las víctimas, por los heridos, por sus familias, por la paz. Y es lo que estamos haciendo».
Las religiosas más cercanas al Papa llevan a su oración «los grandes problemas de la Iglesia y del mundo, pero también cuestiones relacionadas con la vida de personas concretas», aclara.
Las nueve carmelitas del monasterio del Vaticano, llegadas hace dos años, provienen de Italia, Francia, Polonia, España y Tierra Santa.
Siguen de cerca, en el silencio de la comunidad, los viajes del Papa, sus compromisos, sus preocupaciones. No tienen necesidad de telediarios para tener una idea precisa de lo acontecido: «Sabemos que ha sido una tragedia que ha afectado a muchos inocentes, y sabemos que tenemos que orar por quien ha sido flagelado por la violencia».
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Sep 12, 2001 00:00